Killian no resistió la tentación de regresar sobre sus pasos, tentado por lo que se encontraría al llegar de nuevo al puente. Eduardo veía con cierta incertidumbre a la figura masculina que tenía frente a él, un hombre de aspecto desaliñado, con ropa sucia, un tanto empapado y con un olor a perro mojado que solo él podía percibir. Los ojos, ahora, azul muy pálidos de Killian, veían con el ceño fruncido las manos entrelazadas de la pareja, se sentía como a punto de escupir lava sobre el muchacho de piel pálida que estaba sosteniendo a Alora, lo quería despedazar, hacerlo añicos, arrancar a la chica de su mano y llevársela lejos de él, hacerla suya y ¿marcarla? sacudió un poco su cabeza al entender un poco sus pensamientos ¿cómo le podía hacer sentir mejor el morder a una mujer que le atra