CAPÍTULO OCHO Se había hecho a la idea de que un viaje hasta Richmond le robaría todo el resto del día. Sabía que los viajes que estaba haciendo eran necesarios, pero no podía evitar pensar que podía haber hecho mejor uso de su tiempo en el coche si hubiera estado en acción, investigando. Como quería aprovechar al máximo su tiempo, hizo una llamada a la biblioteca Braille en Richmond, diciéndoles que iba hacia allá y que le gustaría hablar con un supervisor o un director cuando llegara. Además de conducir, no había nada más que pudiera hacer. Llegó a Richmond a las 2:49 de esa tarde. Le dolían los hombros y el trasero que estaban en tensión debido a su conducción apresurada. Todo ello le hacía sentir que se le estaba escapando el día de las manos al mismo tiempo que se agotaba cada vez