8. Ese papel

1017 Words
Kagome Cuando veo a Inuyasha siento que vuelvo a vivir, es como si todo volviera a ser como antes, pero la decepción llega al momento que la realidad me golpea fuerte. Él me odia. Ya no puedo correr a sus brazos y besarlo como llevo anhelando todo este tiempo porque me odia, ya no puedo decirle te amo sin que me grite, me dejó muy claro que no me quiere en su vida por la manera en la que me habló. Él no fue consciente de que rompió mi corazón con esas palabras, pero tampoco podía esperar un gran abrazo y besos de parte de él. Las personas que ahora me rodean me miran con pena y yo solo retengo las lágrimas, avanzo a su oficina y me importa una rebanada que no me quiera ver, yo lo necesito. Tal vez tendré que acosarlo como antes, pero algo tengo que hacer, no puedo dejarlo ir, lo amo con todo mi corazón. Tampoco le pienso dejar el camino libre a la perra de Kikyo, la conozco muy bien como para saber que solo está detrás de la fortuna de él, si no le dolió dejar en un orfanato a su hermano de tan solo escasos años de edad, hacer algo a Inuyasha le daría igual. Abro la puerta y él me mira sorprendido, avanzo hasta quedar frente a él sin darme cuenta de que mis piernas flaquean, solo nos miramos. Él me mira furioso y yo también, ambos respiramos de manera entrecortada. —¿Qué haces en mi oficina? —Su tono de voz es duro y frío, tanto que desconozco al hombre frente a mí. —No me iré a ningún maldito lugar solo porque tú lo digas — las lágrimas siguen amontonadas en mis ojos mientras que lo miro fijamente — no me interesa que en este momento me odies, ¿sabes por qué? —Pregunto acercándome más a él. —No me interesan tus razones — contesta sin apartar la vista. —No me importa porque lucharé por ti, es mi turno de robar tu corazón Inuyasha — mi respiración es agitada porque el simple hecho de tenerlo cerca hace que mis hormonas se alboroten. —Perderás tu tiempo — murmura con una sonrisa siniestra — ya no me interesas Kagome — responde y algo en mi pecho duele. —Entonces ¿por qué sigo parada frente a ti y no me haz echado de tu oficina? —Él abre la boca y la cierra, tomo eso como algo bueno. Sello mis labios con los suyos sintiéndome en casa nuevamente, mis manos viajan a su cuello queriendo todo de este hombre, él no me corresponde, pero luego me sigue el beso. Siento un malestar en el estómago, creo que son las estúpidas mariposas de la que todos hablan. Mi corazón late desenfrenado mientras que solo muevo mis labios sobre los suyos. Sus manos viajan a mi cintura y lo apego más a mi cuerpo, de pronto estoy sobre su escritorio. Ese rico sabor de Inuyasha que extrañaba tanto, jamás pensé que mi felicidad iba a depender de un hombre, pero estar sin él es como si nada tuviera sentido para mí. Unos toques en la puerta nos hacen detenernos. Ambos respiramos agitadamente. Abro los ojos y veo sus pupilas dilatadas. —¿Por qué lo hiciste? —pregunta en un murmuro enojado. —¿Por qué no me detuviste? —respondo bajando del escritorio y dejándolo una vez más sin palabras—ese beso me hizo ver que si tengo una oportunidad—comento con una sonrisa y él suelta una carcajada. —De verdad crees eso?—pregunta entre risas. —Yo lo creo—me cruzo de brazos. —¿Sabes lo único que quiero? —pregunta cerca de mi nuevamente—llevarte a mi cama, follarte como se lo hago a todas las mujeres que quiero—sus palabras duelen. —¿Por qué te comportas así Inuyasha? —pregunto en un susurro bajo. —Porque me hiciste ver que el amor es para idiotas—contesta con tranquilidad—¿sabes que haré en este momento? —pregunta con malicia—tú te iras y yo me voy a entretener con mi secretaría que tiene unas piernas y un trasero—suelta un silbido—dignos de una mujer—camina hasta la puerta y yo me mantengo en silencio—te puedes ir—camino hasta la puerta y antes de salir lo miro a los ojos. —Puedes follar a todas las mujeres del mundo, pero tú sabes perfectamente que yo reino en tus pensamientos—o eso quiero creer—que mientras las tomas piensas en mí, deja la falsa Inuyasha, ese es mi papel no es el tuyo—y camino dejándolo con la boca abierta. —¡Eso es lo que tú crees!—escucho a lo lejos, entro a mi despacho y Ayame junto a Sango se encuentran y ambas me miran preocupadas. —¿Qué pasó Kag?—pregunta Sango mientras se acerca y me abraza. —Ese no es el hombre que deje antes de ir a prisión—la miro a los ojos—es cruel, duro... No es mi Inuyasha—me siento mientras suspiro—ese hombre no es el, me restregó que se acuesta con cuanta mujer quiere, ¡Dios!, trato de calmarme, pero los malditos celos me carcomen—suspiro y Ayame me pasa un vaso de Whisky—gracias—ella me da una sonrisa. —Tal vez fue su modo de enfrentar el dolor—dice Ayame luego de un gran silencio. —Eso creo—mi teléfono suena y lo pongo en altavoz. —Higurashi—contesto cerrando los ojos. —Ah—los gemidos de una mujer se escuchan a través del teléfono—¡Inuyasha! —mis ojos se abren al escuchar sus gruñidos de placer. Mi piel palidece y mis manos se convierten en puños, hace esto para afectarme y lo peor de todo es que da justo en el clavo. Las chicas solo me miran en silencio, los gemidos de ambos por el teléfono es la tortura más fuerte que jamás he tenido. Las lágrimas vuelven amontonarse, pero no le daré el gusto a Inuyasha de verme débil, quiere jugar, bien, ambos lo podemos hacer. Porque algo que jamás haría es eso que en este momento él me hace, no sería tan cruel de hacerlo. Cuelgo el teléfono sin poder escuchar más. —Kagome—murmuran al mismo tiempo mis amigas. —Necesito un momento a solas—salgo de mi despacho y camino sin rumbo hasta que choco con alguien. —Se... señorita Higurashi—miro al chico frente a mí. —¿Si?—él me regala una sonrisa. —Soy Hoyo, no sabe lo feliz que me hace que vuelva a trabajar—cuando lo recuerdo le sonrío de manera amable y justo en ese momento Inuyasha aparece en escena.
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