MARIANA Condujeron por la avenida que recorre la ciudad de norte a sur; cambiaron de autopista Norte a avenida Caracas y, por último, a avenida Usme. En una de esas camionetas iba sentada Mariana junto a su amado Alberto. Sin lograr olvidar lo que predijo Guichón, le provocaba abrir la puerta y lanzarse fuera del vehículo, en los brazos de su amado. Sin embargo, esta idea se le esfumaba como arena seca entre las manos al contemplar la cara de emocionado de su novio. “Debe ser por la sangre de lobo, que le emocionan los enfrentamientos”, Mariana pensó. “Aunque yo debería sentir miedo o zozobra, también siento emoción por la aventura y no me gustó la idea de llegar por las cloacas, haciendo una operación sigilosa y muy sucia”. Por la ventana contempla, mientras avanzan, el contraste de la