VIVIANA —Espléndido, no puedo creer que ella fuese un jaguar, es asombroso—. Viviana corrió a su máxima potencia y eso no fue suficiente para alcanzar a Mariana, quien en su forma felina se movía con agilidad y una gran velocidad motivada por el olor del violador que no logró capturar, aunque en un instante se detuvo moviendo la cabeza cuando sopló el viento y el olor se le perdió en sus ondas. —¡Huyan!, ¡es un jaguar! —gritó un niño que jugaba con una pelota con otros compañeros. A ellas les pareció que todos aparecían de entre la niebla. —Tranquilos, es mi mascota y yo soy una maga—. Viviana intentó calmar a los niños para que no alertaran a los soldados rebeldes. Le puso su chaqueta encima del lomo de Mariana, tapándola; aplaudió tres veces, diciendo, —abra, cádava, patas de cabra—.