Mi cuerpo empezó a temblar de rabia mientras sentía los movimientos hostiles de su boca sobre la mía, completamente distantes a esos a los que yo me había acostumbrado y con los que había terminado fantaseando tantas veces. Pero lo que sí seguía siendo igual era el calor abrasador e hipnótico que lo envolvía… Eso era parte de Emmett, siempre lo había sido. «Pero este no es tu Emmett», dijo una voz en mi interior, una voz furiosa y potente que me instó a hincar mis dientes con violencia sobre su labio inferior hasta que le hice retroceder. —¡Maldita sea! ¿Estás loca? —gruñó con gesto feroz, tocándose el labio. —¿Yo estoy loca? ¿Acaso no ves lo que estás haciendo? ¡Suéltame! —exclamé tratando de liberarme del agarre de sus manos sobre mi cintura, pero él solo se aferró más. —Calla, maldi