¡No voy a hacerlo!

2926 Words
Y no sé qué hacer. Me frustro. Siento que no voy a poder salir de esta sin que haya consecuencias. Mis padres son buenos, mis hermanos también, sé que si saben de mi embarazo no me juzgarían, tendría su apoyo, más si no había padre. La familia es la familia y está para apoyarse. Es lo que siempre dicen. Sin embargo, hay algo que no aceptarán y eso es que el padre sea Rolan Kaya, hermano de la mujer que manipuló a un niño de casi cuatro años a asesinar a mi cuñada. Sé que si les cuento que espero un hijo de ese hombre pondrán el grito en el cielo, más que todo mi padre, porque se llenó de odio hacia esa mujer que, escuchar ese apellido le perturba y lo saca de quicio. Entiendo que su coraje es solo hacia Alicia Kaya, quien era maestra de Dael, mi sobrino. Pero por despecho, cuando Dylan, mi hermano la dejó, manipuló a mi pequeño sobrino para que atentara contra Damaris. Fue tanto su manipulación que, por poco, logra que mi pequeñín se convierta en asesino a esa edad. Pero creo que, si llega a saber que he unido su sangre con la de un Kaya, me matará. Decido no decir nada, no contarle mi problema a nadie. Porque es un problema. Sé que no debería llamarlo así, porque es un ser inocente que no pidió concebirse. Es mi culpa, ni siquiera de él, solo mía, por dejarme llevar y no tomar las precauciones necesarias. Lunes, cuando voy a la universidad observo a muchos de mis compañeros sonreír. No sé si es mi cargo de conciencia o es que lo saben, que me hace pensar que ríen porque están enterado de mi embarazo. Sony me abraza, caminamos así hasta el salón. Espero que me pregunte, pero no lo hace, quizás espera que se lo cuente, pero ella no es de las que espera cuando algo grabe pasa. La observo y esta normal, como si nada supiera. La doctora que me atendió dijo que nadie sabía, que la única que lo sabe es ella, y prometió no decir nada, pero se la conoce como una mujer chismosa, por lo que creo que esto podría salirse de su boca. —¿Qué tienes? Te veo preocupada —dice tocándome el rostro. Le sonrió porque es persistente, y si continúo con esta cara, me continuará cuestionando hasta sacarme la verdad. Y no quiero hablarle sobre él. No quiero decirle de esté embarazo, porque no sé si me quedaré con él. Trato de olvidarme de ese tema, de centrarme en clases, pero es imposible. Esas palabras resuenan en mi cabeza: estás embarazada. ¿Por qué? ¿Por qué tuvo que pasarme a mí? Dios. Yo me lo busqué, por estúpida y suelta. Ahora, pienso en acabar con su vida. Como si esa fuera la solución a todos mis problemas. Rolan no me quiere, si le digo que estoy embarazada pensará que lo hice intencionalmente para atraparlo. Y no quiero que piense eso de mí. No quiero pasar nuevamente por su consultorio y que me diga que no va a amarme ni llevando un hijo en su vientre. Cuando llego al hospital, todo está normal. Los pasillos están llenos de médicos y familiares de pacientes. Todos están en su día laborar, ajeno a esta verdad. Al menos eso es lo que creo hasta que soy llamada a la oficina del gerente. Al entrar ahí, veo a los padres de Rolan y, siento que voy a desmayarme. —Nos han dicho que estás embarazada —carajo, debí suponer que se lo diría al director—. Disculparas por las preguntas que voy a hacerte, pero son necesarias ya que el prestigio del hospital está en juego —hace una pausa y dice—. Se sabe que eres una estudiante, la cual es soltera, al menos no tienes esposo —vuelve a hacer una pausa, suspira y procede a preguntar— ¿El padre de tu hijo es un estudiante de la universidad? No es ningún médico ¿Cierto? —si supiera que es de su hijo, seguramente le daba el patatús. Me quedo en silencio, procesando la pregunta, armando las palabras para poder responder. Cuando pienso en responder, la señora Ester dice—. Aclararemos esto con el director de la universidad y tus padres. No vayan a pensar que alguien de aquí está involucrado. —No —digo levantándome—. Mis padres no se enterarán de esta forma, además, estoy lo suficientemente grande como para arreglar mis problemas con ellos, sobre todo con el director. Soy mayor de edad, tomo mis propias decisiones y, mi embarazo no es algo que voy a decir a los cuatro vientos, menos con el director que, no tiene nada que ver en esto. No seré la única mujer que sale embarazada en la universidad. —Está bien, no hablaremos con tus padres, solo queremos asegurarnos de que, no existe un romance en el hospital y… —No hay tal romance —digo y me disculpo porque pienso salir antes que cuestionen el nombre del padre de mí hijo. Salgo de la oficina nerviosa, pues no soy buena para afrontar las dificultades, más si no tengo el apoyo de nadie. Voy hacia el consultorio de la doctora que me atendió. Agradezco que esté sola y así podemos solucionar este embrollo que ha sucedido. —No debió decirle al director sobre mi problema. —Disculpa niña, pero era mi deber informar esta situación. Eres una pasante, sobre todo, hija de una familia importante. El director tiene todo el derecho de investigar. —Pues no debía faltar a su palabra, o es que olvidó las éticas de doctor a paciente —mascullo, irritada. —No eres mi paciente. No tenía por qué ocultar esto. Salgo de ahí, porque no pienso seguir discutiendo con esa mujer. Las lágrimas caen en gajos, porque es imposible detenerlas. Me encuentro con una doctora, la cual me ingresa a una habitación, ahí dentro cuestiona que me sucede— ¿Es por lo de tu embarazo? Todos los especialistas ya lo saben, no tardará mucho que los demás lo sepan, incluso los pasantes y, el chisme se esparcirá por la universidad, llegará a oídos de mis padres. Papá me matará, porque no solo saldré embarazada sin estar casada, también del hermano de una mujer que no quieren escuchar ni el nombre. —Yo… no sé qué hacer. Mis padres, ellos no lo saben, ellos se molestarán —digo con la voz en un hilo. —Entiendo tu angustia. No debe ser fácil para una niña de tu clase salir embarazada sin estar comprometida —me mira con lástima— ¿No quieres tenerlo? —me quedo en silencio, porque aún no sé qué hacer. La doctora toma mi silencio como una respuesta y, procede a entregarme una tarjeta de un médico que realiza abortos. Pensar en asesinar a esta criatura me aprieta el corazón—. Aun estas a tiempo de solucionar ese problema. Puedes abortar, así tus padres no sé enteraría… —Muchos de aquí ya lo saben. Es cuestión de días para que se enteren los pasantes y… llegue a oídos de mis padres. —Por parte del director no saldrá ni una palabra. Esto no es algo que él quiera que pase. Más si el padre es alguien de aquí ¿Lo es? —me pregunta y, sin responder agarro la tarjeta y salgo del hospital. Sí, me voy a casa. Al diablo la universidad, las practicas. Al diablo todo esto. Los días pasan y no encuentro una solución, más bien no tomo una decisión. Es difícil cuando no encuentras los caminos correctos, cuando se te cierran todas las puertas y no hay suficiente valentía para escalar el muro. En las horas de comida mi madre me mira con intriga. Es que mi cambio ha sido drástico. Era una persona que no comía mucho, pero ahora quiero acabar con todo. No hay nauseas matutinas, menos mareos. Solo apetito, mucho apetito. He dado muchas excusas, pero mi madre sigue intrigada por mis repentinas madrugadas a comer algo. Le preocupa que vaya a enfermarme por comer mucho. Si supiera que una vida crece dentro de mí, seguro diría que coma más. —Cariño, ¿ya pensaste que carrea seguir? —«le dije a mis padres que abandonaba la universidad porque había descubierto que ser doctora no era lo que quería. Mi padre puso el grito en el cielo cuando se lo dije. Se molestó diciendo que había perdido más de dos semestres, que era una inmadura, debía haber hecho bien mi elección para no perder esos años de estudio». —Aun estás a tiempo de inscribirte en otra rama. —Dejaré que se termine este año. En el siguiente lo pensaré. —A tu padre no le va a gustar que pierdas el año —me alzo de hombros sin que ella me vea. Cuando termino el almuerzo subo a la habitación, reviso el móvil y encuentro mensajes de mi amiga que me pide verme. Me exige que le cuente toda la verdad. Seguramente Tito se lo dijo. Él lo sabe, se enteró en el hospital, pues ahí todos ya lo saben. Creo que no falta mucho para que esta bomba estalle. Para que mis padres se enteren de esta verdad. Miro la tarjeta en mi mano, luego mi vientre y, creo que no voy a poder. No soy capaz, ni de hacerlo, ni decirlo. Quiero un consejero, alguien que me diga cual es el camino que debo tomar. Deshacerme del bebé, decirles a mis familiares, incluso a él. lo último me aterra, porque siento que perderé la confianza de papá, me odiará, me despreciará por haber hecho lo que hice. Lo primero también me da miedo, porque es un pecado, porque puedo morir si no voy a un lugar seguro y, porque me arrepentiré toda la vida si lo haga. Pero ¿Qué hago? Yo no imagino mi vida con un niño. No estoy preparada para ser madre. No lo estoy. Si decido tenerlo, si me quedo con él, decepcionaré a mis padres, no podré terminar mi carrera. Mi hijo no tendrá padre, seré señalada por traer un niño a este mundo y, conociendo las leyes del país. Tendré que cederlo a un familiar para que se creí en un hogar, o casarme. Paso la tarde, la noche y el resto de los días pensando. Tomo la decisión, me desharé de él. Llamo a Sony, me reúno con ella y le confirmo lo que ya sabía. Pone el grito en el cielo, pide todos los detalles, incluso el nombre del padre de mi hijo. Se lo doy. Ella sabe de quien he estado enamorada siempre, lo que no sabía era que había pasado la noche con él. por un momento se enoja, pues tiene razón ya que no le conté lo que había pasado. —Voy a deshacerme de él, quiero que me acompañes. —¿Deshacerte? Pero… ¿Por qué? —No lo sé. Solo sé que no estoy preparada. —¿Y él? ¿Ha aceptado? —me alzo de hombros— ¿No se lo has dicho? —Para qué… si para él fue un error, no me ama, nunca me va a amar. —¡Infeliz! —Refuta. Me abraza. Intenta que cambie de opinión, pero ya la decisión está tomada. No puedo seguir con esto. Regreso a casa, escucho a mis padres en el salón, voy hacia ellos. Aprovecho que están solos para decirles—. Antes de tomar otra carrera, quisiera hacer un corto viaje. —¿Irte? ¿A dónde? —¿Con quién? —cuestiona mi padre. —Sony me invitó a pasar el fin de semana a la quinta de sus abuelos —mamá comprende, pero mi padre se niega. —No vas a ir sola a ningún lado. —Papá, no voy sola, voy con Sony. Ya estoy grande para tener que ir en compañía de ustedes o de mis hermanos. Tengo derecho a disfrutar mi juventud con mis amigas. Por favor, deja que vaya —se mantiene en silencio, pensando—. Solo estaré a dos horas de la ciudad, iremos a la quinta de los abuelos de Sony. —Está bien, pero el guardaespaldas te acompañará —acepto, porque de lo contrario no me dejará ir. Antes de irnos a la quinta, voy al lugar que me recomendó la doctora. No hay problema que el guardaespaldas ingrese ya que, el lugar está dentro de una casa. Se queda a fuera esperando que salga. Llegamos a ese sitio, el médico nos recibe, me explica el proceso. Mientras lo hace siento como si mi bebé se embrollara y se escondiera en lo más profundo de mi vientre. ¿Siente? ¿Acaso puede sentir lo que va a pasar? —Usted espérela a fuera —le dice a mi amiga. Veo a Sony salir. Siento un nudo en la garganta cuando me dice que le siga la habitación donde realizará el proceso. Creí que esto duraría más. Que me daría un día esencial para asistir. Sin embargo, como no tenía ninguna otra paciente, lo hará en este mismo momento. Camino hacia la habitación lento, como si plomo cargara en mis piernas. Como si me pesara el alma. Al ver los materiales, la camilla, y todo lo que adornaba ese lugar, un escalofrío me recorrió. —Vamos, acuéstate —dice y, en ese momento, un movimiento en mi vientre se suscitó, por lo que digo. —¡No! ¡no lo haré! —salgo corriendo de esa habitación, corro hasta la calle, vomito en la puerta. El guardaespaldas se acerca, cuestiona. —¿Qué sucede señorita? —niego con la mano mientras me limpio los labios. —¿Eylin? ¿Qué pasó? —No puedo, Sony. No puedo —ella me abraza, asegurando que es lo mejor que he podido hacer, salir corriendo de ese sitio. Salimos de ahí, vamos al parque, caminamos por este. Nos detenemos a comer un helado, luego nos despedimos. Iré por mi maleta para irnos a pasar esos días a la quinta aun cuando no realizo el aborto. Pensaba pasar esos días en la quita hasta recuperarme. Quedamos de vernos al medio día en este mismo lugar. Al medio día regreso al parque. Mientras espero en el coche, ya que pienso irme en el de ella, me ingresa una llamada. Al ver que era de Rolan, el pecho se me agita. Dejo que la llamada se pase, pero cuando me llega un mensaje de voz, suelto un suspiro, más cuando sé que está cerca. —¿Puedes ir a comprarme un helado? —le digo al chofer— Los que vende la señora ahí —asiente. Baja del coche y se va. Mientras hace cola, aprovecho para salir. Corro hacia la otra parte del parque, donde dice que se encuentra Rolan. Miro a todos los lados, no lo veo. Estoy por irme, porque no debí venir. No debí acceder a su llamado. Al girarme lo veo. Su paso se acelera, al llegar a mí me cuestiona, me cuestiona con lo del embarazo. Era cuestión de que llegara para que lo supiera. Quizás fue eso lo que me detuvo. Quizás era este momento el que esperaba para tomar la decisión definitiva. Debo reconocer que, no esperaba esas palabras. No esperaba que estuviera dispuesto a dar todo por el hijo de una mujer que no amaba. —¡Eylin! ¡Responde! —me sacude. —Iba… iba a hacerlo. Estuve en ese lugar… pero, no pude, no me atreví —mi respuesta lo hace feliz, tanto que me lleva a sus brazos, me estrecha entre ellos dejándome anonada. —¿Por qué? ¡Porque no me escribiste? ¿Por qué ibas a hacerlo? —reprocha al alejarme. Si bien sus ojos brillan, también reflejan enojo— ¡Soy su padre! Tenía derecho a saberlo desde el primer momento en que supiste de su existencia. —Dr. Kaya. Usted no me ama, me lo dejó claro. ¿Cómo podría llamarlo a darle esta noticia? Aparta la mirada cuando Donato, el guardaespaldas me llama—. Señorita Eylin, le he estado buscando —mira a Rolan, sabe quién es, a que familia pertenece— ¿Este hombre le hizo algo? —cuestiona al verme limpiando las lágrimas. —No —me alejo, pero Rolan se acerca de nuevo. —Tenemos que hablar. —Ahora no —miro a Sony, mi amiga está esperando por mí. —Eylin, por favor —se acerca más y, Donato lo aparta. —La señorita Mancini ha dicho que no quiere hablar —Rolan lo mira con indignación. Su mirada baja a mí y se suaviza. —Solo, un momento —pide. Miro a Sony. Como si supiera lo que pasa, asiente, me indica que hable, que tiempo para irnos aún hay. —Bien —miro a Donato— Hablaré un momento con él. —Vamos a mi coche —dice. Doy un paso y Donato me detiene. —Tengo que informarle esto a su padre —me alzo de hombros. De todas maneras, se va a enterar. Donato me suelta y saca el celular. Cuando ingreso al coche de Rolan, lo veo hablando por celular, al siguiente segundo me entra la llamada de mi padre. La dejo pasar. Una y otra vez, hasta que envía un mensaje. «¿Qué diablos haces con ese hombre, Eylin?»
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