Kagome
—¡Maldito y mil veces maldito Inuyasha!—grito enojada mientras que Sango solo me mira en silencio—¡es un bastardo!—vuelvo a gritar.
—Tienes que calmarte—aconseja ella y yo me quedo quieta.
Hace unos quince minutos llegué a la casa y Sango es la que me ha estado aguantando. No he parado de maldecir a Inuyasha, creo que sus palabras me dolieron más que el hecho de volver a ver al traidor de Miki. Sango todavía no sabe que lo volví a ver y no se lo voy a comentar por el momento, lo diré cuando estemos todos reunidos y así me evito todo el rollo de contarlo tantas veces.
Me dejo caer en la cama cubriendo mis ojos y queriendo matar al imbécil que me trae de esta manera. Inuyasha hoy no pudo ser más c*****o. ¡Maldito gilipollas! Siento la cama hundirse a mi lado y sé que Sango es quien está ahí.
—Me dijo borracho que me amaba—le digo siguiendo con los ojos cubiertos—es un imbécil que no se da cuenta que lo amo—una lágrima se desliza por mis ojos—¿por qué me odia tanto?—se la respuesta y ella también por lo que solo me abraza.
Le debo tanto a Sango, ella es la hermana que nunca tuve, ella es mi salvadora. Fue quien me encontró a un paso de la muerte en aquella cocina de mi casa, si no fuera por ella hoy no estaría aquí. Pase casi un año en un hospital y luego un año más tratando de cambiar, ponerme más guapa para lo que venía, convertirme en aquel trozo de hielo que rompió el corazón de Inuyasha y el mío de paso.
Nuestra historia pudo haber sido tan diferente si yo no hubiera cometido tantos errores, amo a ese hombre, es algo que no puedo evitar.
—¿Estas mejor?—pregunta luego de unos minutos en silencio.
—Si... Gracias—sonrío sentándome y mirándola.
—¿Qué tanto me miras?—pregunta luego de mucho rato en silencio.
—¿Cuándo te lanzaras por Miroku?—pregunto directamente, sus mejillas se tornan rojas y abre los ojos con sorpresa.
—¿De qué hablas Kag?—pregunta nerviosa y yo sonrío.
—Él te gusta, tú le gustas, ¿cuál es el problema?—pregunto y ella suspira.
—Él... No sé si siente eso por mí—contesta con la cabeza baja.
—Oye—tomo su barbilla entre mis manos haciendo que levante la cabeza para mirarme—ese hombre te mira como idiota, ¿cómo no amarte?, eres hermosa, talentosa y tienes un gran corazón—ella me sonríe.
—También tiene mi corazón en sus manos—ambas nos sobresaltamos, Miroku está de pie en el umbral de la puerta.
—Yo los dejo para que hablen—avanzo hasta la puerta—no desaproveches la oportunidad—murmuró bajo y le guiño un ojo. Salgo de ese lugar para bajar por mi coche e ir a la empresa.
Cuando llego avanzo hasta subir al piso correspondiente, algunos empleados se quedan murmurando cosas a lo bajo sobre mí. Cuando el ascensor marca mi piso y las puertas se abren camino ignorando a todos, veo a Ayame buscando café por lo que avanzo a mi despacho sin informarle que vine a trabajar. Sesshomaru está dentro mirándome con cara de pocos amigos.
—Mierda Sesshomaru, casi me matas de un infarto—comento tocando mi pecho.
—No terminaste de firmar, eran muy importante, los clientes no caen del cielo, para la próxima se mas responsable, acabamos de perder un dineral por culpa de tu error, firma estos papeles para ver si esta vez no se te olvida—se levanta de la silla muy enojado.
—No me jodas los ovarios, hago excelente mi trabajo, así que vete a esparcir tu amargura a otro lugar—él se aleja y sale.
—Kagome—Ayame entra con una sonrisa—no sabía que estabas aquí—le guiño un ojo.
—Me traes un té por favor—ella asiente. Miro mi sofá y las imágenes del cuerpo de Inuyasha y el mío se instalan en mi cabeza haciendo que el calor suba por mi cuerpo. Espanto esos pensamientos lejos, no es el momento, pero de solo recordar como su pecho quedaba desnudo delante del mío hace que mi calor corporal se eleve a los cielos. Me levanto y camino hasta el, el testigo de nuestro encuentro, la única huella de la noche excitante que pase junto a él.
Cierro los ojos y los movimientos que me daba, los besos, su coordinación en la intimidad, ¡Dios!, como tomaba mi cintura para darnos placer, como su boca me recorría. Toco mis labios mientras los pensamientos siguen haciendo de las suyas.
—¡Kagome!—me espanto sobresaltada, miro y veo que es Ayame, maldición, ni fantasear tranquila al parecer puedo.
—¿Si?—ella deja una taza en mi escritorio.
—Una tal Kikyo quiere pasar a verte—la miro confundida.
—¿Qué quiere esa mujer?—pregunto en voz alta y Ayame se encoje de hombros.
—¿La hago pasar?—pregunta y yo me quedo en silencio.
—Está bien—ella sale y yo me dispongo a tomar mi té.
La puerta se abre nuevamente y una Kikyo sonriente aparece por ella, lleva un vestido morado ajustado a su cuerpo plástico, unos tacones y su pelo lacio en una coleta, maquillaje ni digamos, podría ser payasa de circo con tanta pintura.
—Kagome—saluda sonriente, yo me quedo sentada mientras la observo, esto me trae mala espina.
—¿Qué quieres Kikyo?—ella camina hasta sentarse frente a mí, quita los lentes de sol que llevaba y los pone en su regazo.
—¿Y lo cordial dónde quedó?—pregunta burlona y yo bufo.
—Solo di que quieres, no eres santo de mi devoción ni yo del tuyo, las hipocresías cuando sea necesario—contesto con tranquilidad.
—Bueno en eso tienes razón, solo quería decirte o más bien advertirte que te alejes de Inuyasha—su tono cambia a uno serio mientras pronuncia las palabras. Una carcajada brota de mis labios. Un deja vú me invade.
—¿Me amenazas?—una carcajada—al parecer lo patético no se te quita ni al pasar los años Kikyo—ella tiene los labios en una firme línea.
—Ya no tienes las de ganar en este juego Kagome—comenta mientras toma un mechón de su pelo y juega con el—tengo en mi poder un arma que tu ni nadie puede usar—murmura sonriente.
—¿De qué diablos hablas Kikyo?—ella se levanta y camina hasta el sofá.
—Estoy embarazada de Inuyasha, tengo mes y medio de embarazado—la sonrisa que tenía desaparece, ahora es ella quien me mira con triunfo—como cambian las cosas, antes eras tú la que alegaba se casaría con él y ahora soy yo la que lleva el anillo—me muestra su dedo—y su hijo en mi vientre—me ha dado justo donde más me duele, un hijo, Inuyasha será padre—¿te comió la lengua el ratón?—camina hasta quedar frente a mí—no sabes lo rico que fue crear este bebito, Inuyasha es tan apasionado en la cama—murmura para joderme y lo está consiguiendo.
—Lo sé, anoche me hizo el amor como muestra de ello, estoy segura que él solo tiene sexo contigo mientras a mí me trata con amor—su sonrisa desaparece y la mía viene al encuentro—no dejas de dar pena Kikyo, puedes casarte con él, pueden tener sexo cuando quieras, ¿pero sabes una cosa?—pregunto acercándome a ella—soy yo la dueña de sus pensamientos, la primera mujer que lo hizo sentir hombre, la primera que robó su corazón algo que tu jamás harás—su mano va directa a mi mejilla y le devuelvo el golpe de inmediato—te dije una vez que no me toques—tomo sus extensiones entre mis manos y la saco de mi despacho a jalones, no me interesa armar un escándalo.
—¡Suéltame loca!—grita ella y varias personas vienen a ver qué sucede, Inuyasha aparece y mira con horror la escena.
—Será mejor que no vuelvas a buscarme para tratar de joderme o será otra la que termine bien jodida—le digo cruzando los brazos.
—¿Me amenazas?—pregunta ella.
—No soy tú, Kikyo, además, no pierdo mi tiempo en alguien que no lo vale, tómalo como un aviso—dejo a todas las miradas expectantes y camino hasta mi despacho con alguien siguiendo mis talones.