ALBERTO —Alberto, ¿no sé cómo fuiste capaz de aceptar los términos de ese mafioso de pacotilla? —Sheila, es que no teníamos otra opción. —Es cierto, pero tenemos que devolvernos, debimos de haber pedido que nos prestaran un auto. —No quiero tener que deberle más favores a esa plaga. —En eso tienes razón, aunque prácticamente somos familia, pues los compromisos ya quedaron sellados, lo único que falta es legalizarlos con una enorme fiesta y finiquitarlos con unas bodas en la mejor iglesia. —Sheila, sé que tampoco te agrada ese tipo, y yo no dejo de pensar en mi amada Mariana. —Eso es cierto, sin embargo, tendremos que cumplir nuestra promesa. Ese hechizo que hizo el narco es muy poderoso. —Si lo sé, es otra razón por la cual debemos buscar a la diosa o bruja; escuche que se llama Lu