Kagome
Me desahogué.
Solté todo lo que pienso porque Inuyasha es un maldito estúpido que no se da cuenta que muero por él. Sus palabras duelen, pero no le daré el gusto de verme vencida una vez más ... Ya esto es algo personal y él lo sabe, se me ha hecho difícil controlar los pensamientos de la noche anterior. Solo me diga que me ama, que quería volver a mis brazos de donde no quiero que me suelte nunca. Pero no, él tiene que hacer lo imposible por romper cada vez más mi fracturado corazón, estoy furiosa y por eso me levanto se la mesa ignorándolos.
-Eres una...
Espero cualquier insulto de su parte y ya estoy preparada, pero alguien se le adelanta.
—Kagome — miro a la persona que me ha llamado, mi cuerpo se tensa de inmediato porque a pesar de todos los años que han pasado, él sigue igual, solo que más mayor. Retroceso sintiendo miedo él me mira con una sonrisa.
—Miki ...
No puedo creer que el maldito que se hizo pasar por mi novio esta frente a mí. Las lágrimas caen sin que pueda detenerlas y mi cuerpo tiembla sin control.
Niego saliendo corriendo de aquel lugar, no quiero, no puedo tenerlo cerca.
—Kagome — mis ojos chocolates lo miran con dulzura mientras él me sonríe feliz.
—¿Si? —Se acerca a mí y mi respiración desaparece.
—¿Quieres ser mi novia? —Mis ojos se abren en sorpresa y una gran sonrisa aparece en mis labios.
—¡Claro! —Grito feliz abrazándolo.
—¡Kagome! —Él grito de Inuyasha no me detiene, corro como mis piernas me lo permiten, tengo que huir, lejos, tengo que salir de aquí.
Miro las calles abarrotadas de personas, corro sin control mientras que las lágrimas siguen bañando mi rostro y mis pulmones exigen que me detenga, no les hago caso.
—Entonces ... ¿Eres una chica muy rica? —Pregunta mirándome.
—Mi familia tiene mucho dinero—me encojo de hombros restándole importancia.
—No sabía ese detalle—murmura cerca de mis labios.
—No me gusta decir que tengo dinero, no quiero que me traten diferente—esa es mi respuesta.
—¿Qué hay de las tierras que le quieren comprar a tu madre?—pregunta el en tono tranquilo.
—¿Cómo sabes eso?—pregunto confundida.
—Escuche que ella hablaba por teléfono—responde nervioso.
—Las tierras no se pueden vender porque están a mi nombre—respondo y él tiene una cara de asombro—son mías Miki, solo mías—él me da una sonrisa extraña y me besa.
—¡Kagome!—Inuyasha me toma del brazo mientras abraza mi cuerpo, mi respiración es todo un caos.
—Déjame—murmuro con un hilito de voz.
—No en este estado—responde—¡estas temblando!—dice lo obvio y yo solo escondo la cara entre su cuello y lloro con él abrazado a mí.
¿Quién iba a pensar que él estaría a mi lado solo porque estoy alterada?, a pesar del caos que es mi mente me permito libremente disfrutar de estar entre sus brazos, pero el saber que Miki está cerca me llena de nervios. No quiero que ese tipo este cerca de mí, no tolero eso... Aunque, ¡claro!, él debe de saber dónde está el maldito desgraciado de Naraku ya que es su mejor amigo. Cierro los ojos y me aparto en silencio de Inuyasha.
—Es... Estoy mejor—mi voz suena ronca y áspera.
—Yo te llevo a tu casa—niego nerviosa. ¿Acaso no se da cuenta de que muero por lanzarme a sus labios?, al parecer no.
—No, no gracias, creo que ya estoy bien—paso mis manos temblorosas por mi cabello y no lo miro.
—Casi matas a mi mejor amigo porque estabas alterada y ahora vuelves a ese estado, no te dejaré conducir, es por tu seguridad—lo miro enojada.
—¿Mi seguridad?—pregunto soltando una carcajada fingida—no te preocupes por mi seguridad Inuyasha, si antes pude calmarme ahora más, no te quiero cerca de mí, ya me di cuenta que no voy a recibir tu perdón—suspiro tratando de calmarme—no me vengas con preocupaciones fingidas, esas no las necesito—trato de abrirme paso por su lado pero él me toma del brazo.
—No soy igual que tu Kagome, no ando fingiendo algo que por supuesto no siento—me grita y lo miro dolida.
Sus ojos dorados me miran furiosos yo también lo estoy, estoy cansada de la vida de porquería que tengo. Cansada de todas las mismas mierdas se repitan y no pueda ser feliz de una vez por todas, ¿tan difícil es que me perdone?, él es un maldito rencoroso. Su teléfono suena, pero él lo apaga y sigue en su batalla de miradas conmigo, trato nuevamente de caminar, pero me sigue deteniendo.
—Si solo finjo, ¿qué haces aquí?—pregunto mirándolo fijamente sin apartarla ni un segundo.
—Porque hago una obra de caridad por ti—escupe asqueado, mi mano vuela a una velocidad impresionante a su mejilla en donde queda impactada.
Inuyasha me mira sorprendido, hasta yo lo estoy. Mi cuerpo tiembla de ira y de coraje.
—Puedes coger tu maldita obra de caridad y dársela a otra persona—digo enojada—no sabes cómo logras que te deteste cada vez más con tus estupideces—él solo me toma las muñecas y me hala hasta quedar cerca de él.
—¿Quién te crees como para pegarme?—pregunta furioso.
—Te pego cuantas veces sea necesario y me salga de los ovarios—respondo tratando inútilmente de soltarme.
Varias personas se han parado a ver el espectáculo que tenemos montado Inuyasha y yo, él solo me acerca para mirarme más fijamente.
—No eres nadie para hacerlo—me dice y suspiro.
—Y a pesar de todo sigues aquí, no soy nadie importante y sigues junto a mí—él me mira para nada contento—de alguna manera vuelves a mis brazos, aunque sea solo para discutir—Inuyasha me hala nuevamente.
Sus labios tocan los míos con dureza y yo gustosa correspondo con energía. Suelta mis muñecas y me abraza la cintura, las mías se cuelan en su cuello mientras que lo beso con todo de mí. Se abre paso para adentrar su lengua en mi boca y navegarla, nuestras lenguas se enfrentan en una batalla sin fin, una de sus manos se pasea por mi espalda hasta mi cabello el cual toma hasta hundir sus dedos en él. Un gemido se espada de mis labios y él se aparta despacio, mientras nuestras respiraciones son un caos.
—Sigo aquí porque te quiero en mi cama Kagome, solo por eso sigo aquí—y se marcha dejándome confundida y furiosa en medio de todas las personas.