Killian llegó a la estación de trenes de la muralla del lado humano, había tenido un viaje un poco desagradable, pues no tenía sirvientes a su alrededor que vieran por sus comodidades excéntricas dignas de un príncipe. Por lo que él mismo tuvo que atender sus necesidades básicas como abrir la puerta del baño, ir a buscar una botella de agua para tomar por él mismo, entre otras cosas.
Era pasado medio día, cuando finalmente llegó a la estación humana donde tres de los humanos que conformaban la asociación mundial de humanos lo estaban esperando, como era de esperar la estación del tren estaba casi vacía, pues no había mucha interacción entre hombres lobo y humanos más allá de ser meramente política.
El rey Lobardo había solicitado un permiso especial para el príncipe Killian quien deseaba conocer de cerca a los humanos para entenderlos y llevar una mejor relación con ellos, cuando el momento de ascender al trono llegara, habían logrado una relación cordial entre ambas especies, respetando territorios y manera de vivir desde la última confrontación que ambos tuvieron hace muchos años atrás.
Ahora los licántropos sólo eran leyendas en el imaginario social, a través de relatos, libros e incluso películas. Sabían de su existencia pero irónicamente los humanos no creían que existieran, ese fue el acuerdo con el cual sellaron el tratado de paz.
— Su alteza —saludaron al unísono los tres hombres vestidos de n***o haciendo una inclinación ligera de respeto, el príncipe los vio indiferente.
Bajó del vagón con su maleta en mano, solo se limitó a ver de reojo a los humanos que habían ido a recibirlo.
— Su padre nos ha enviado una petición especial, de que desea estar viviendo un tiempo entre nosotro los humanos, lo cual nos complace que así sea por el bien de la paz entre todos —decía uno de los hombres de n***o, Killian lo escuchaba atento, parecía que el individuo estba dando un discurso político.
— Lo que más nos ha sorprendido es que desea conocer nuestras raíces de fondo, lo llevaremos al barrio más pobre de la ciudad — decía otro de los hombres, Killian abrió los ojos como platos ante la sorpresa de las palabras.
— No es necesario —dijo repentinamente con las palabras más amables que pudo haber dicho el príncipe en toda su vida— estaré bien si me llevan a uno de sus barrios más lujosos.
— Pero príncipe Killian, ahí no podrá conocer las raíces que nos sustentan como r**a humana y usted desea eso, le deseamos una feliz estancia —decía el otro hombre vestido de n***o.
Caminaron edificio adentro, había oficinas por todos lados, aunque todo lucía, blanco, pulcro y minimalista, no dejaba de parecer un edificio de papeleos políticos y ultrasecretos por todos lados. Los hombres lo condujeron a través de un escáner donde le registraron sus huellas, dactilares, le escanearon su rostro y le dieron una serie de documentos oficiales con los cuales ante la sociedad humana confirmaba que era una persona “común y corriente”.
— Con esta serie de documentos príncipe Killian, puede vivir una vida normal en nuestro mundo, puede estudiar o conseguir un trabajo, como todo humano normal
— Trabajar, ummm ¿qué es trabajar? —preguntó Killian ingenuamente, los hombres de n***o echaron a reír, pues las palabras del príncipe sonaban a broma aunque el príncipe hablaba enserio.
Lo condujeron, por un pasillo desierto, llegaron a un lobby completamente vacío donde una recepcionista les sonrió a todos, cruzaron el lugar atravesando la puerta de vidrio donde un coche n***o con un chofer estaban esperando.
— Bien príncipe Killian —dijo uno de los tres hombres, extendiendo su mano para depositarle un teléfono celular en las manos —si se encuentra en problemas o desea regresar solo encienda el teléfono y presione el botón verde, y alguien de la asociación mundial de humanos se aparecerá a auxiliarlo — dicho esto el príncipe entró al carro de manera altanera sin voltear a ver a sus anfitriones.
El chofer y el príncipe emprendieron el camino fuera de las instalaciones secretas gubernamentales. Kilan veía a través de la ventana como el camino solitario iba tomando forma poco a poco de una enorme ciudad que ni él mismo sabía que le cambiaría la vida.
Valle Verde era una ciudad enorme, de clima frío, llena de pinos, y con enormes rascacielos por todos lados, la hacían una exquisita combinación entre lo civilizado y la naturaleza que tenía alrededor dándole un perfecto equilibrio, lo cual era un lugar muy cómodo para vivir ahí. El chofer condujo el auto por las zonas más hermosas que pudo haber imaginado, las calles limpias, la infraestructura con connotación inglesa que le daba cierta elegancia a los grande edificios, las autopistas, así como las casa con su enormes jardines, tenían maravillado al príncipe.
Él suponía que vivir en un barrio “pobre” después de todo no era una mala idea, pues vivir en una casa “chica” como las que estaba viendo en ese momento no resultaría del todo mal, de hecho pensaba que sería divertido vivir como los humanos vivían desde sus raíces. Después de veinte minutos de viaje, vio que el panorama comenzó a cambiar, pues las calles comenzaba a reducirse volviéndose más angostas, la impresionante estructura de connotación inglesa y pulcra se comenzó a convertir en simples edificios llenos de moho y despintado por fuera con “adornos de pintura de mal gusto”, vio a través de su ventana como dos chicos con pintura en spray llevaban a cabo una decoración tan nefasta, el príncipe en su lamento solo se llevó una mano a la frente.
Las calles comenzaron a tener más suciedad, era demasiado susceptible a los olores y ruidos por lo que pudo comenzar a percibir un fuerte olor a caño, mezclado con lodo, putrefacción y animales muerto ocultos en algún lugar, lo cual dio un deseo enorme por vomitar. Sin contar con los ruidos que comenzaba a percibir del claxon de los carros, discusiones de gente y construcciones por reparaciones por todos lados.
— Disculpa, se supone que debo estar en una zona pobre para conocer las raíces humanas ¿está es la área de tortura? —preguntó el príncipe al chofer
— Esta es un área pobre señor, me dijeron que su alquiler está justo en ese edificio —el chofer paró en el edificio más desgastado de la zona.
El edificio estaba casi en obra negra, le faltaba pintura por todas partes, en vez de eso estaba adornado de hongos negros por la parte de afuera, las puertas, paredes y ventanas estaban completamente desgastadas.
— Tal vez prefieras llevarme a un lugar un poco más elegante —dijo el príncipe con todo el encanto posible que encontró en su ser.
— Tal vez señor pero dudo que tenga dinero para pagar algo más, fueron las indicaciones que me dieron, así que buena estancia —el aura de encanto de Killian se vio cortado abruptamente por las palabras del chofer que lo invitaban a bajar del carro a prisa.
— Esta bien bajaré con la cabeza en alto y —estaba abriendo la puerta con su pequeña maleta en mano cuando se llevó la mano libre a su nariz respingada de manera casi inmediata, un sonido de casa de terror apareció en su cabeza apareció cuando olió la calle por completo “¿Por qué me está pasando esto a mi?” decía el príncipe con trágico dramatismo en sus pensamientos.
Minutos más tarde se encontraba en un intento de departamento, observó el lugar con cautela viendo con su extraordinaria vista de alfa que no hubiera pulgas, para su mala suerte, se encontró con la desagradable sorpresa de que había ratas y moho por todos lados, sin contar las tres goteras en el techo, comenzó a estornudar como una locomotora de vapor a toda velocidad al darle alergia.
Con los ojos inflamados y la nariz hecha trizas de tanto estornudar, sacó de su maleta su pijama para cambiarse, había sido un largo día y lo único que quería era descansar. Sin embargo Kil se encontró con un sobre rojo dentro de sus pertenencias, se trataba de una carta de su padre ¿pero en qué momento el rey le había puesto una carta dentro de su equipaje? Sentía enojo con él por lo que le estaba haciendo pasar en ese momento, aun así, abrió el sobre rojo para leer el mensaje.
“Tienes cinco años permitidos en el mundo humano, recuerda no llamar la atención, a tu regreso anunciaré tu compromiso con Bika Santorini. Si no crees en las lunas, al menos ella será conveniente como una futura reina para los licántropos”.
Rey Lobardo Licanto