MARIANA —Príncipe checo, no consideramos que tus actos nos sean útiles, fuimos muy explícitos en que no queríamos ver a la acusada. —Un anciano, de los del concejo, escupió el bagazo de la hoja de coca que mascaba. Mariana contempló el amplio salón adornado con tejidos de colores y con varios televisores que contrastaban con los muros de guadua y barro. Observó al grupo de jefes, entre ellos destacaba el cacique Chanco, aquel que la capturó. De camino a su juicio, detalló cada parte del resguardo indígena, tratando de encontrar una forma para huir, y aunque el lugar no contaba con fuertes muros, la cantidad de guerreros dificultaba cualquier plan. —En un juicio justo, al acusado se le permite defenderse. —Mariana los confrontó sin ni siquiera pedir la palabra. —Por eso fue impropio tra