Hermes en ese momento suspiro de alivio, consciente de que cualquier daño causado a la mujer recaería en el anillo de seguridad de su jefe Stavros. Decidió grabar un video de la situación como evidencia para su implacable jefe y luego se apresuró de regreso al auto. Una vez dentro, informó:
―¡Señor, parece que el conductor del anillo de seguridad atropelló a esta mujer, pero afortunadamente está viva. Grabé un video, un testigo verificó que está respirando ¿Quiere verlo?!
Stavros con sus lentes de sol, alzó una de sus cejas y le respondió con desdén:
―Mmmm, ok.
Hermes le mostró el video a Stavros y este con su rostro serio se quitó sus gafas de sol. Sus ojos azules penetrantes observaron a aquella mujer tirada en el suelo, la cual tenía un atuendo lujoso de clase alta ensangrentado.
―Pero... está sangrando entre las piernas.
―No estoy seguro de lo que ha sucedido, señor. Pero al menos sigue con vida y no hay peligro inmediato. Además, nadie sabe que ese auto pertenece a su anillo de seguridad, por lo que su reputación no se verá afectada.
―Mmmm―murmuró Stavros con seriedad, mientras observaba el video de la mujer inconsciente―Bien... encárgate de eso―entregó el teléfono a Hermes.
Ese mismo día del lunes cuatro horas antes... 9:00 am.
En aquellas horas de la mañana, Jennifer Lancaster una hermosa pelirroja, esbelta, de ojos verdes y rostro angelical, de piel blanca como la leche, adornada con muchas pecas, tenía alrededor de veinticinco años. Ella se encontraba en el borde de su cama, llena de decepción discutiendo con su esposo: Archibald Lancaster.
―Archie, entonces... ¿de nuevo no me acompañaras al hospital? pareciera como...si no tuviera esposo.
Archibald atando su corbata, frente al espejo, soltó un suspiro de frustración y le contestó:
―Jennifer, amor, no empieces. No puedo ir porque ahora soy el presidente principal del conglomerado y tengo más responsabilidades que antes y más que las acciones bajaron un poco. Debes ser consciente de mi tiempo, así como yo lo he sido con tu... enfermedad.
Con treinta y dos años, Archibald Lancaster, mejor conocido como "Archie" era un rubio multimillonario, no muy agraciado como todos los hombres Lancaster. Era algo cabezón, ojos achinados, su nariz era pequeña y redonda y era algo delgado. En su rostro, siempre tenía una odiosa expresión de ganador y era pasivo-agresivo con todo el mundo, mostrando una falsa bondad con aires de superioridad.
Jennifer quien tenía cinco años de triste matrimonio con él, ahora con una peligrosa enfermedad bajó la cabeza ocultando su desilusión, y con voz melancólica le respondió:
―Ok, le diré a Virginia que me acompañe ya que mi...hermana no está.
Archibald tomó su maletín y caminó hacia la puerta de la lujosa habitación. Antes de salir, le dirigió unas últimas palabras:
—Jenny, sabes que me encantaría ir contigo, pero ahora no puedo... entiéndeme. Espero que el médico... te de buenas noticias. Avísame cuando salgas del hospital... te amo ―abrió la puerta y se retiró.
Mientras Jennifer observaba cómo Archibald cerraba la puerta, lágrimas rodaban por sus mejillas y, en su mente, pensaba:
«Y de nuevo no me acompañó, se nota que no le importo. Y ni me toca desde hace casi dos meses y solo fue porque estaba borracho por su nombramiento de presidente. Pero... sé que me engañas Archie, vi ese brazalete de esmeraldas en la gaveta de tu oficina, el cual nunca...me diste».
Horas más tarde de aquella mañana de ese lunes a las 11:00 am...
—Señora Lancaster...quiero decirle que...usted no tiene ningún aneurisma.
La hermosa pelirroja se encontraba sentada frente al doctor, después de someterse a una resonancia magnética de rutina, y una prueba de sangre. Entonces, con sus ojos abiertos de par en par preguntó:
―¡¿Qué quiere decir con que no tengo ningún aneurisma cerebral, doctor?!
El médico, mostrándole las radiografías cerebrales, tragó profundo apenado y respondió:
―No, señora Lancaster, no hay nada. Resulta que el equipo antiguo de resonancia magnética estaba defectuoso y emitimos múltiples diagnósticos erróneos. En nombre del hospital, me disculpo. Si desea presentar una denuncia, tiene todo el derecho.
» Sé que ustedes, los Lancaster, son una de las familias más influyentes de Norteamérica, así que asumimos toda la responsabilidad.
Jennifer sorprendida por esa impactante noticia exclamó entre lágrimas:
―¿Entonces... significa que no voy a morir, doctor?
―No, señora―dijo el doctor, con su voz llena de seriedad y cautela―pero... hay algo más que debo comunicarle.
―¿Qué es, doctor? ―preguntó Jennifer, con su corazón latiendo con fuerza.
―Bueno... resulta que el examen de sangre que le realizamos hoy reveló algo sorprendente ―tragó saliva y se preparó para dar la noticia―. Usted está... embarazada.
Los ojos de Jennifer se abrieron de par en par y su corazón parecía querer escapar del pecho mientras respondía con asombro:
―¡¿Qué? Pe-pero... llevo intentando quedarme embarazada durante años y nunca ha sido posible. ¿Está seguro de lo que me dice, doctor?!
―Si, señora―el doctor le mostró los resultados en una hoja de papel―.Está embarazada y no presenta ningún aneurisma cerebral. Eso explica... sus mareos constantes y los vómitos en estos últimos meses. El motivo no es el aneurisma, sino que, de hecho, está aproximadamente en la sexta semana de gestación. En cuanto al tratamiento, le recomendaría que deje de tomar la medicación...por el feto y porque ya no es necesario.
―¿Eso quiere decir que mi bebé podría estar en peligro?―preguntó Jennifer preocupada.
―Pues... no, si deja de tomar la medicación, señora—respondió el médico con preocupación y culpa—, existe una posibilidad de que el feto no se vea más afectado. Sin embargo, si continúa tomando los medicamentos, la situación podría complicarse aún más.
Jennifer quedó sin palabras en ese instante, por esa noticia tan inesperada y abrumadora: estaba embarazada. Entonces, después de hablar con el médico, al salir del consultorio, decidió contarle las buenas nuevas a su esposo pero se dio cuenta de un pequeño detalle: su teléfono celular no estaba en su bolso.
Jennifer recordó la prisa y la agitación con las que abandonó la mansión. La noticia de que el médico necesitaba hablar con ella urgente la había dejado sin aliento y dejó su celular sobre su cama. Frustrada por esta situación, Jennifer fue hacia Virginia, su sirvienta de confianza y le comentó:
―Virginia, tenemos que ir de inmediato a la empresa le diré... una gran noticia a Archie.
Jennifer decidió ir a la empresa, sin saber que una escena de horror muy impactante la esperaba al otro lado de la puerta de la oficina de Archie.