Siete

1846 Words
Tras un silencioso camino en el vehículo de Alek, un precioso Ferrari descapotable de color n***o, llegamos a la casa donde comenzó mi nueva vida. Intentaba no pensar demasiado en lo que había ocurrido con aquel hombre asiático y también intentaba no pensar en lo que había pasado en esa pequeña y modesta casa. Tenía la certeza de que algo debía haber pasado en la vida de Alek para que pasara a ser el mayor narco de Europa. —Alek, necesito ver a Brandon —exigí. —¿Por qué? —me miró receloso. —Es mi hermano y quiero verlo —alcé la barbilla, ya que comenzaba a acercarse lentamente a mí. —Eso no entra en el trato —dijo con actitud amedrentadora. —Hago todo lo que me pides. Lo mínimo que puedes hacer… —Lo mínimo que podrías hacer tú sería dejar de quejarte a cada encargo que tienes que hacer y dejar de exigir, no estás en condiciones de hacerlo —habló seco. —¿Quejarme? ¡Disculpa si me saca de los nervios el hecho de que mates a gente y te quedes tan ancho! —me alteré rápidamente. —Te equivocas absolutamente en todo —apretó los dientes—. Cinco minutos. Alek me acompañó hasta la habitación del sótano, aquella habitación a la que entré el primer día. Mi hermano ya no se encontraba atado ni amordazado y habían colocado una cama, unas cortinas y la habitación estaba más limpia de lo que recordaba. Sin embargo, mi hermano no tenía buen aspecto, parecía que alguien le había pegado una paliza horas atrás. Alek salió de la habitación, echando la llave. Sonreí un poco, ya que eso de encerrar a la gente en los cuartos parecía ser su predilección. —¡Brandon! —lo abracé, teniendo cuidado de no lastimarlo. —Ari… ¿Cómo estás? —me sonrió. —He estado mejor, pero a fin de cuentas, estoy viva. ¿Y tú? —Acaricié su rostro con cuidado. —No sabes cuánto lamento meterte en este lío —dijo arrepentido. —Estoy segura de que todo saldrá bien —le animé, aunque no estaba muy segura de ello. —¿Te has acostado con él? —dijo con los puños apretados. —No, aún no —suspiré. —No lo hagas, por favor. No quiero que una lacra como Alek te quite esa inocencia de golpe —me miró suplicante. —Brandon, relájate —traté de asirlo, pero se soltó algo alterado. —Es que… Es un cerdo maldito y no quiero que… —Brandon, el otro día no pudimos hablar demasiado y tengo muchas preguntas —le dije muy seria. —Adelante… —¿Cómo te metiste en este mundo, cómo conociste a Alek? Él resopló, parecía frustrado. —La tercera vez que vine a Rusia ya tenía algunos amigos —sacudió la cabeza—. Uno de ellos me aconsejó trabajar para Alek, me dijo que ganaría mucho dinero y no lo dudé. Sentí un escalofrío recorrer mi espina dorsal. —¿Y qué pasó después? —Tenía que hacerle un p**o a Alek, pero me robaron el dinero. Se lo expliqué, pero no se mostró compasivo —terminó de explicarme, bastante molesto. —Es un monstruo —dije con convicción. —¿Te ha hecho algo? —me miró sumamente preocupado. Negué con la cabeza, pero Brandon me miró de arriba abajo, buscando algún indicio y entonces vio que una de mis mejillas no estaba con su color habitual, ni aún escondido detrás del maquillaje. Quise explicarle, pero Alek volvió a entrar y Brandon se abalanzó sobre él sin decir nada más. Todo fue demasiado deprisa y quise detenerlos, pero meterme en medio sería recibir un golpe de cualquiera de ellos porque estaban tan enfrascados en sus cosas… Temía por la vida de mi hermano y que éste le hiciera algo a Alek lo suficientemente malo como para que buscara vengarse. —¡Ya basta! —grité desesperada. Ambos se detuvieron, pero se miraron entre sí con un odio que anudó mi estómago y no pude entender el porqué. —Si vuelves a tocar a mi hermana, te mataré, Alek —gritó Brandon, rojo de ira. —No te conviene hacer eso, si lo has olvidado, tu hermana está bajo mi poder —refutó el ruso. —¡Y una mierda! —mi hermano estaba fuera de sí. —Brandon, por favor… Fue mi culpa… Quise escaparme y dejarte aquí tirado —le mentí. —¿Qué? ¡Tendrías que haberlo logrado, maldita sea! A fin de cuentas, sabemos que Alek me matará —mi hermano sonrió con suficiencia, como si aceptara su destino. —Yo siempre cumplo mis promesas, americano —escupió Alek. —Chúpame el p**o, maldito ruso —espetó mi hermano. Cada vez que se veían, discutían y supongo que era lógico, pero estaba cansada de aquella situación, así que me marché de la habitación, ante la mirada atónita de ambos. No llegué muy lejos porque los tacones me mataban, así que me detuve un momento para quitarme los zapatos y Alek giró una esquina deprisa, buscándome y acabó tumbado sobre mi cuerpo. —Te estaba buscando —se levantó deprisa y me ofreció la mano para ayudarme. —Tranquilo, no me voy a escapar —me levante sin su ayuda y lo oí suspirar. ¿Qué esperaba? ¿Que me sintiera como una damisela en apuros en su presencia? —Escucha, Ariana… —suspiró—. Espera, ¿por qué has mentido a Brandon? —me miró extrañado de repente. Tragué saliva. —Quería evitar que se enterara de que me pegaste y se peleara contigo, aunque no ha servido de nada —puse los ojos en blanco. —Deberías haberle dicho la verdad si tanto me odias —me miró a los ojos, pero fue el tono de su voz que me causó escalofríos. —Eres tú el que me odia —le sostuve la mirada sin pestañear. —¿Por qué crees eso? —me miró extrañado de nuevo. —Me tratas con la punta del pie —le reclamé. —No es que tú seas mucho más agradable. —No estoy acostumbrada a estar rodeada de mafiosos asesinos. Mi vida es muy diferente a ésta —le expliqué, tratando de ser condescendiente. —¿Cómo era tu vida antes de esto? —preguntó interesado. —Era la directora de una empresa de marketing, aunque estoy segura que ya lo sabías —una pequeña sonrisa se asomó en mis labios, pero la borré cuando sus ojos se dirigieron a ese lugar. —Sí, te he estado vigilando desde hace algún tiempo, pero ese no es el punto. —¿Y entonces? —alcé una ceja. —Ariana, mi vida es peligrosa y está llena de problemas. Brandon tuvo la opción de elegir y eligió mal —explicó. —¿Y tú por qué elegiste esto? —No tuve opción. —¿Por qué? —Negocio familiar —contestó al fin, luego de unos segundos. Agarré mis tacones mientras analizaba esas palabras. Hasta hacía unos minutos, él mismo me había pedido que no indagara en su pasado y ahora él me lo contaba, lo que implicaba dos cosas. Una de ellas era que él ya estaba empezando a confiar en mí, sobre todo, a raíz de mentirle a Brandon. Ni siquiera sé por qué lo había hecho. Es cierto que quería evitar una pelea, pero si fuera una persona normal, habría hecho lo contrario sólo para disfrutar viendo sufrir a Alek. La otra cosa era que si él me hablaba de su vida y yo de la mía, nos estábamos conociendo un poco mejor y eso era algo que no quería. Me asustaba Alek y su forma de vida, seguía pensando que de verdad el frío afectaba a su mente y era bipolar o tenía algún trastorno extraño. Caminé hacia la habitación con los tacones, seguida muy de cerca por Alek. Sin embargo, cuando estuvimos en su cuarto, por primera vez desde que llegué, él no echó la llave de la habitación, cosa que me sorprendió y otra idea asaltó mi mente. Estábamos solos de nuevo en su cuarto, pero él parecía odiar el hecho de que yo era inexperta en el sexo. No sabía por qué a un hombre podía molestarle tanto eso, sobre todo cuando él había dejado claro que el sexo sería otra parte importante en mi estancia aquí. —Sé que tal vez no te sientas cómoda con lo que voy a pedirte, pero quiero que te arregles y me acompañes a cenar esta noche —esta vez no fue capaz de mirarme a los ojos. —¿Es otra de mis misiones? —suspiré resignada. —No exactamente. En esta ocasión, no tenemos que matar a nadie. Necesito que seas mi acompañante, nada más —me miró esta vez. —Claro, no tengo otra opción —tragué saliva sin saber por qué. —Podría buscar a otra chica, pero te prefiero a ti —dijo y evité morder mi labio, pero sonreí con timidez. Sabía qué clase de persona era Alek y también sabía que no hablaba en serio cuando decía que me prefería, porque eso querría decir que le parecía hermosa y bueno… Claro que podría tener a otra, a la que quisiera, pero… argh, ya me estoy enredando yo sola… No quise darle muchas vueltas, no tenía nada que pensar, así que elegí la ropa para aquella noche y tras el visto bueno de Alek, fui a ducharme y cambiarme. Para aquella ocasión, elegí un vestido de tonos dorados con pedrería oscura que iba de un lado a otro del cuerpo. Elegí complementos a juego y decidí peinarme con un recogido trenzado en mi pelo. Una vez lista, me enfrenté a la mirada apreciativa de Alek, que me sonrió con ganas y me ofreció su brazo a lo que no supe reaccionar. —Vamos, Ariana… No muerdo —dijo burlón. —Es verdad, haces cosas peores —espeté. —Entierra el hacha de guerra sólo por esta noche, ¿sí? —me pidió y parecía sincero. —No me queda de otra. Vamos —suspiré. Finalmente, acepté el brazo que me ofrecía y salimos de la casa, dándome cuenta de lo hermosa y grande que era y preguntándome dónde iríamos a cenar y con quién. El chófer nos llevó en limusina hacia uno de los restaurantes más lujosos de la ciudad, situados muy cerca de la famosa Plaza Roja de Moscú, que veía alumbrada con las luces nocturnas y me quedé mirándola impresionada. —Es precioso… —susurré con emoción. —No tanto como tú, Ariana —expresó con voz suave, distinta. —Me hubiera gustado conocerte en otras circunstancias, Alek —negué. —Las circunstancias pueden cambiar. La sonrisa deslumbrante de Alek causó un extraño efecto en mí, por lo que correspondí su gesto, al tiempo que el auto se detuvo frente a un restaurante de lo más lujoso, como ya había mencionado.
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