La cena llega, un muy extrañamente callado Emmet come sin hacer contacto visual con algo más que no sea su plato. Romi se despide temprano, llevando un par de porciones, pues su hermano va a pasar la noche en casa y quiere disfrutar un tiempo con él.
- ¡Mi! – exclama Emmet, haciendo que esta se detenga asustada y los demás se sorprendan.
- ¿Sí?
- Tu pasta es bonita.
- ¿Ah?
- La pasta – señala el plato – quedó bonita como… la mancha de tu vestido. Que se ve bien, porque estás – dibuja con sus manos las curvas de su cuerpo, esta se sonroja – tú sabes.
- Gracias – dice riendo nerviosa, mientras observa a los demás que están tan confundidos como ella.
- Sí. Bueno, si ya te vas, ándate.
- Bueno, hasta mañana – camina aún más confundida a la puerta
