NATALIA —Jefe, destruiremos a este demonio-montaña, encontraremos la forma—. Juan sonreía con la adrenalina a flor de piel. —Sé que la hallaremos, pero no va a ser debajo de los escombros de esta fortaleza que se cae a pedazos. Es mejor que nos repleguemos—. El gran lobo Alfa, Aulló, y enseguida todos empezaron a salir buscando huecos entre el techo y los ríos de lava. Sin embargo, el demonio empezó a moverse, intentando aplastarlos como hormigas. —Rápido atáquenlo con los lanzamisiles que tenemos en los vehículos. No lo destruirán, aunque de pronto servirá para distraer al monstruo—. Una lluvia de colmillos de fuego estalla contra esa montaña viviente, y esta ni siquiera lo sintió; en cambio, a Alberto y su grupo les aumentó el desespero por el sonido de las explosiones. —Vámonos, los