Cuándo Melisa me prometió que estaría más relajada y feliz después del spa, los tratamientos y los masajes; no estaba mintiendo. Estaba tan relajada, que sentía que flotaba. Mis ojos se desviaron a Melisa, quién tenía los ojos cerrados mientras tomaba un sorbo de champaña que habían traído hace unos minutos. Yo me tuve que conformar con una mimosa sin alcohol. —Joder, me voy dos minutos y ya te apoderaste de mi spa —una voz con profundo acento llamo mí atención. Una alta y muy bonita mujer, que me recordaba a Blancanieves, miraba a Melisa con una media sonrisa. —¿Apoderarme? Nena, estoy comprando tus servicios —informó Melisa antes de sonreír. —Hasta donde yo sabía, la champaña no estaba disponible para cualquiera. —Perdóname, perra, pero yo no soy cualquiera —espetó Melisa, antes