Capitulo Cuatro

965 Words
El jet surca los cielos de manera silenciosa, ningún sonido se escucha ni siquiera por parte de los tripulantes. Darel y Carlos se encargan de pilotear la nave mientras que los demás sólo aguardan por llegar. Misael y Liesse ni siquiera intercambian palabras, no desde lo sucedido la noche anterior. *Flashback* Misael entró rápidamente en la habitación besando a la rubia, ésto último tomó por sorpresa a la chica ya que desde que Ciudad Emma se fundó su comunicación casi fué nula y él se dedicó a ignorar – por decirlo de alguna manera – casi por completo a la alemana. —Misael...— susurra la chica. —Calla... No hables...— el muchacho acaricia su rostro. —Detente Misael— se aparta un poco.— ¿Por qué haces ésto? Un día me besas y a los siguientes me ignoras completamente.— la chica espera una respuesta. —Es... Complicado, ni yo lo entiendo.— el pelinegro gesticula. —¿Complicado? ¡Por el amor de Dios Misael!— se exaspera la rubia.— Me terminaste hace tiempo, sin siquiera darme una buena excusa y vienes ahora diciendo que es complicado, madura de una vez y dime qué es lo que realmente quieres. —¿Yo debo madurar? ¡Tú jugaste a dos puntas!— se revuelve el cabello molesto. —¡Jamás hice eso! Siempre fuiste tú primero.— la chica solloza.— Pero tal vez ya no quiero seguir esperándote. —Entonces no lo hagas, deja de esperarme  y vete con Caín. — el chico abre la puerta del dormitorio. —Al menos él no me trata como tú... ¿Qué te ha sucedido? No eras así cuando nos conocimos.— con tristeza lo observa. —Tengo responsabilidades.— y con un gran portazo sale de la habitación.—Por cierto, feliz cumpleaños. *Fin flashback* El ruso suspira, a veces no puede controlar sus impulsos y tiende a decir cosas de las que después se arrepiente. Carlos observa el ambiente, no le agradan los silencios incómodos y mucho menos cuando son de parejas. Aún no comprende cómo es que esos dos siguen peleados o distanciados, él por su parte observa a su novia; luce radiante el día de hoy con una coqueta coleta en la que sostiene su bonito cabello, sonríe de lado, si que es afortunado. —Nos acercamos a Ciudad de México.— da aviso Darel. —¡j***r! ¿Los rebeldes cabrones son mexicanos?— los ojos del chico se abren asombrados. —No Carlos, es un punto de encuentro que decidimos.— ríe Misael. —Por un momento creí saber el porqué de mi actitud.— suelta el mexicano. —No nos digas, de seguro es tu sensualidad.— habla Jamie. —Eso y que soy jodidamente hermoso, admitelo Jamie fantaseas conmigo en las noches.— el mexicano eleva las cejas en un cómico movimiento. —Fantaseo que te golpeo.— ríe la morena seguida de Liesse. —Eso lo dices porque está tu novio presente, pero sabemos que quieres duro contra el muro y fuerte contra el muelle.— todos explotan en carcajadas. —Tenemos compañía.— Darel se pone de pie dejando el control de la nave en modo automático. Frente a ellos, pueden ver una pista de aterrizaje y en ella varios vehículos y gente a su alrededor; al parecer han ido a recibirlos y deben estar preparados para cualquier contratiempo. Con sus uniformes listos – pareciendo miembros de los X-Men como asegura Carlos– se dirigen a la salida del jet, dónde un hombre de unos cuarenta años los espera. —Sean bienvenidos, llevamos tiempo queriendo conocerlos.— el hombre sonríe amable. —No lo puedo creer, me siento Hannah Montana.— dice Carlos sonriendo. —Es un placer, soy Misael, ¿Es usted el líder de los rebeldes?— pregunta el ruso. —No, yo soy uno de los comandantes de las tropas, vine a llevarlos hasta el hotel dónde se están hospedando mis superiores. Debido al lugar que escogieron para el encuentro tuvimos que pedir un par de habitaciones. — el hombre camina tranquilo. El grupo sigue al canoso hombre hasta el comienzo de la hermosa ciudad, Carlos sonríe ya que le llegan a la mente buenos recuerdos de su difícil infancia; a pesar de lo complicado que fué pudo tener momento dichosos. Micaela toma su mano, sabe que es algo extraño para el chico volver después de tanto tiempo. Jamie y Liesse observan con atención todo, ellas no conocen México y todo en la colorida ciudad les llama la atención. Está demás decir que todos los ciudadanos los observan fascinados, saben perfectamente quiénes son ellos y de lo que son capaces; el mundo entero conoce sus rostros ya que se convirtieron en la cara de la libertad sin mencionar que desenmascararon a una de las mujeres más complicadas y astutas que la milicia estadounidense tenía. El modesto pero atractivo hotel los recibe con bebidas y una excelente atención, desde el interior un pequeño de no más de seis años corre hacia el hombre que los guía. —¡Abuelo Thomas! ¡Has vuelto!— grita el pequeño abrazándolo. —Lamento la tardanza Bastian.— el hombre le da un cariñoso abrazo y se aparta.—Debo llevar a los chicos con el supervisor, espera aquí. Al pasar por al lado del pequeño todos notan lo distinto que es de su supuesto abuelo; Thomas lleva el cabello oscuro con bastantes canas y bonitos ojos color chocolate, pero el pequeño es completamente rubio y deojos verdes. Como si él supiera lo que piensan los miembros del equipo explica que la madre del pequeño era alemana y falleció al darlo a luz, sin ningún pariente que pudiera hacerse cargo del bebé, Thomas decidió quedarse con él. —Es la luz de mi vida, es un pequeño maravilloso. Lamentablemente no puedo enseñarle nada sobre sus orígenes. Yo soy estadounidense no alemán.— se encoge de hombros. —Yo podría enseñarle algunas cosas, soy alemana. — Liesse sonríe. —Sería fantástico.— asiente satisfecho el hombre.— Mis jefes los verán pronto, espero no haya ningún inconveniente. Misael observa a sus compañeros por el último comentario, todos intercambian miradas de duda y desconfianza pero ya están aquí, no pueden echarse atrás así como así; deben averiguar que es lo que está pasando realmente y en qué parte los perjudica a ellos y a los habitantes de la ciudad.  
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