Ocho

1831 Words
El frío era insoportable en el exterior, por suerte, sólo tendríamos que bajar del auto entrar en el restaurante, ya que estábamos en la puerta. Sin embargo, cuando estuve a punto de entrar, Alek me agarró del brazo con suavidad y con la mirada me indicó que esperase para entrar. Rodeé mi cuerpo con mis brazos para darme algo de calor por encima del recio abrigo, hasta que Alek apartó mis brazos y pasó el suyo por encima de mis hombros. Le miré extrañada ante su gesto galante. La verdad era que desde que habíamos vuelto de esa pequeña casa a su escondite, se estaba mostrando mucho más agradable. Aún así, no podía olvidar quién era en realidad. Alek era el hombre que tenía secuestrado a mi hermano y me obligaba a trabajar para él, entrando en un mundo sádico del que yo no quería formar parte. El frío se incrementó cuando un coche paró frente a nosotros y de él se bajó el hombre latino que ya había conocido tiempo atrás en casa de Alek, que si mal no recordaba se llamaba Francisco y me trataba como un objeto. Lo que recordaba con certeza era que no me causó buena impresión. —Alek, ¿cómo estás? —saludó amablemente, extendiendo su mano. —Todo marcha como siempre, Francisco —respondió Alek—. Espero que podamos resolver estos asuntos y no tengamos que vernos en mucho tiempo. —Pensé que te agradaba mi amistad —alzó ambas cejas, aparentemente perplejo. —Me agrada, pero lo que menos me apetecía era salir a cenar con este frío —dijo el ruso de mal humor. —¿Es solo eso o te fastidia que admire a tu hermosa mujer? —preguntó el latino, burlón. —Preferiría que me llamarás Ariana —intervine con tono seco. —Ariana… Un nombre precioso… —dijo galante, aunque sus ojos seguían fríos—. Lástima que tu hermano sea un desgraciado. No pude evitar sentirme indignada ante eso y le solté la mayor bofetada de la historia. Hasta me sentí mal porque parecía que pegar golpes a los hombres se estaba convirtiendo en una fea costumbre, pero no podía soportar que insultara a mi hermano. Es cierto que Brandon había cometido errores, pero era un buen hombre y yo le quería. Lo estaba pasando muy mal y nadie se daba cuenta de eso. Francisco se mostró sorprendido ante el golpe y después alzó la mano. Seguramente iba a golpearme, así que cerré los ojos a la espera del tortazo, que nunca llegó. Cuando volví a abrir los ojos, vi que Alek estaba delante de mí y que había evitado el golpe de su amigo. ¿Por qué? —Preferiría que dejaras de tratar a Ariana como a un objeto y cenemos con calma —dijo Alek con un tono contenido que me provocó escalofríos. —Llevas razón, no quiero coger un resfriado —dijo Francisco tranquilamente. La mirada que éste me dedicó antes de entrar al restaurante no fue muy agradable y en realidad yo no quería compartir mesa con él, pero no me quedó otra. Cuando entramos al restaurante, nos dirigimos a una mesa que estaba ocupada por una pareja. El hombre era alto y fornido, de cabello rubio y ojos marrones, en definitiva, el típico ruso. La mujer era morena y de ojos azules, muy hermosa. Eran una extraña pareja, pero entonces comprendí porque Alek había querido que le acompañase. Francisco ya se había sentado y parecía relajado, los últimos en llegar fuimos nosotros. La mujer sonrió al vernos llegar y se levantó para saludar a Alek de forma efusiva y descarada, pero ni siquiera reparó en mí, al contrario que su acompañante; que me miró de arriba abajo y soltó un silbido. —¿Quién es esta preciosidad, Alek? —Comentó el hombre fuerte. —Chicos, permítanme que les presente a Ariana —me señaló Alek. —¿La hermana de Brandon? —Dijo el hombre fuerte con sorpresa. —Así es, Dimitri —sonrió. —Francisco ya la conoce… —Sí, acaba de pegarme un tortazo porque insulté a su hermano —sonrió Francisco con cinismo. —No me extraña, hablabas de su hermano —dijo la mujer de manera seria. —Una mujer con carácter… Me gusta —dijo Francisco, acariciando su barbilla. —No hemos venido a hablar de Ariana. Hemos venido a hablar de negocios —espetó Alek de repente. Se había puesto serio y todos le prestaron atención. Parecían beberse cada una de sus palabras, pero yo no estaba escuchando, tenía toda mi atención en mis pensamientos. Supuse que Alek me había defendido de su amigo porque se sentía aún con remordimientos por el golpe que él me había dado días antes, pero también parecía estar dándome un lugar importante delante de los suyos y supuse que solo lo hacía porque quería acostarse conmigo y tal vez, finalmente no me quedaría otro remedio que hacerlo. Otra cosa que no entendía era por qué me sentía tan fuera de lugar cuando esa mujer le ponía ojitos a Alek y su actitud tan descarada me hervía la sangre. No tendría por qué enfadarme, Alek habría estado con muchas mujeres y seguro que ella era una de ellas, pero… Nada de esto tenía sentido. Cuando la cena terminó y volví a sentarme en los asientos del vehículo, me sentí mucho mejor. Respiré profundo y aspiré el aroma del cuero que tanto me relajaba, pero volví a ponerme nerviosa cuando noté la mirada de Alek sobre mí. —Lamento haberte hecho pasar por esto —dijo Alek con tono condescendiente. —No te preocupes —suspiré. —Te daré un consejo. Deberías aprender a controlar tus impulsos —dijo serio esta vez. —No es tan sencillo —rodé los ojos. —No quiero que te metas en problemas de los que no te pueda sacar —dijo con una mueca, tratando de hacerme entrar en razón. —No necesito tu ayuda, Alek —suspiré de nuevo, porque no iba a dar mi brazo a torcer en eso. —¿Qué te preocupa? —me miró el ruso de reojo. —La verdad es que mi hermano ha cometido muchos errores, pero es una buena persona y le quiero —dije con tono afligido—. ¡No sabes lo mal que lo estoy pasando, no me pidas que me controle…! No pude evitar comenzar a sollozar tras decir esto y es que de verdad me sentía fatal, como una basura. Intentaba mentalizarme de todo esto, pero no podía, me superaba. Sin embargo, esos sollozos se convirtieron en llanto a lágrima viva y aún así, Alek seguía mirándome con atención. Finalmente, él se acercó a mí con lentitud y me abrazó con delicadeza. —Lo siento mucho, Ariana… Sin embargo, no eres la única que lo está pasando mal —dijo con voz ronca. —Ya sé que no me soportas… —expresé con amargura—. ¿Por qué no dejamos de torturarnos y matas a Brandon, que es lo que realmente harás? —Eso lo dices porque no me conoces ni me das la oportunidad —habló con dientes apretados—. Lo único que puedo decirte es que jamás incumplo mis promesas. —Tal vez me cuesta creerte… —¿Por qué? —me miró atento. —Porque a pesar de todo, no pareces una mala persona y no entiendo por qué formas parte de esta mierda —me sinceré. —Negocio familiar, como ya te dije… y jamás te hubiera forzado a trabajar para mí si hubiera tenido otra opción —huyó de mi mirada esta vez. —Estoy segura de que tienes otras opciones, Alek —quería que fuese así, pero él se negaba a sincerarse completamente conmigo. —Sí, pero no me interesan —se puso serio de nuevo. —¿Por qué? —Eso da igual ahora —ahora sus palabras eran cortantes. Nos quedamos unos minutos en silencio, sentados uno al lado del otro sin casi movernos. Quizás cada uno estaba metido en sus pensamientos, yo ya no sabía ni qué pensar, el olor de su perfume tenía mi mente dando vueltas. —Gracias por protegerme de Francisco —musité agradecida luego de largo rato. —La próxima vez no tendrás tanta suerte —dijo aún con tono arisco. Miré mis manos, no queriendo sacar el tema, pero era imposible porque la curiosidad me estaba matando lentamente y de manera dolorosa. —¿Quién era la mujer con la que cenamos? —me mordí el labio. —Una empleada de Dimitri —respondió sin emoción en la voz. —Te has acostado con ella, ¿verdad? —era lo que realmente quería saber. —¿Te molesta? —me miró de reojo, con el rostro impasible. De inmediato me puse tensa. —Claro que no, puedes hacer lo que quieras con tu vida y preferir a las mujeres más expertas… —eso último me salió con un deje amargo. —Me da la sensación de que estás un poco celosa —esta vez sonrió y en lugar de molestarme sus palabras, me causaron gracia. —¡Ya quisieras…! Cuando quise darme cuenta, seguía entre los brazos de Alek sin derramar más lágrimas sino que él estaba consiguiendo hacerme reír, algo que realmente necesitaba hacer. Hasta hace unos días, de verdad no lo soportaba y no sabía en qué momento las cosas estaban empezando a cambiar, pero eso parecía. Alek me apartó de su cuerpo solo un poco para encontrarse con mi mirada. Al verme más tranquila, me sonrió y se separó de mí, ya que habíamos llegado a casa y se bajó del coche, en dirección a la puerta principal. Supuse que se marcharía y me dejaría sola, pero había algo en mi interior que se estaba removiendo desde hacía unos días, más que remover, era un plan que rondaba mi mente una y otra vez. Un plan malvado y muy poco característico de mi usual forma de ser, también muy peligroso de llevar a cabo, pero al menos lo iba a intentar. —Alek… —lo llamé. —¿Qué pasa? Me puse tan nerviosa, que miles de pequeños piquetes aparecieron en mis manos y un nudo se formó en mi estómago. Tenía que mantenerme en pie y ser decidida si quería sobrevivir a ese oscuro mundo sin la ayuda de nadie… y eso incluía a Alek. —Desde que trabajo para ti, me he dado cuenta de que en este mundo, las mujeres solo tenemos peligros si no tenemos experiencia s****l y he estado pensando… —no me dejó terminar. —Creo que ya sé qué vas a decirme. Nadie te obligará a hacer algo que no quieras y ahí me incluyo yo —lo dijo de manera firme, cosa que anudó aún más mi estómago. —Alek… —mis manos temblaban—. Quiero que me enseñes a hacer el amor.
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