Lo profundo del estado de embriaguez esta vez provocó que no hubiera ningún sueño idílico, eso sin duda era algo nuevo para Danilo. En primera instancia su primera sensación fue la de una tremenda y conocida pesadez… sí, la de haber bebido más de la cuenta una vez más. Había perdido la noción del tiempo y del lugar. Cuando abrió los ojos, los tenues rayos del sol que se lograban colar por una rendija de la cortina, parecieron azotar sus ojos, que tuvo que cerrar de golpe, trayendo el sueño a sus pesados párpados. —¿Dani? —dijo una melodiosa voz, pero no lograba reconocerla del todo… ¿Se trataba de Lara? ¡Que va! Era mejor no ilusionarse. Se volteó para seguir durmiendo. —¡Dani, despierta! ¡Ya casi me tengo que ir al trabajo y a ti no te importa! —exclamó Mary, con el ceño fruncido. —