CONOCISTE SU VOLTAJE

2187 Words
NARRA JIA —Justo así, diosa, me estás volviendo loco —exclamó apretando mi cadera con sus manos al mismo tiempo que me ayudaba a moverme sobre él. Me detuvo y él comenzó a mover su cadera de arriba hacia abajo. El sonido de nuestros cuerpos al chocar era excitante y morboso, sin dejar por fuera la sensación al tenerlo llenando cada parte de mí. Aitor era adictivo y yo me declaraba adicta a él. Las fuerzas abandonaron de nuevo mi cuerpo, ya que, caí sobre su pecho cuando mi cuarto o quinto orgasmo me recorre como una llamarada. Él siguió moviéndose con rapidez hasta que sentí sus manos aferrarse con fuerza a mi cintura. Me quedé sobre él por un poco más tiempo mientras recuperaba el aliento. —Eres una diosa, mi amor. No cabe duda de que todos estos meses de imaginación o fantasía se quedan cortos a lo que realmente es estar contigo —dijo después de rodarse en la cama y quedar sobre mí. Sus dedos acariciaban mi cabello y me daba besos cortos en mi rostro y cuello. —No puedo creer, que todo este tiempo me estuve negando a esto —expresé y de inmediato me muerdo el labio. Ese era un pensamiento interno no debía haber salido de mi boca. —Me hago la misma interrogante, pero ya eso es pasado y esto es el presente —dice empujándose de nuevo en mí. Sise al sentir el ardor de mis pliegues. —No creo poder aguantar un encuentro más amor —escucharme diciendo esa palabra es tan extraño y hasta un poco increíble. Jamás pensé llamarlo así y me atrevo que hasta hace unos días no lo hubiera hecho. Me siento como una adolescente y su primer amor. Ese amor que me fue arrebatado por el destino, pero que me fue devuelto de una manera muy diferente. Sera una estúpida al pensar que Aitor solo me quiere para sexo. El me ha hecho sentir tan viva entre sus brazos. Como jamás me sentí con Andrew. Aitor le acaba de dar una definición muy diferente al amor para mí. Amo a este joven y si es pecado sentir lo que siento pues estoy dispuesta a ir al infierno siempre y cuando este amor me acompañe el resto de mi vida. —Te amo —confesé quitando el cabello de su frente sudada, perdiéndome en el verde de sus ojos. —Y yo también. Se que hay muchas cosas aun en esa cabecita que me gustaría poder eliminar, pero quiero que sepas que aquí me tendrás siempre —menciona repitiendo el mismo movimiento de hace un momento, el cual me hizo cerrar los ojos ante la sensación. —Lo sé, pero solo quiero dejarte en claro que soy consciente que por mi edad eventualmente no te servirá de mucho y que si decides dejarme. Estaré dispuesta a dejarte ir —el se separa de mí y se sienta en la cama. Yo me siento justo detrás de él. —¿Aun no lo entiendes verdad? —me dice dejando ver su molestia. —No te quiero solo para un rato, yo te quiero para siempre y lo digo muy enserio. Guarda esta conversación en cada parte de tu cabeza, no hay nadie más con quien yo quiera estar que contigo. El que nos hayamos entregado, no significa que este amor y deseo que tenga por ti cambie, porque de mi parte es todo lo contrario. Encontré respuestas a lo que he venido sintiendo por ti durante todo este tiempo —se acerca a mí, entrelaza nuestra mano y besa mis labios—. Razones suficientes para nunca dejarte ir. —¿Estás seguro de que tienes la edad que tienes? —pregunté sonriendo. El muestra su bella sonrisa y encoge sus hombros. —Según mis padres y mi identificación, sí. Aunque debo de admitir que siempre he sido de gustos muy peculiares —eleve mi ceja ya que pensaba en su gusto por las mujeres mayores. —Tu eres la única en mi vida desde hace mucho tiempo. Me refiero a mi manera de vestir, de hablar, y hasta de escribir —dice llamando mi atención. —Ya conozco dos de ellas, pero la tercera, no —me regala una sonrisa ladina y se levanta para ir hasta el baño. Me dejó caer sobre la cama suspirando, después de ver su cuerpo desnudo. Me había quedado dormida, pero estar sobre el calor de su pecho me incitó a acariciarlo y de más está explicar lo que pasó para llegar a otra ronda más. No cabe duda de que la realidad supera la ficción y de qué manera. Podría sentirme viviendo un cuento de hadas con ese hombre. Aitor sale con su pantalón puesto y va directo hasta un pequeño escritorio en la esquina de mi habitación. me siento de nuevo y me coloco la bata y me dirijo hasta donde lo veo escribiendo sobre una libreta. El siente que estoy acercándome y me sonríe, entregándome la libreta. La recibo y él me guiña el ojo. No cabe duda de que este hombre es y será mi perdición. Pongo mi atención en la libreta donde se lee. “Gracias por este anhelado regalo de navidad Te amo, A.” y un corazón al final. Lo sorprendente no fue la frase, si no la hermosa letra cursiva con la que estaba escrita no había visto una letra tan perfecta. —Sorprendente, ¿Dónde lo aprendiste? —el niega. —Si te digo que desde el tercer grado escribo así ¿Me creerías? —asentí. Recordando que Tiam está aprendiendo a escribir en letra cursiva. —Creo que la perfeccioné tanto, al punto que no puedo escribir de otra manera. Se hizo una parte de mi y me ha seguido con los años —asentí y volví a ver la frase. —Gracias a ti por darme todo esto —dije buscando sus labios. —Creo que ya debemos descansar. Es navidad y posiblemente en unas horas no querrás levantarte. Sin embargo, debo de admitir que soy yo el que se siente totalmente exhausto —dijo tomándome en sus brazos para llevarme a la cama. Nuevamente me dejé llevar por Morfeo a la ciudad del sueño. Los rayos de sol comenzaron a incomodar. Abrí mis ojos y me asusté al no ver a Aitor en mi cama. Comencé a imaginarme que posiblemente todo lo había soñado. Negué al sentir que efectivamente mi cuerpo dolía y tontamente una sonrisa se dibujó en mi rostro. Cerré mis ojos y pequeños recuerdos de lo que había vivido con Aitor se reproducen en mi mente. Me paré y fui directamente al baño a darme una ducha. Salgo del baño y me fijo en la hora y son pasadas las 8 de la mañana. Rápidamente fui a mi armario a buscar un vestido para ir a ayudar con el desayuno. Les había prometido a mis hijos hacer croissants con crema batida y fresas, y ya posiblemente es muy tarde ya que la masa no estará lista a tiempo. Bajé las escaleras y me dirigí hasta la cocina donde me quedé sorprendida en el umbral al ver a Aitor juntos con Tiam llenos de polvo blanco al mismo tiempo que reían. —Buenos días ¿Qué sucede aquí? —pregunté con mis manos en la cintura. —Tiam encendió la batidora con el azúcar en polvo antes de que pudiera poner la crema y este es el resultado. Toda la azúcar voló fuera del tazón —dice Argus. —Queríamos hacerlo rápido, para llevarte el desayuno a la cama mamá —dice mi hijo haciendo un puchero. —Fue un accidente, no es tu culpa. Solo que debemos irnos a dar un baño porque si no las hormigas, cucarachas y abejas creerán que somos su comida y vendrán tras de nosotros. —¡NO! ¡Cucarachas no! —dijo bajándose del banco donde estaba sentado. Yo negué, con una sonrisa ante el juego de estos dos. Aitor se acerca a mí. —Lo siento cariño —dice dándome un beso en la mejilla. Intentaba abrazarme, pero lo detuve. —Ni se te ocurra —advertí poniendo mis manos frente a mi para alejarlo. —No iba hacerlo, yo lo ayudo. Cuando vuelva ayudo con el desastre —asentí, por petición de Susy la servidumbre tuve el día libre por ser navidad. Era algo a lo que Romeo no se podía negar. La niñera de Khoa venía bajando las escaleras con él y me di un golpe mental al haberme olvidado que estaba a cargo de mi nieto. —Ay no qué vergüenza. Me olvide de ti, pelotita de carne. —Mamá —mencionó mi nieto en dirección a la ventana y ahí estaba mi hija entrando a la casa con Alan. Alan viene y lo toma en brazos. —¿Cómo está el niño con los cachetes más hermosos del mundo? —comenzó a hablarle. —Me iré a dar un baño ya regreso para que desayunemos en familia. ¿Mi abuelo? —preguntó y la verdad es que no sabia que decirle pues yo misma acababa de bajar. —Fue a hacer tiro con Rhett, dijo que venían para desayunar —mencionó Argus comiendo una uva. —Bueno, yo me pondré a lo del desayuno —mencioné caminando hacia la cocina. Limpie un poco el desorden. Me fijé en la gran bolsa de repostería y al abrirla había croissants. Sonreí porque definitivamente este había sido Aitor. Hice las demás cosas para el desayuno. Minutos después todos estábamos reunidos en la mesa. Romeo dio unas palabras agradeciéndonos por ser parte de su familia, también que se disculpó por que la casa no expresaba la alegría que de verdad se estaba viviendo en su casa. Lo que sí nos tomó por sorpresa fueron los regalos que tenía para darnos a todos. A mi me entregó un sobre y no quería tomarlo porque la verdad no deseaba que me diera nada. Una parte de mi se sentía culpable por todo lo que ha pasado su familia. —No tienes que darme nada Romeo —dije y él negó insistiendo en que tomará el sobre. —Deseo hacerlo Jia, por favor —asentí y lo tomé. —Ábrelo mamá —pidió Argus con una sonrisa y yo lo hice. Me quedé atónita al ver su contenido. Lo dejé sobre la mesa y miré a Romeo. —No puedo aceptar esto Romeo —dije empujando el sobre en su dirección. —Jia mírame, soy un anciano y ustedes son la única familia que me queda. De qué me sirve tener todo esto si no puedo compartirlo. Deseo que mis nietos disfruten de lo que les corresponde mientras yo viva —expreso y eso me hizo sentir algo super extraño en mi estómago—. No tengo como pagarte el haber estado siempre para ellos. Estoy seguro de que muchas personas en tu situación huyen, sin importarles sus hijos y tú te quedaste, aguantaste por ellos. Tu eres una mujer que merece muchas cosas y esta es una que te corresponde por derecho. No quiero que carezcas de nuevo, no mientras yo pueda evitarlo. Sus palabras me emocionaron hasta el punto de las lágrimas. No pude refutar o decir algo más. Solo un gracias salió de mi boca. Mis hijos vinieron y me abrazaron. —No se que sea, pero me lo imagino. Tu mereces eso mami por todos estos años de sufrimiento. Ahora ya no tendrá preocupaciones y eso me hace muy feliz dice Argus. —A ti muchacho, te tengo un puesto en una de las empresas que manejo. Deseo que comiences a conocer todo lo que tiene que ver con el negocio familiar —Miro a mi hijo sonreír y asentir. Terminamos de comer y cada uno se fue en diferentes direcciones. Los hombres se fueron en dirección al cuarto de juegos. Siento el olor del perfume de mi hija detrás de mí. —¿Pero qué es lo que veo por ahí, señora Jia? —pregunta tocando un punto en mi espalda. —¡¿Qué?! —pregunté asustada. —¿Trae ahí usted un chupetón? —cuestiona sorprendida. —¿Enserio? —me quité la coleta que andaba en el cabello para cubrir. —¿Por fin le diste la oportunidad a Aitor y conociste su voltaje? —pregunta de nuevo. —¡SUSANA! —dije indignada con mi rostro caliente ante su comentario. —Que bueno mamá, estoy muy feliz por ti. Ahora sin miedo al éxito. A disfrutar de tu relación y de tu vida. Nosotros te apoyamos en todo lo que te haga feliz —sonreí y nos abrazamos, hace unos años si me hubieran dicho que así sería mi vida, no me la hubiera creído. Por fin la felicidad y mi nombre estaban en una misma oración. Esperaba que nada ni nadie intentara de nuevo arrebatarme mi felicidad. ---------------------- Copyright © 2023 Valery Archaga Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2307154839257
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD