Cuando desperté a la mañana siguiente, actúe por inercia. Me vestí con aquel vestido de seda oscura que Alek había preparado para mí, a juego con lencería oscura y sugerente, y unos zapatos de tacón para no variar.
Me sorprendió seguir estando sola en la habitación o eso pensaba, porque cuando entré al baño, vi a Alek con una toalla en su cintura, secándose el pelo con otra toalla. El agua caía por su fuerte espalda y un temblor me recorrió.
Me alejé antes de que él me descubriera y me senté en el tocador. Tenía que tranquilizarme y dedicar mis pensamientos a otras cosas. Sí, eso es.
Me dispuse a maquillarme y peinarme y entonces, Alek salió del aseo, por suerte, ya vestido. Suspiré aliviada de verle con traje y me causo gracia ver como luchaba con la corbata.
—Parece que ya estás mejor —parecía algo nervioso—. Insisto en que lamento el golpe de ayer…
—Olvídalo, Alek —respondí rápidamente y de manera fría.
—No volverá a ocurrir —prometió.
Pensé que lo mejor por ahora era llevar la fiesta en paz.
—Y yo no volveré a retarte —suspiré profundamente—. Creo que es mejor que nos llevemos bien.
—Me alegra oírtelo decir —una pequeña sonrisa empezaba a asomarse en la comisura de sus labios—. Bueno, te espero fuera, pero date prisa.
—Ya estoy lista.
—Vamos y te contaré por el camino tu nueva misión —evitó recorrerme con la mirada y señaló la salida.
No creía que fuera necesario. Seguramente mi misión consistía en seducir a un hombre para que Alek se encargara de darle un bonito y trágico final.
Íbamos de nuevo en su auto, en completo silencio. Aquella vez tardó demasiado en decirme en qué consistía la misión, pero me sorprendió cuando se dirigió conmigo a un hotel. Un poco antes de subir a una habitación, fue cuando me lo explicó.
Íbamos a acostarnos con otro hombre, es decir, íbamos a hacer un trío. ¡Alek estaba loco! ¡No iba a tener así mi primera vez, no señor! Sin embargo, él estaba tan tranquilo que lo odié más que antes.
Aún así, no cabía la posibilidad de cambiar el plan. Estaba tan frustrada…
—No te preocupes, Ariana. Lo tengo todo controlado.
—Y una mierda… No pienso hacerlo…
—Solo finge que lo harás, ¿de acuerdo? —explicó impaciente.
—¿Cómo? —me crucé de brazos, desafiante.
—Solo sígueme el juego y te aseguro que nadie te tocará —lo dijo muy serio, como si ese hecho le molestara.
Seguirle el juego a Alek era una locura e implicaba que yo demostrase confianza en él, algo bastante complicado. Aún así, asentí y entré con él a la habitación.
Un hombre de edad avanzada y de origen asiático nos esperaba sentado en un gran sillón con una bata de seda roja. Quería morirme de la repulsión que me provocaba un hombre tan mayor y la sola idea de que él quisiera tocarme.
Cuando nos vio entrar, nos sonrió y se levantó en dirección al mueble bar para ofrecernos una copa. Alek se sentó una vez que tenía la copa entre sus manos y yo imité el gesto, pero Alek me agarró de la cintura y me obligó a sentarme sobre sus rodillas.
—Me alegra que hayas reconsiderado la oferta, Alek —dijo demasiado sonriente.
—Extender mis negocios hasta Asia es una buena opción, aunque sigo pensando que el precio es excesivo y por eso traje a esta preciosidad conmigo. Pensé que tal vez si te la ofrezco a tu cama, cambies de idea —dijo fresco como una lechuga.
El hombre me miró de arriba abajo, analizándome, cosa que me empezaba a cansar en este nuevo mundillo que empezaba a conocer para mi desgracia. El asiático hizo un mohín con los labios y asintió, a lo que Alek sonrió y me obligó a levantarme.
El ruso propuso un brindis, pero mientras lo hacía, me empujo hacia ese hombre que me tocó el trasero con descaro. Yo solo me limité a sonreír, aunque me moría de ganas de alejarme y entonces, me di cuenta de que en ese despiste, Alek quería intentar algo, así que pensé que sería buena idea distraerle.
—Alek es realmente bueno en la cama, espero que usted no me defraude —dije mimosa, intentando ser seductora.
—Te aseguro que te va a encantar —se lamió los labios con repulsión.
Jamás pensé que pudiera decir esa mentira y esperaba que de verdad no tuviera que acostarme con ese tipo.
Brindamos los tres y me bebí la copa de un trago. En caso de tener que hacer algo desagradable, el alcohol me daría fuerzas para soportarlo. Sin embargo, cuando aquel hombre bebió de su copa, empezó a toser fuerte, se tambaleó y cayó al suelo.
Alek sonrió y se acercó al tipo con una pistola y unos documentos. Desde el suelo, el hombre puso mala cara e intentó revolverse, pero le fue imposible. Alek se agachó a su lado y mantuvo una pequeña conversación con él.
Finalmente, el asiático asintió y Alek puso un bolígrafo sobre su mano para que estampara la firma. Alek se veía eufórico, pero entonces, comprobó su pistola, apuntó hacia el hombre y disparó.
A partir de ahí no fui capaz de hacer nada, no podía hablar ni moverme. Sentía que mi respiración y quizás también mi circulación se había detenido.
Mientras veía cómo Alek colocaba todo en orden para hacer parecer que había sido un accidente que el mismo hombre que allí se hospedaba había provocado, yo sólo era capaz de ver la sangre que emanaba del cuerpo de aquel hombre. Era una visión tan desagradable y aún así, no podía dejar de mirar.
Volví a la normalidad solo porque sentí que alguien me zarandeaba de los hombros. Mi mirada asustada se cruzó con la mirada grisácea de Alek.
—No sabes cuánto lamento que hayas sido testigo de esto, pero me has ayudado mucho —dijo en un tono extraño.
—¿Cómo puedes dormir tranquilo haciendo lo que haces? ¡Eres un asesino! —Estaba a punto de darme un colapso.
—No te exaltes, por favor. Tengo poderosos motivos para hacer lo que hago —trató de convencerme, pero no daría mi brazo a torcer.
—¡Y una mierda! ¡Has matado a un hombre! ¡Y todos sabrán que no fue un accidente…! —Alek me sacudió de nuevo.
—Pequeña, relájate. Rusia es mi territorio y todos saben que Li me retó. Ahora, tendré más lugares donde extender mis negocios y…
—Yo no voy a cargar con una muerte a mis espaldas… —le interrumpí con desagrado.
—Tú no has hecho nada —me dijo serio.
—¡Yo soy tu maldito cebo! —no podía estar tranquila. ¿Cómo podía estarlo él?
—Y ahora trabajas para mí. Deberías estar agradecida —me arrinconó en la pared, mirándome con dureza.
—No te estoy agradecida, porque si hago esto no es por ti ni por mí, es por Brandon… —espeté seca y sé que mis palabras no le gustaron.
—Es lo mínimo que me debes. Vámonos.
Seguí las órdenes de Alek y salí del edificio con él en dirección a su vehículo, supuse que íbamos en dirección a su casa. Por el camino fui pensando en todo lo que había visto y vivido aquel día.
No podía entender cómo una persona podía disfrutar metido en este mundo tan peligroso. Hasta que conocí a Alek, yo pensaba que las personas eran buenas y que la sociedad las volvía malas, pero matar por placer me parecía lo más ruin y cobarde.
Alek mataba a personas, era un hombre peligroso y mi hermano y yo estábamos ahora bajo su yugo. Aunque claro, si mi hermano fuera una persona decente y honrada, yo no estaría aquí haciendo cosas inmorales y temiendo por mi vida a cada segundo, porque ya había visto muchas cosas de Alek, lo bastante para decir que tenía el extraño presentimiento de que era bipolar.
Unas veces se portaba bien conmigo y otras veces era un verdadero incordio o algo peor.
Recordé el día anterior. Su bofetada me había asustado más que cualquier otro grito o cualquier otra cosa que pudiera haber pasado. Alek era peligroso y cuando se aburriera de este juego, no solo mataría a mi hermano.
Ese hombre sería capaz de matarme y tal y como había visto ese día, no le temblaba la mano para matar a nadie.
—Hemos llegado —anunció con voz monótona.
Me bajé del auto sin decir nada, suponiendo que estábamos en casa, pero cuando quise darme cuenta, vi que estábamos en una casa mucho más pequeña y apartada del mundo, muy cerca de la famosa tundra siberiana.
—¿Dónde estamos?
—Es mi segundo hogar, aunque suelo usarlo como almacén. He venido a recoger algunas cosas —explicó—. Ven conmigo.
Suspiré resignada y le seguí al interior de la casa. Era cálida, modesta y hermosa.
Alek me guió hasta la cocina y me pidió que le esperara mientras recogía sus cosas. Me apoyé en la encimera, cerrando los ojos y deseando que todo aquello fuera una desagradable pesadilla, deseando que al despertar, Brandon y yo estuviéramos en casa, a salvo.
Pasaba el tiempo y yo cada vez me sentía más aburrida. Así que decidí dar un paseo, sin alejarme mucho de la cocina. Entonces, llegué a una salita muy bien cuidada y vi que sobre la chimenea había un par de fotografías.
Me acerqué a ellas y vi a un niño muy sonriente de ojos grises junto a un hombre y una mujer realmente hermosos. El hombre tenía los mismos ojos que el niño y su cabello era rubio, en la fotografía estaba sonriente mientras besaba la mejilla de una mujer de cabello n***o y ojos azules que abrazaba al sonriente niño.
Acaricié la fría superficie de la fotografía, dándome cuenta de que ese niño era Alek.
Entonces, me pregunté qué podría haber hecho que ese niño que parecía tan feliz junto a su familia, hubiera cambiado tanto y se hubiera metido en un mundo donde su sonrisa no era sincera.
—Te dije que me esperaras en la cocina —una voz detrás de mí me hizo sobresaltar.
—Lo siento, es que estaba aburrida y quería caminar —expliqué nerviosa.
—Si intentas escapar…
—No voy a escapar, Alek. No soy tan estúpida como para buscar mi propia muerte —puse los ojos en blanco por lo absurdo de sus palabras.
—Eres la primera mujer a la que traigo a este lugar y no quiero que indagues en mi pasado —dijo distante.
—¿Hay algo que quieras ocultar?
—No tengo nada que ocultar, pero tu trabajo no incluye que quieras saber cosas de mí —estaba frío y serio de nuevo.
—Es cierto, no me conviene conocerte. Eres un monstruo —dije implacablemente, mirándolo con frialdad.
Alek me miró durante largo rato, parecía querer decirme algo más, pero bufó y sacudió la cabeza repetidas veces.
—He terminado. Nos vamos —dijo sombrío.
Ambos salimos de la casa y nos montamos en el auto para regresar a casa en completo silencio.