El hombre frente a mí fruncía el ceño con desprecio… con odio, y en mi mente yo solo estaba intentando darle sentido a sus palabras. —¿Qué estás diciendo, Emmett? —pregunté atónita. —Digo que el niño no se parece en nada a mí, y, en cambio, se parece mucho a Damien —respondió con una sonrisa cínica, se burlaba de mí y me seguía costando entenderle. —Ahm… Creo que lo mejor es que yo me marche ya, Irina, hablamos luego, ¿sí? —dijo Annie entre tartamudeos, y entonces mi vergüenza fue absoluta, no había caído en cuenta que ella estaba escuchando todo. —Sí, Annie… Gracias por todo, yo… luego te llamo. —Mi voz estaba temblorosa, imposible de controlar. La dulce mujer me miró apenada y sacudió su mano sutilmente antes de salir del apartamento, y mientras veía la puerta cerrada, sentía cómo l