Seguía jadeando aterrada, mientras mi mente trataba, sin mucho éxito, de pensar en una forma de librarme del problema en el que había caído por culpa de mi imprudencia. —Gioconda, no sabía que estabas aquí, todo les quedó hermoso —murmuré mientras me ponía de pie, esperando que mi cumplido le hiciera olvidar mi comentario. Las cosas entre nosotros se habían civilizado un poco luego del accidente de Emmett. —No lo estaba, acabo de entrar porque te vi a ti entrar como una flecha. ¿Qué ocurre? ¿Estás enfadada por algo? —No, claro que no… —¿Segura? —Alzó una ceja mientras yo asentía—. ¿Y a qué te referías con eso de “maldita amnesia”? ¿Pasa algo malo? Abrí la boca y me quedé sin palabras un buen rato, sin saber cuál podría ser una buena forma de escabullirme de aquello. —No, para nada… E