Danilo estaba inquieto, sentado en el asiento del copiloto mientras su pie derecho golpeaba con nerviosismo el suelo del vehículo. Desde la ventanilla se observaba como los edificios altos de Alta Mira desaparecían para comenzar a aparecer en su lugar, árboles y casas de campo que pasaban a toda velocidad ante los ojos del joven millonario a medida que se alejaban. Callum conducía, muy concentrado en el camino que tenía de frente, sus manos permanecían firmes en el volante del automóvil más rápido que habían encontrado en la colección del señor Danilo. A pesar de que lucía centrado, la tensión se dejaba ver en sus labios apretados y en su ceño fruncido. —Oye... vas demasiado callado, Callum ¿Estás seguro de que este es el camino correcto? —preguntó Danilo, que comenzaba a odiar el silenc