Capítulo 9:La batalla del gólem 2° parte

1833 Words
El sabor a sangre inundó la boca de Erick y el punzante dolor de su labio era similar al que palpitaba en los nudillos de Seb. Al momento que Erick cayó, los dos amigos de Seb celebraban y se emocionaron por la brotante sangre como un par de chimpancés. Por su parte, Marco, el mejor amigo de Erick miraba atónito decidiendo cuál sería su siguiente movimiento. La idea de interponerse entre su ahora abatido amigo y el demente de Sebastián, parecía una idea heroica pero dolorosa. Además de inútil, ya que Marco no era mucho más fuerte que su amigo, el único resultado sería que ambos cayeran. – ¿Estás listo para hablar, mierdita?– Le preguntó Seb, parándose imponente frente al abatido niño. La situación era seria, Marco lo sabía, carajo, lo sabía desde un día antes, cuando Erick le pidió su compañía para ir a los llanos a buscar a Owen. Pensó en negarse, más que eso pensó en intentar persuadir a su amigo de no ir, pero la forma en la que se lo propuso, sonaba muy determinado y su plan sonó bastante razonable. –La búsqueda solo cubrió el sur del pueblo, después buscaron en el lago y el río. Debemos ir a los llanos, nunca buscaron ahí. Los llanos estaba al norte del pueblo, es la zona más poblada y cercana al bosque del pueblo, es por eso que la policía excluyó ese lugar de la búsqueda. Los llanos era lo que los jóvenes llamaban “un sitio sin ley”, los adultos no iban a los llanos, eso era territorio para las adolescentes. Un lugar donde los muchachos iban a tomar cerveza, fumar cigarrillos e incluso a vivir su despertar s****l. También era el hábitat de varios borrachos y vagabundos. Un lugar peligroso para un par de niños de doce años y ahí estaba el resultado. Varios metros después de que los niños brincaron la barda que separa el pueblo del bosque fueron emboscados por la pandilla de Seb, antes conocida como la pandilla de Tony. Cuando Antonio desapareció el pequeño grupo de cuatro se quedó sin un líder y para jóvenes que piensan tan poco como ellos necesitaban a alguien al frente que tomará las decisiones por ellos, fue entonces que Sebastián, el mejor amigo de Antonio, tomó el liderazgo. Su primera orden fue “vamos a matar a la mierdita”. La última vez que Seb vio a Tony fue la misma vez que Erick lo vio, en el enfrentamiento del gólem, el día “D”. –¡Qué no se vayan!– Fue la última orden que el General Tony le dio a su oficial Sebastián. Quien tan solo de oír estas palabras corrió tras Erick y Marco, que huían por la calle lateral del Gólem. Ahí dejó a su oficial al mando, sujetando con fuerza con la gran Muralla Owen. Después de la desaparición de Tony, Seb no podía sacarse de la cabeza que todo fue planeado, esas mierdas, seguramente secuestraron a Tony y se lo ofrecieron a el Heraldo que habían encontrado en el bosque. De alguna forma pudieron con el más cabrón de todo el pueblo y ahora estaba en él encontrar venganza. Mataremos a esas mierdas– Les dijo a Rodrigo y a Héctor, que lo miraban como la resurrección de un profeta dando los nuevos mandamientos– Primero les sacaremos todo su maldito plan, están escondiendo a Owen para no levantar sospechas de que él ese maldito es un puto asesino. Haremos que nos lleven a él y después los botamos en el bosque para que el monstruo los asesine como lo hicieron con Antonio. La idea de matar a unos niños era emocionante para la pandilla, nunca habían matado nada más grande que el perro de la señora Irma. El graduarse a asesinos, aunque fueran simples cómplices de la bestia, sonaba como algo nuevo, un logro alcanzable, un sabor que pocos conocen. Pero no todo fue tan sencillo, el plan se dificulto. Los tres adolescentes pasaron varios días siguiendo a Erick, pero desde el descubrimiento del cuerpo, la mierdita nunca estaba sola. Su hermana mayor, la sexi Verónica como le decía Tony y la zorrita de su amiga, Nayeli, siempre lo escoltaban al salir de la escuela y una vez en su casa, no salían de ahí. Los ánimos estaban bajando rápidamente y el plan del asesinato, poco a poco se convertía en una fantasía, un juego que habían tenido. Rodrigo y Héctor se cansaron de la constante vigilancia y querían volver a los viejos hábitos. Ir al Gólem a jugar videojuegos, colarse por la entrada de emergencia del cine y ver una película, intentar comprar (o robar) pornografía del puesto de periódicos y molestar a niños más pequeños. Incluso Seb estaba apunto de ceder, pero esa tarde sucedió. Erick y Marco se separaron de Verónica, quien se fue con su amiga, quien sabe a donde. No se dirigieron al Gólem, como era la costumbre antes del día D, está vez se dirigieron al norte. A Seb se le hizo agua la boca, sabía que cualquier menor de edad que fuera en esa dirección iba a los llanos. Esto mejoraba drásticamente su plan. En el bosque había menos probabilidades de que alguien los relacionara con la desaparición de esas basuras. Los tres adolescentes corrieron por las calles aledañas, cruzaron la barda a mundo abierto y se escondieron entre los árboles, unos minutos después los niños cayeron en la emboscada. Dejaron que entraran un poco en el bosque, lo suficiente como para pasar a Héctor y Rodrigo, después Seb se mostró frente a ellos, cortándoles el paso. –Hola mierditas ¿Olvidaron que tenemos cuentas pendientes?– Les dijo. Los niños intentaron retroceder pero sus secuaces ya estaban detrás de ellos y los sujetaron con fuerza para evitar que volviera a huir, el oficial aprende de los errores de su general. –Sé lo que hicieron así que quiero que me digan ¿En donde está la maldita Muralla y en donde está el Heraldo? La pregunta tomó completamente desprevenidos a los niños. –No sé de qué hablas– Le contestó Erick, con un tono retador que Marco jamás había oído. Fue cuando Seb se paró frente a él, los dos años de diferencia se notaban en la estatura, incluso podía pasar por alguien tres o cuatro años mayor, el rostro de Erick estaba a la altura del pecho de Sebastián y un poco más abajo de su hombro, es por eso que el puñetazo fue un poco en picada, incluso un poco más ya que apuntó directamente al labio del niño. Rodrigo dejó que Erick cayera al suelo, mientras él gritaba y tensaba los músculos al ver la sangre saliendo de la boca del niño. Erick se dio vuelta y se puso sobre las rodillas. Seb le pateó las costillas pero el niño no rodó como había pensado que pasaría. Entonces le puso el pie en la espalda y dejó caer todo su peso de un joven de catorce años, Erick no pudo con el dolor y el peso, y cayó. La tierra le entraba por la boca, tuvo que cerrar los ojos para evitar que la tierra que volaba le entrara por los ojos. –¡Así te quería como el puto insecto que eres!– Dijo Seb sin quitarle el pie de encima.– ¡Ahora dime dónde está esa maldita Muralla! El recuerdo de Owen le provocó a Erick una ciega furia, similar a la que tuvo un par de días antes en la reunión, con todas sus fuerza presionó y pudo colocarse nuevamente sobre las rodillas. Seb se tambaleo, temía caer y quedar en ridículo, entonces opto por quitar su pie y darle otra buena patada en las costillas. El aire escapó del cuerpo de Erick, quien ahora sí rodó sobre su espalda. El niño era más rudo de lo que Sebastián recordaba. Necesitaría encontrar otra forma para hacerlo hablar. Dio unos pasos atrás y se dio media vuelta. La mirada repleta de emoción de sus dos compinches y la mirada suplicante de las dos víctimas no lo dejaban pensar. Sintió un rectángulo de cartón presionando su costilla. Del bolsillo interior de su chaqueta sacó una vieja cajetilla de cigarros Rain, aun le quedaban tres, tomó uno y se lo llevó a la boca, lo encendió y con la primera bocanada se le ocurrió una serie de terribles y dolorosas ideas que podía hacer con tres cigarrillos. La idea le produjo una escalofriante sonrisa por donde el humo escapó. Se dio media vuelta hacia el público, casi como un mago apunto de presentar su truco final, pero en vez de ser recibido con aplausos y vitoreos, solo escucho un: –¡Seb, cuidado! El puño de Erick voló hacía la mejilla de Sebastián y el impacto le sacudió todo el cuerpo. El cigarrillo voló de la boca de Seb y cayó al suelo, después de su dueño. Antes de que su cerebro se recupera de la sacudida, Erick brinco sobre el pecho y con una serie de débiles pero firmes golpes azotaron el rostro de Seb. El primer golpe fue en el ojo derecho, el segundo en la mejilla, el tercero, cuarto y quinto, en el labio superior. Fue más o menos en el cuarto golpe, que algo crujió dentro de la boca de Seb, Erick también lo sintió y por eso golpeó nuevamente ahí. Ninguno de los tres espectadores podía creer lo que estaba viendo, la escena parecía una tonta caricatura donde el ratón le da su merecido al gato, pero menos divertida. No fue hasta el quinto golpe que Héctor corrió a detener a Erick. Y en cuanto Héctor actuó, Rodrigo actuó detrás de él. Cada uno tomó a Erick de un brazo y lo arrastraron un par de metros, lejos de su jefe. –¡Mierda!¡¿Seb, estás bien?!– Le preguntó Rodrigo. Seb, se sentó sobre la tierra con la espalda curvada y la mirada perdida en el suelo. Un grueso hilo de sangre caía de su boca y nariz, la sangre caía sobre la tierra que poco a poco la envolvió y se convertían en uno. Después de unos segundos se levantó. Los miró con ojos vacíos. –Essstassss muerrrto– Dijo mientras trozos rojos caían de su boca. Seb intentó atraparlos en el aire, pero solo uno de cuatro cayó en su palma. Una pequeña piedra blanca bañada en pintura roja. Abrió la boca y se llevó el pulgar a los dientes delanteros o donde debían estar. Ahora solo quedaban los cimientos destrozados que sujetaban sus dientes a su boca. El miedo inundó la mirada de Seb, lágrimas llenaron sus ojos y cayeron cuando la ira inundó su mirada. Dio un par de pasos decididos a matar a golpes a Erick cuando un par de risas retumbaron a su alrededor. Al parecer había más público que sus amigos y sus víctimas.
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