Todo para amarte.

2170 Words
Para alguien como yo que pocas veces había viajado, sobre todo, solo. Estas vacaciones no fueron del todo malas. Muchas veces se necesita realizar viajes en soledad porque así te detienes a pensar y valorar el tiempo y los espacios. La soledad puede ser buena, pero también mala. Pero por ahora voy a gozarla ya que, forzar una relación por despecho solo me llevaría a más problemas y, me encerraría en una red de engaños y mentiras de las cuales no podría escapar. Tendría que haber una fuerza mayor para que yo pueda intentarlo con alguien más. Tras haber pasado dos meses fuera del país me encuentro en casa. Ingreso y al sentir la soledad en esta casa suspiro. No hay nadie. Seguramente mis padres están en el hospital. Subo lentamente a mi habitación, al abrir la puerta contemplo mi cama, los cuadro, las fotografías, todo a mi alrededor está como lo dejé. Se siente bien estar de regreso, tengo una sensación diferente a la que salí. Ahora hay una paz en mi interior, la sed y esas ganas de mandar todo a la mierda con mi vida, ya no existe, se quedó en el retiro que realicé, donde pude dejar salir eso que me quemaba dentro. Tengo muchas ganas de regresar a trabajar, de volver a ver a mis chicos, ellos fueron lo que más extrañé en este tiempo fuera de casa. Tantos niños enfermos, tantos pequeñitos esperando por un milagro de poder levantarse de esa cama y, correr, sentir el aire de las montañas, la arena del mal, lo caliente del sol, la brisa del mar y, por sus enfermedades son incapaces de moverse de la cama. Como médico y ser humano, he pedido mucho por ellos, incluso me preparo día a día para poder aplacar sus dolores. Desearía poder hacer más que solo inyectarles calmante, curar sus heridas externas, pero lastimosamente no puedo hacer más de lo que hago. Aunque he extrañado el hospital como un loco, decido darme este último día de descanso. Me tiro a la cama, enciendo la televisión para ver noticias y lo primero que veo es, aquel imbécil en una telenovela. ¿Por qué tienen que repetir cada vez y cuando sus estúpidas actuaciones? Apago la televisión y decido bajar a la cocina a prepararme algo. Algo que calme mi estomago que ruge. Al menos ahora los antojos por comer cosas agrias han disminuido, incluso esos mareos absurdos que me daban. Solían llegarme hasta con ganas de vomitar. Me hice una serie de exámenes, pero no me salió ninguna infección, lo cual me pareció extraño, pero como ya se me quito, todo quedó ahí. Lo que si no se me quita es las ganas de comer. Me da hambre cada cierto tiempo, parezco mujer embaraza. Con mi sándwich agridulce me siento en el comedor, enciendo la televisión y busco una película que me entretenga hasta que mis padres lleguen. Encuentro una muy agradable. Coloco la pierna sobre otra silla y me ruedo un poco para estar más cómodo. Paso horas y horas, hasta que se hace la noche, entonces tomo en cuenta que mis padres no llegarán, lo más probable es que tengan turno de noche, deben estar a ful. Preparo algo de comer y, tras realizarme una rápida cena voy a la habitación. Me lanzo en la cama y duermo temprano porque mañana empiezo mi día de trabajo. Muy temprano me levanto, me doy una ducha, cepillo los dientes dentro de esta misma. Agarro la toalla, seco mi cabello y esta misma la envuelvo en mi cuerpo. Busco entre mis armarios una camisa y un pantalón de tela. Al colocármelos voy al baño, agrego gel y colonia. Estando perfectamente peinado regreso al vestidor para terminar de colocarme las medias y los zapatos y, una vez listo salir de casa para retomar mis labores. Antes de abandonar la casa voy a la cocina, agarro dos manzanas para ir comiendo de camino al trabajo. Me detengo en el semáforo y mientras espero cambie tarareo mis dedos en el volante al son del sonido de la música que suena en la radio. Cuando el semáforo cambia suspiro, porque a una cuadra más está mi trabajo y, debo enfrentarme de nuevo a ella. Las prácticas aún no terminan, no se acaban hasta que se termine el semestre. Bajando del auto agarro mi maletín. Me aseguro de que el coche quede bien asegurado y, procedo a ingresar. Desde que subo los escalones me encuentro con personal que me dan la bienvenida. Gentilmente les saludo y sonrío agradeciendo por su recibimiento. —Doctor, ya está de regreso —asiento. Hago el respectivo ingreso y mientras estoy en eso veo a mi madre llegar— ¿Cuándo llegaste? ¿Por qué no avisaste que ya habías regresado? —¿No te da gusto que ya haya regresado? —sonríe y me abraza. —Tonto, claro que me da gusto que hayas regresado —caminamos a la par por los pasillos. Mi mirada va de un lado a otro buscándola. Y no sé porque la busco si aún no es hora de que los estudiantes lleguen. Solo espero no me vuelva a tocar con ella. Ya han pasado dos meses, debería estar en otro sitio. —Sáez estará por llegar —comenta mi madre mientras acomodo mi bata. —Ya no viene, le escribí que estaba de regreso. Si quieres acomodarlo en otro puesto, está bien, pero este es mi consultorio. —Eso lo sé hijo. Me alegra que estes de regreso —toca mi rostro con sus suaves manos—. No olvides ir a saludar a tu padre antes de empezar las consultas. —Ok —se va. Dejo acomodando las cosas que hay en mi oficina a mi gusto, porque mi colega las ha movido. Al estar mi escritorio como me gusta voy a la sala donde se encuentra mi padre. Mientras camino por los pasillos escucho que hablan de no sé quién que salió embarazada y, de la vergüenza no a regresado. No me interesa el chisme de las enfermeras, por eso paso sin prestar atención a nada. —¿Puedo? —inquiero asomando la cabeza. Mi viejo sonríe mientras se levanta. —¿Cuándo llegaste? —la misma pregunta que mi madre hace. —Ayer —le doy un abrazo y me siento en la silla frentera. Agarro un bolígrafo y le doy vuelta. —¿Y qué tal te sientes? —Mejor, con nuevas energías. —Eso me da gusto. Hablo con mi padre unos minutos, le hago un corto resumen de lo que fue mi viaje y mi estadía en aquel retiro. Luego me voy porque tengo mucho por hacer, incluso mi padre tiene cosas que hacer. Dejo de quitarle tiempo, igual dejo de perder el mío. Aquí hay mucho por hacer, sobre todo, tengo que subir al cuarto piso y visitar a mis niños. Paso la mañana entre consulta y consultas. Me concentro en el trabajo tanto que, olvido la hora en que los chicos de la universidad llegan. Cuando la puerta se abre e ingresa un joven, suelto la respiración. Me saluda amablemente, se presenta y procede a ayudarme con las consultas. La enfermera que estaba anteriormente se va, déjanos a los dos el trabajo. Retomo las consultas. Llega el medio día y, decido finalizar por ese día las consultas. Envío al chico al almuerzo y yo subo al último piso a revisar a mis pequeños. No me esperaba el recibimiento que me dan. Parece que lo han preparado recientemente, porque no tenían idea de mi regreso. Pero es muy bonito ver su grande habitación llenas de globos con distintos colores. Es obvio que lo hicieron con ayuda de sus padres y de las mismas enfermeras. Paso abrazando a cada uno de ellos, dejando un beso en sus peladas cabecitas. Cuando termino con todos, me doy cuenta de que me faltaba uno. Al observar esa cama, el pequeño a mi lado dice. —Ya voló, se convirtió en un ángel ¿verdad? —un nudo se me forma en la garganta, mis ojos pican, pero antes de soltar unas lágrimas sonrío y me giro en dirección al pequeño. —Así es. Ahora es un ángel. Me quedo un rato jugando con ellos, contándole mis aventuras en el viaje. Lo bien que me sentí en el retiro y, lo cerca que pude estar de Dios. Ellos escuchan con emoción la forma en que les cuento todo lo que hice. Me encanta ver sus caritas expectantes mientras les hago el relato. Vuelvo a bajar a la planta baja, directo al comedor donde se encuentran mis padres. Ambos se ven agotados, pero han decidió quedarse hasta terminar el turno. Mientras me acomodo, escuchó a mi madre conversar con otra doctora de mi hermana. Aquella doctora dice. —El karma les llegó. Eso de que la hija haya salido embarazada sin estar casada, es una vergüenza —me mira y me sonríe— Alejarte te ha asentado bien, estás más guapo —agradezco su piropo, pero no puedo dejar de cuestionar de quien estaban hablando. He venido escuchando desde la mañana que hablan sobre alguien, pero no le he puesto interés hasta ahora. —¿De quién hablan? —es la única pregunta que hago mientras agarro la carta del menú. —De los Mancini —levanto la mirada y veo a mi madre presionar los dientes. Nuestra colega se disculpa dándole palmaditas. Pero no deja de decirme lo que pasa—. La hija de ellos, la muchachita que hace pasantías aquí, está embarazada —al escuchar eso me quedo en trance. Siento como la sangre me cae a los pies, incluso la carta se rueda de mis manos, más cuando dice. —¿Embarazada? —la palabra me sale casi en un susurro. —Si embarazada —un nudo se atasca en la garganta. —Dijo que no iba a tenerlo, entonces le recomendé a alguien que realiza abortos —mira a mi madre—. Espero no te moleste por brindarle mi ayuda —mi madre se alza de hombros. —¿Cuándo fue eso? —pregunto con impaciencia. —Por favor, ya dejen de hablar de esas personas… —¿¡Hace cuanto que dijo que no lo tendría!? —vuelvo a preguntar desesperado— Ella me mira como queriendo decirme, pero por respeto a mi madre se levanta. —Rolan, no debe interesarte la vida de esas personas…. Me levanto abruptamente. Nuestra colega pregunta— ¿Qué pasó? —giro para irme, para buscar información en otro lado. Al encontrar a una enfermera en el pasillo la detengo. Ella me mira consternada por la forma dominante en que la sostengo. —¿Hace cuanto descubrió Eylin que está embarazada? —me mira intrigada, pero responde. —Hace dos semanas. —¿Y cuantos meses tenía? —ella frunce el ceño. Lo sé, mi pregunta es desconcertante. —Tenía mes y medio —suelto a la enfermera, la cual me queda viendo con intriga— ¿Por qué lo pregunta, doctor? ¿Está bien? Lo veo pálido. No respondo. Acelero el paso, salgo del hospital y voy directo a mi coche, mientras manejo la llamo. Sé que tiene mi número, sé que debe tenerlo, pero no me responde, no contesta mis llamadas, por ello dejo un mensaje de voz. “Eylin, estoy de regreso, por favor, veámonos” El mensaje sale como no leído, pero siento, presiento que, si lo ha escuchado, por eso vuelvo a dejarle otro. “Estaré en el parque cercano al hospital, frente a la catedral… te espero ahí, no tardes” Manejo hasta el parque. Me quedo unos minutos en el estacionamiento, pensando, sacando cuentas, rogando que no haya hecho eso. Joder. ¿Es mío? Sí, tiene que ser mío. Ella no había estado con nadie. Ella se entregó a mí por primera vez. Lo hicimos sin protección. ¿Y si estuvo con alguien después de eso? ¿Si por despecho se metió con otro? Ladeo la cabeza, saco de mis pensamientos cualquier cosa que ponga en duda su dignidad. Se ve una joven muy centrada. No del tipo de mujer que por despecho está con alguien más. Bajo del coche cuando la veo llegar. Sí, vino, aceptó verme. Acelero el paso al ver que mira hacia ambos lados y, al no verme piensa en irse. Pero cuando se gira en mi dirección se congela. Doy zancadas grandes hasta llegar a ella, me paro en frente, mirándole fijamente cuestiono—. ¿Dime que no lo hiciste?, ¿dime que él sigue creciendo dentro de ti? —No habla, no dice nada, solo me mira con ojos lagrimosos— ¡Por favor, Eylin! ¡Por favor, habla! —me atrevo a sacudirla—. ¡Es nuestro hijo! —digo con la voz quebrada— Solo dime que está bien y te prometo, te juro que haré todo lo que esté en mi para amarte.
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