|°01°| Un Milagro Conflictivo
Hospital Universitario Pitié Salpêtrière.
Distrito 13, París, Francia.
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Entré al estacionamiento del hospital a una velocidad poco prudente y estacioné en una maniobra que habría infartado a mi padre, pero no tenía tiempo para andarme con cuidado. Bajé del auto sintiendo que el corazón me palpitaba a mil por hora y corrí a toda velocidad.
No me detuve a hablar con la recepcionista ni a saludar a Susan, la mujer de mantenimiento, como hacía normalmente; en cambio, recorrí aquellos corredores que se habían vuelto tan familiares como los de mi propia casa.
Llegué a mi destino, abrí la puerta de un tirón y me detuve en seco justo en medio de aquella habitación llena de máquinas titilantes y cables en la que había pasado tantas horas de mi último año de vida… y entonces lloré.
Jamás me había detenido a pensar en lo que haría cuando eso sucediera, pero no habría apostado por el llanto; y sin embargo, ahí estaba, con manos frías y temblorosas, viendo al hombre que me miraba confundido desde la camilla.
—¿Irina? —Mi llanto se intensificó cuando oí la voz de mi esposo después de tanto tiempo rogando por ello.
—Dios, ¡Emmett! —Corrí hacia él y me abracé a su cuello—. Qué alegría que hayas despertado… Tuve tanto miedo de no volverte a ver.
—¿Irina? —preguntó una vez más, poniéndome alerta de inmediato. Me separé de él y posé una de mis manos en su mejilla, notando que me miraba como si fuese un fantasma.
—Sí, Emmett; soy yo. ¿Cómo te sientes? —balbuceé nerviosa—. La enfermera dice que pasé un año en coma, ¿es eso cierto?
—Me temo que sí. —Hice una mueca de pesar—. Tuviste un terrible accidente durante un viaje a los viñedos, saliste disparado del auto y te golpeaste la cabeza contra un muro de contención. Tuvieron que operarte de emergencia, te raparon durante varias semanas para poder sanar bien tus lesiones. —Acaricié la zona de su cabeza donde se había producido el peor de los daños—. Pero fue hace mucho… ya está creciendo otra vez, casi se ve como siempre.
—¿Y qué pasa con mamá? —preguntó de la nada, desviándonos del tema principal, no queriendo mostrar lo afectado que estaba por lo que acababa de contarle.
Me pareció increíble que incluso acabando de salir de una situación tan complicada, siguiera siendo el mismo renuente a mostrar sus sentimientos… El mismo Emmett de siempre.
—Tu mamá y tu hermana están en Obernai, se preparan para el aniversario de los viñedos. Y tu hermano… estaba en Berlín, la última vez que supe. —Me encogí de hombros, siempre trataba de no pensar demasiado en él—. Pero ya les avisé a todos, de seguro mañana estarán aquí, y Adrien… casi le da un infarto cuando lo llamé.
—¿Y por qué no estás con Damien?
—¿Con Damien, dices? —pregunté confundida—. Sí, si él está en Berlín… ¿Por qué estás tú aquí conmigo? ¿Acaso te dejó cuidándome?
—¿Cuidándote? ¿De qué hablas, Emmett?
No pude obtener la respuesta que necesitaba, porque en ese momento un par de enfermeras entraron a la habitación y empezaron a revisarlo tanto a él y a los monitores.
—¿Está todo en orden? —pregunté después de un rato en silencio, algo me estaba dando mala espina, tenía un presentimiento de que las cosas no andaban bien.
—Sí, cuando despertó le hicimos un par de preguntas personales y respondió sin problemas, parece estar lúcido y reaccionó bien a los estímulos. El doctor Giroud está en una operación justo ahora, pero ya ha sido notificado… Vendrá tan pronto como pueda, de momento estamos monitoreando su actividad cerebral, es lo que más nos preocupa, pues el señor manifestó tener dolor de cabeza apenas abrió los ojos.
—Aunque es muy probable que todo eso se deba al shock de haberse enterado de que estuvo inconsciente un año entero, yo diría que estará bien —añadió la otra enfermera.
—Claro… Es demasiado para procesar —murmuré, cayendo en cuenta de que Emmett se despertaba en una realidad muy distinta a la que dejó un año atrás—. De acuerdo, muchas gracias por todo.
—A su orden, señora Lefevbre —dijeron ambas mujeres antes de seguir con sus labores.
—¿Señora Lefevbre? —repitió Emmett.
Al girarme otra vez hacia él, lo encontré nuevamente con el ceño fruncido y no pude evitar sonreír, había pasado mucho tiempo desde que no veía esa expresión.
—Sí. —Dejé escapar una risita nerviosa—. Admito que aún no logro acostumbrarme.
—Por lo visto me perdí la celebración… ¿Hace cuánto te casaste con Damien? —Su pregunta me provocó un vuelco en el estómago.
—No estoy casada con Damien, Emmett. —Mi corazón latía con furia, temiendo por lo que estaba pasando, aunque no terminaba de comprenderlo del todo.
—¿Cómo no? La enfermera acaba de llamarte señora Lefevbre. —Sonrió con cierta malicia, aquello también lo extrañaba, había olvidado lo que se sentía ser víctima de sus encantos, pero no era eso lo que pasaba en ese instante… Emmett no intentaba seducirme, él parecía burlarse de mí—. Parece que por fin lo lograste, ¿no?
—¿Lograr qué?
—Atraparlo, claro. Mi hermano es como un grotesco jabalí salvaje, admito que nunca creí que una lindura como tú pudiera domarlo, pero…
—No lo hice —pronuncié con dificultad, entendiendo entonces lo que estaba pasando… Una cosa terrible si llegaba a ser cierta.
—¿De qué hablas?
—Sí, soy la señora Lefevbre, pero no estoy casada con tu hermano.
—¿Entonces, con quién…?
—Contigo, Emmett; me casé contigo. —Frunció el ceño una vez más y mostró gran confusión al oírme.
—¿Conmigo? ¿Pretendes jugarme una broma de mal gusto? ¿Cómo diablos me voy a casar contigo si tú eres y siempre has sido la mujer de Damien? —preguntó completamente fuera de sí.
—Pues la verdad es un poco complicado explicarte, pero lo que te estoy diciendo es cierto. —Me llevé una mano a la frente, nerviosa—. Damien y yo hace mucho que no estamos juntos, prácticamente desde que me casé contigo.
—¿Intentas decir que lo dejaste para casarte conmigo?
—Algo así. —Bajé la cabeza al responder, el tono en su voz era inconfundible, me juzgaba; él, que me había arrastrado a todo eso, me estaba juzgando.
—Sigue sin tener sentido para mí, ¿por qué me casaría yo contigo?
Me removí inquieta en el asiento, aún estábamos con las dos enfermeras en la habitación y no era prudente hablar de las razones reales de nuestro compromiso delante de ellas, en realidad nadie se podía enterar, ese fue parte del acuerdo; pero ahora parecía que Emmett había olvidado todo eso… ¿Qué iba a hacer ahora si lo que me temía de verdad estaba ocurriendo?
El doctor Giroud entró en ese momento y agradecí tener la oportunidad de pensar con claridad unos minutos más.
—Pues miren nada más quién ha decidido despertar —saludó el hombre con una efusiva sonrisa—. ¿Cómo te sientes, Emmett?
—Confundido —Fue la respuesta de mi esposo luego de un largo minuto de silencio.
—No esperaba menos, un año sin abrir los ojos es mucho tiempo, hijo. Vamos a darte un vistazo. Giroud estuvo revisando los signos vitales de Emmett, haciéndole preguntas y después de revisar varias veces los aparatos junto a su cama, se giró hacia mí para darme una de las peores noticias que me pudo haber dado luego de que mi esposo pasara un año en coma.
—Me temo que podemos estar en presencia de un episodio de amnesia; es bastante común en los pacientes que estuvieron prolongadamente en estado de coma. Tendríamos que hacerle algunos exámenes para asegurarnos de que no quede ninguna lesión en su cabeza, pero…
—¿Amnesia? ¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Jamás recuperará la memoria? —pregunté al borde de una crisis, eso no me podía estar pasando a mí; no podía creer que Dios siguiera poniendo más pruebas en mi camino.
—Pues la verdad esto es bastante común, señora Lefevbre. Lo normal es que el paciente vaya recuperando sus recuerdos con los días, en el peor de los casos duraría un par de meses, pero no puedo darle mayores explicaciones hasta que no se le hagan los chequeos correspondientes.
—Claro, entiendo. —Asentí llena de nervios.
«¿Emmett con amnesia? Esta tragedia cada vez empeora más», lloré internamente.
—De momento lo único que podemos decir es que es un verdadero milagro tenerte con nosotros —dijo el hombre dirigiéndose a mi esposo y poniendo una mano sobre su hombro, gesto que pareció incomodarle y eso me hizo sonreír en medio de ese catastrófico episodio, al menos sabía que en esencia seguía siendo el mismo, mi Emmett, y eso me dio algo de esperanzas.
El doctor estuvo un rato más en la habitación y luego se marchó diciendo que tenía que presentarle el caso a la junta, que volvería en una hora, y cuando estuvimos solos nuevamente la mirada de Emmett volvió a posarse sobre mí, esta vez pesando toneladas.
—¿Entonces? Estoy esperando una explicación a toda esta locura —exigió un rato después viendo que yo seguía sin responder.
—Pues ya escuchaste al doctor, al parecer tienes amnesia —murmuré con una sonrisa nerviosa, aunque sabía que no había nada gracioso en la situación.
—Sí, escuché bien. —Su tono fue cortante, ya me había hablado así antes, pero hacía tanto de eso que me pareció como de otra vida—. Asumiré que por eso no recuerdo nada de lo que me estás diciendo, pero asumiendo también que lo que me dices es cierto, tiene que haber entonces una buena explicación para que yo decidiera hacerlo… así que te escucho.
Di una profunda respiración y traté de armarme de valor; siempre se me había hecho complicado sentirme en confianza con él, nunca tuve oportunidad de acostumbrarme, pero ya no quedaba de otra, necesitábamos aclarar todo eso antes de que los demás llegaran.
—De acuerdo Emmett, te contaré lo que pasó… Porque es necesario que nos pongamos de acuerdo antes de que tu familia llegue. Abrí la boca, mientras mi mente me llevaba un tiempo atrás, cuando mi tranquila vida había sido sacudida por el huracán de los Lefevbre.