ALBERTO El viento de la noche soplaba llevándoles aire gélido de la sabana de Bogotá. Aunque el corazón de los lobos hervía de emoción por la emoción del enfrentamiento para el que se alistaban, vistiéndose con los trajes especiales de última generación que, en el momento de cambiar a Lobo, se escondían en una especie de reloj que se ajustaba a la muñeca, para evitar llamar la atención por andar desnudos cuando necesitaban ser humanos… Asimismo, se colgaron varias armas, aunque todos sabían que lo principal serían sus colmillos y la fuerza de la manada, la de atacar unidos con disciplina. —Vamos a destruir esas construcciones, no quedará piedra sobre piedra, no dejaremos sobrevivientes, no porque seamos crueles; es para que todo aquel que se ose a capturar o atacar a uno de nosotros, lo