Mascaras. 1

4414 Words
Esos cuatro días en Bari habían sido un descanso maravilloso para Sophie, desde un día completo en un spa hasta días de playa, largos paseos por la ciudad y noches bailando con sus amigos, lo único que no le gustaba mucho es que Kadir seguía en el hotel, aunque no habían cruzado más palabras que un saludo al encontrase de paso, la seguía poniendo incomoda su sonrisa coqueta. Esa noche de sábado había una fiesta de máscaras que el hotel organizo y a la cual ya habían sido invitados desde el primer día que llegaron a hacer el registro, Sophie no quería asistir porque se sentía mareada y tampoco quería estar de mal tercio con la pareja que no la habían dejado sola desde el día del spa, pero al final de tanta queja Liz consiguió convencerla para que se arreglara; un vestido de color n***o de falda con paletones anchos, escote en forma de U y mangas hasta los codos, zapatos cerrados en color plata y sin más joyería que el anillo de esmeralda de la primera cita. – ¿Listas para la fiesta? – pregunto Adam al ver salir a Sophie de su cuarto. – Preferiría estar en pijama acostada en la cama. – respondió mientras arreglaba su flequillo. – Estamos aquí para divertirnos, no puedes ser tan amargada. – Liz paso su brazo por los hombros de la pelirroja. – Ya sé, pero te juro que si me topo con Kadir voy a volver a mi cuarto y no puedes acusarme de aburrida porque he salido con ustedes todos los días. – dijo mientras caminaban hacia el elevador. – Lo mandamos a volar, esta noche es de chicas. – Adam hizo un gesto amanerado haciendo reír a las mujeres. Al bajar al lobby se encontraron con muchos huéspedes muy bien vestidos y con máscaras en sus manos listos para ir al lugar donde se haría todo el evento, ninguno de los tres tenía máscara y no sabían dónde podían conseguirse unas. – Disculpen... – una de las recepcionistas los llamo – ¿No tienen máscaras para esta noche? – pregunto amablemente. – No, la verdad pensábamos ir sin ellas. – respondió Liz. – Lo siento, pero no podrán entrar si no llevan mascaras... – fue hacia el escritorio ovalado donde atendían y se agacho para sacar algo – Algunos huéspedes solicitaron las suyas hace ya días y solo nos quedan estas. – eran dos máscaras de lentejuelas y plumas, una blanca y la otra naranja junto a una máscara de conejo en color blanco. – Muchas gracias... – Liz las tomo sin problema – ¿Cuál quieren? – pregunto. – Vayan ustedes dos vayan a juego y yo me quedo con la del conejo blanco. – Sophie sonrió tomando la máscara. – Te enfundas en un traje de cuero y ya estas para dominar. – Adam se burló un poco al verla con la máscara puesta. – Si no fuera una máscara de carnaval te creo que me vería como una dominatrix miniatura. – Sophie se vio en el reflejo de una ventana. Las máscaras que les dieron eran de carnaval como las de los otros huéspedes, tenían decoraciones con lentejuelas y cintas brillantes, Sophie se acomodó muy bien la máscara que le cubría desde la punta de su nariz hasta la frente y salían las dos orejas, si bien no tenía lentejuelas como las de Liz o Adam, tenía unos detalles muy bien hechos con pintura dorada en los bordes de las orejas, alrededor de los ojos y la nariz. Entraron al jardín reservado para esa fiesta y un mesero les pidió sus nombres ya que todos los huéspedes tenían sus mesas reservadas en el área techada, a pesar de que Sophie estaba renuente de asistir se sintió emocionada porque era una experiencia nueva y divertida al mismo tiempo ya que nadie se podía reconocer bajo esas máscaras, nadie salvo una pelirroja natural. – Dicen que a media noche van a explotar los fuegos artificiales. – comento Adam dejando unas bebidas en la mesa ya que las fue a pedir a la barra. – Que emoción, si ya de por si la fiesta pinta a ser buena con fuegos artificiales va a ser fantástica. – Liz no disimulaba su emoción. – Que bueno que para mañana no teníamos nada planeado, vamos a poder dormir después de esta desvelada. – Sophie cruzo una pierna sobre la otra mientras bebía su coctel. – La he pasado tan bien que ya no tengo ganas de volver al trabajo... – Liz hizo un puchero – Nunca pensé que Italia fuera tan hermosa en todos los sentidos, casi dan ganas de mudarse. – se recostó más en su silla. – No es mala idea, es un clima más soportable que el de París en estas mismas fechas. – si no tuviera todo en el país vecino sin dudarlo Sophie se mudaría. – Dejamos todo en Paris y nos mudamos a una ciudad playera, podríamos comenzar desde cero, poner un poco de nuestros ahorros y montamos un negocio donde trabajemos los tres. – Adam se puso a soñar despierto. – Los ayudo a montar una tienda de cosas para el surf y yo puedo ganar dinero tocando en la playa. – Sophie se imaginó la escena. – ¿Estarías dispuesta a dejar tu carrera como violinista famosa solo por vivir en Italia? – cuestiono Liz incrédula. – ¿La verdad? Si... – asintió sin duda – Porque la fama no te da la felicidad plena y cuando comienzas a sentir que lo que haces ya es de forma monótona, que tienes que hacerlo y ya no es algo que disfrutas es difícil llevarlo, si no tuviera una carrera en París seguramente me hubiese ido de la ciudad y volvería a tocar en los parques de vez en cuando mientras trabajo en mi propia línea de maquillaje. – sonrió con ilusión. – Ya no disfrutas lo que haces ¿Verdad? – Liz le tomo la mano. – Me encanta tocar y la música es mi mayor pasión, pero desde el divorcio he estado en el ojo público recibiendo críticas absurdas y eso no me gusta, todos tenemos un límite. – se sinceró un poco más con ambos. – ¿Qué te gustaría hacer? – pregunto Adam. – Lanzar mi último disco y retirarme de la música, expandir mis horizontes y continuar la relación con James, quizás darle una segunda oportunidad al matrimonio. – en los primeros días de la traición se cerró a esa idea, pero James la había hecho cambiar. – Una tienda de maquillaje no suena nada mal, necesitarías a una abogada que te lleve los temas legales de todo. – Liz le guiño un ojo sonriendo. – También un fotógrafo que te ayude con las imágenes que subirías a las r************* con tus productos. – Adam hizo lo mismo. – Una línea completa de cuidados para la piel. – Sophie se mordió el labio inferior tentada a cumplir su sueño. – Tu eres experta en eso. – Liz le apretó las mejillas mientras reían. La cena fue algo delicioso para el paladar de Sophie que para su buena suerte no estaba resentido como en los días anteriores y el ambiente musical iba acorde con el momento tranquilo que la mayoría quería pasar durante la cena, después del postre el Dj invito a todos a pasar a la pista para bailar hasta que los pies les dolieran, Liz quería ir a la pista, pero sentia pena por dejar a la pelirroja sola en aquella mesa completamente mientras ellos bailaban y se divertían, aunque a su amiga parecía no disgustarle la idea ya que estaba más pendiente de su celular que en observar lo que la rodeaba. – Sophie, vamos a bailar. – sugirió Adam que también quería ir a la pista. – Vayan ustedes si quieren, no tengo ganas de bailar por el momento. – había comido mucho y si se ponía a bailar iba a terminar vomitando. – Me sabe mal que te quedes solita. – Liz hizo un puchero. – Ni que me fuera a pasar algo malo quedándome sentada en este lugar, vayan a bailar y disfruten la noche porque yo tengo flojera. – sonrió divertida viéndola. – Si te animas a levantarte nos buscas. – Adam se levantó sabiendo que no habría forma de que consiguieran levantarla. – Claro yo los busco y si me quiero ir a dormir también les aviso. – movió la mano despidiéndose de sus amigos. Sophie estaba jugando en su celular, los mensajes que le mando a James no fueron respondidos y al no querer arruinarles la noche a esos dos decidió quedarse en la mesa aunque fuera solo para eso; levanto la vista al ver unas siluetas pasar frente a la mesa, una pareja que iba a la pista para bailar y al poner la vista al frente se topó con un hombre sentado a unas seis mesas lejos de la suya, un traje de color n***o intenso y lo que capto su atención especialmente, muy aparte de que usaba una máscara de conejo parecida a la suya solo que con los bordes plateados, el hombre sonrió y levanto la copa de vino hacia ella, con esa acción Sophie solo bajo la cabeza retomando al juego porque no quería más insinuaciones. – ¿Por qué tan sola? – pregunto un hombre sentándose en la silla donde antes había estado Adam. – No sabía que era obligación estar acompañada. – Sophie levanto la vista. – Claro que no es obligación, pero una mujer tan hermosa como usted no es buena que este sola, podría generar tentaciones de raptarla. – sonrió acomodándose la máscara de gato. – Pobre del imbécil que intente hacer una estupidez de ese calibre. – guardo su celular. – Me encantaría que me acompañe a bailar. – algo en ese tipo le decía a Sophie que no debía ni aceptarle las buenas noches. – No... – dijo con una voz seria – Y le pido de la forma más amable posible que se levante de esa silla y se retire, yo estoy con mis amigos. – parecía que estaba contando un chiste porque el tipo no dejaba de sonreír. – Las mujeres difíciles siempre han sido mi mayor deseo. – sin decir más se levantó y se fue. Sophie lo siguió con la mirada hasta que se perdió entre las personas y opto por levantarse del asiento asegurándose primero de que el mesero se llevara todas las bebidas de la mesa sin importar que estaban a la mitad, se encamino hacia la pista de baile y la fue rodeando observando los sillones que estaban enfrente, quizás podría conseguir uno de esos espacios donde pudiera ver a sus dos amigos bailar y donde se sintiera segura. – Disculpe... – tomo el brazo de un mesero – Estos lugares ¿son libres o están reservados? – pregunto señalándolos. – Fueron reservados con anticipación. – respondió el hombre antes de seguir su camino. Dejo escapar un suspiro pesado y retrocedió un par de pasos pensando donde podría ir porque no quería regresar a la mesa, sin darse cuenta, choco con alguien y al voltear apenada tuvo que levantar la cabeza notando que era el mismo hombre con la máscara de conejo. – Perdón, no me di cuenta. – se disculpó alejándose rápidamente de él. – Mi dispiace signora... – respondió con un tono de voz grave – Posso sapere se è accompagnato. – sus palabras la dejaron en la luna. (Lo siento señorita… puedo saber si va acompañada) – Perdón, pero no entiendo italiano. – negó con la cabeza. – ¿Parla italiano? – la vio negar con la cabeza – Ma capisci alcune cose. – hablo un poco más despacio. (Pero entiende alguna cosa) – Speak english? – pregunto esperando que le entendiera porque era algo básico y lo vio negar con la cabeza – Parlez-vous ou comprenez-vous le français? – lo vio ladear la cabeza – Yo creo que no entiende un carajo de lo que le estoy diciendo... – se rasco la nuca incomoda – Non parlo bene la lingua. – solo pudo rezar por haber pronunciado bien las palabras. (Hablas o entiendes francés.) – Non sei italiana? – dijo mientras frotaba la barba en forma de candado en su barbilla. (¿No eres italiana?) – No, yo vengo de Francia. – se sentia como en la prehistoria tratando de que aquel hombre le entendiera. – Ah, la Francia è un paese bellissimo e soprattutto Parigi. – exclamo con una sonrisa en los labios. (Francia es un país hermoso y especialmente París.) – Si, Paris... yo vengo de Paris. – asintió sonriendo porque le pudo entender, aunque fuera la mitad de toda la oración. – Vuoi ballare con me? – extendió su mano hacia ella cuando una melodía suave comenzó a sonar. (¿Quieres bailar conmigo?) – No gracias, yo ya me iba a dormir. – negó rápidamente dando un paso hacia atrás. – Per favore, un pezzo mia bella signora per celebrare questo bellissimo incontro. – le tomo la mano con suavidad y se acercó más a ella. (Por favor mi bella dama, una pieza para celebrar este encuentro) – ¿James? – cuestiono cuando pudo ver sus manos. – Scusate? – su tono de voz fue de confusión. (¿Disculpe?) – Nada, yo tengo que irme. – se alejó del hombre rápidamente y se metió entre las personas que bailaban El tipo frente a ella era tan alto como James, su voz un poco más profunda pero con cierto parecido, sin embargo, al ver las manos del hombre sintió que las conocía, pero no estaba muy segura ya que con aquellas mascaras era muy difícil poder reconocer a alguna persona y no quería meter la pata, además si fuera James no hubiese comenzado con esa conversación tan tonta y tampoco es que tuviera algo que hacer en Bari, quería confiar en que si hubiese tenido que ir de emergencia a la ciudad ella se hubiera enterado por una llamada o mensaje, quería creer que tenían ese nivel de confianza. – Sophie ¿Qué te pasa? – pregunto Liz al verla llegar con ellos algo apurada. – Creo que me acabo de topar con James. – volteo a ver dónde el hombre se quedado, pero ya no había nadie. – ¿Con James? – cuestiono Adam con extrañeza – ¿Te dijo que vendría a Bari o algo así? – vio hacia donde la pelirroja veía. – No, desde las seis no me responde los mensajes y no me dijo nada de que vendría a la ciudad, pero les juro que sentí que era él. – se abrazó a si misma sintiéndose incomoda. – Yo creo que lo extrañas tanto que ya comenzaste a verlo en todos lados... – Liz paso el brazo por los hombros de su amiga – Quédate con nosotros bailando, falta poco para que los fuegos artificiales revienten en el cielo. – la movió de forma juguetona. – Solo espero poder seguirles el paso. – sonrió animándose con el ritmo del mambo. Los hombres que bailaban con sus parejas veían con algo de envidia como Adam bailaba acompañado de dos preciosas mujeres que no se reprimían en tomarle las manos ni mucho menos pegarse a él dejándose llevar por el ritmo tan alegre, cuando la canción se detuvo ambas abrazaron a Adam ganándose muchas más miradas. Entre aplausos las primeras luces explotaron en el cielo pintando la noche con luces verdes y amarillas que dejaron a Sophie completamente embobada viendo como las demás subían al cielo, explotaban y todo se iluminaba, se quedó tan absorta en las figuras luminosas que no se dio cuenta en que momento Adam y Liz se alejaron de ella, las personas se comenzaron a agrupar al borde de la pista viendo el cielo causando que se perdieran de vista. – Mi conejita preciosa. – el susurro en su oreja la hizo estremecerse, esa voz era inconfundible. – ¡James! – se dio la vuelta lo más rápido que pudo porque unas personas la empujaron. Intento salirse de entre el tumulto para buscar a James, sin embargo, cuando lo consiguió el hombre ya no estaba por ningún lado, ni él ni sus dos amigos y por más que quiso buscar entre las personas no logro verlos porque estaba muy chaparra, decidió irse de la pista pues estaba segura que el hombre que le hablo era James y no pensaba quedarse con esa intriga de saber dónde estuvo todo ese tiempo o de porque estaba en la ciudad. El primer lugar que decidió revisar fue donde habían cenado, se topó con que los meseros ya estaban recogiendo todo pues no quedaba nadie en el lugar y después de ahí quiso volver al lobby del hotel, pero la entrada estaba obstaculizada por dos tipos altos, calvos, gordos y enmascarados que a pesar de verla no se movieron, Sophie no iba a pasar entre ellos y prefirió dar la vuelta, aunque tuviera que caminar mucho más. Le dio temor tener que pasar en una calle empedrada que estaba entre unos altos arbustos que hacían mucha sombra a las farolas de los lados, pero era el único lugar para acortar el mayor trayecto del camino donde tendría que entrar a la arena para rodear, a medio camino escucho que detrás de ella iban sonando unos pasos haciendo que volteara de inmediato y para su disgusto vio a un hombre con una máscara de gato provocando que acelerara el paso ya un poco más asustada, arrepintiéndose de no haber buscado a sus amigos primero. Al estar cerca de la salida se topó de frente con otro hombre con la misma mascara y cuando paso lo vio sonreír de una forma escalofriante, quiso llegar a la otra entrada, pero se la vio obstaculizada por unas escaleras y otras cosas que no iba a poder pasar ni quitar, se dio la vuelta pensando en volver sobre sus pasos, pero los hombres le estaban esperando, ambos de pie firmes en la entrada del camino. Sin darse cuenta había sido rodeada y por su propio pie termino en el lugar donde no habían personas que pudieran ayudarla si esos dos intentaban hacerle daño, asustada de ver como otros dos hombres llegaban decidió meterse en el estacionamiento del hotel intentando perderlos de alguna forma y por ir corriendo no se fijó bien donde pisaba, cayo con una rodilla sobre los escarpados adoquines sintiendo como estos rompieron su piel, pero ya se revisaría después de librarse de los tipos que todavía la iban siguiendo y como pudo tuvo que correr esperanzada en llegar a la entrada principal, sin embargo, estando a unos metros alcanzo a distinguir entre las sombras a una figura masculina que se abalanzo sobre ella, por suerte lo único que el hombre pudo quitarle fue la máscara ya que se agacho y corrió lo mejor que pudo con sus tacones. Su única alternativa para librarse de ese tremendo lio fue salir de las instalaciones del hotel en busca de un lugar que pudiera ser seguro e intentar llamar a la policía o a James, quien respondiera primero. – ¿Dónde se metió? – pregunto uno de los hombres que la perseguía. – No va a llegar lejos yendo sola, además logre ponerle un rastreador en la cartera. – otro de ellos saco su celular para buscarla. – Si la perdemos nos vamos a quedar sin medio millón de euros, Paolo está muy interesado en tenerla. – todos se comenzaron a quitar las máscaras. – Creo que descubrió el rastreador, porque dice que está frente a nosotros. – el hombre vio hacia el frente y uno encendió una pequeña lamparita. Sophie si estaba oculta detrás del auto frente a ellos, pero al escucharlos hablar de un rastreador en su cartera se apresuró a buscarlo antes de escapar por el callejón detrás de ella, se escondió dentro de un callejón sin salida para poder sacar su celular, bajo todo el brillo y al intentar llamar a James se topó con la amarga realidad de que la señal estaba completamente bloqueada, corrió agachada entre los autos estacionados cuidándose de que las luces de las farolas no la tocaran porque entonces no tendría forma de escapar. Sin tener la menor idea de para donde estaba corriendo atravesó los callejones hasta dar con una calle completamente desolada, con sus farolas aparentemente fundidas porque solo servía una y era justo la que estaba sobre ella. – Hola conejita. – los hombres la habían encontrado. – ¡No se atrevan a tocarme! – gruño comenzando a retroceder con cautela. – Creo que no estás en condiciones de pedir nada, no queremos hacerte daño, pero no nos obligues a someterte contra el suelo. – amenazo con burla en su voz. – Pobre del maldito imbécil que me ponga una mano encima, desde ya les advierto que el que me toque se muere. – claro que iba a usar la posición de James para salvar su pellejo. – Muñequita, no debiste venir a Bari solita y te informo que fuiste marcada como un objetivo desde el primer día en el restaurante. – uno de los hombres saco un arma paralizante y apretó el botón haciendo tronar la electricidad. Luces blancas se encendieron en aquella calle desolada segando a todos, Sophie se cubrió con una de sus manos y trato de acostumbrar su vista mientras su cabeza iba trazando un plan de escape a como fuera, pero cuando sus ojos se acostumbraron al brillo de la luz blanca pudo distinguir una silueta entre lo que parecían ser dos autos, era un hombre con la máscara de un conejo pues sus orejas resaltaban casi como si fuera el diablo de pie frente a ellos. – Estas muy lejos de casa Ángelo. – dijo una voz gruesa, áspera y profunda. – ¿Te conozco? – pregunto el hombre que había amenazado a Sophie antes. – La familia Quintana le puso un precio de tres millones de euros a tu cabeza y creo que mi preciosa pelirroja acaba de ganárselos trayéndolos a las miras de mis armas. – detrás del hombre salieron muchos más armados con rifles de asalto. – ¡A la mierda! – Sophie comenzó a retroceder queriendo desaparecer del panorama. – Escucha... – Ángelo vio que las cosas estaban mal – Puedo conseguirte las mujeres más hermosas de todo el mundo, a eso me dedico, tu pide y yo te la consigo, no importa la edad o el país, solo déjame tomarla y listo... – sonrió extendiendo sus brazos – Trabajamos en el mismo rubro, podemos ser socios incluso. – dio un paso al frente y escucho como todos movían sus dedos a los gatillos porque había un silencio profundo. – Yo soy el rey de las armas, tengo la fábrica de armamento más grande de Europa, jamás me rebajaría al nivel de una rata como tú. – de las sombras detrás de los secuestradores aparecieron más que le apuntaron a la cabeza. – Jefe, la señora se esfumo. – comento Víctor cuando las farolas de la calle se encendieron. – Sera un milagro que después de este susto no se haya orinado. – dijo Jace de forma burlona detrás de James quien se quitó la máscara. – ¡James! – Ángelo grito con las manos esposadas tras su espalda – ¡James, no me puedes hacer esto, te doblo el p**o, pero no me entregues a los Quintana! – quiso levantarse, pero Antoni le puso el pie en la espalda. – Te di una advertencia y yo no soy un hombre que repita las cosas más de una vez. – presiono el cuerpo de Ángelo contra el pavimento. Sophie no se iba a quedar a averiguar si el hombre con la máscara de conejo era James o no, tampoco le interesaba estar entre ellos si había fuego cruzado por eso cuando el hombre se puso a hablar aprovecho esos segundos para desaparecer en el callejón como si fuera un fantasma, al llegar al otro lado tuvo un poco de dudas sobre el camino que debía seguir, hacia arriba o hacia abajo y en su dilema sintió un pequeño golpe sobre su abdomen seguido de un piquete como de alfiler, con la luz amarillenta de las farolas intento ver el motivo de esa sensación. – Las mujeres bonitas no caminan solas de noche. – la voz de Ivana la hizo alzar la vista. – ¿Qué haces aquí Ivana? – comenzó a retroceder al ver un arma en la mano derecha de la mujer. – Vinimos a salvarte de ser vendida a un proxeneta y aunque usarte como carnada no fue nuestra primera opción, al final el objetivo se consiguió. – sonrió de lado. – ¡¿Me usaron como carnada?! – alzo la voz comenzando a sentirse soñolienta. – Fue mi idea y al fracasar todos los planes James tuvo que terminar aceptando. – se abalanzo sobre la pelirroja para evitar que se cayera al suelo de golpe. – ¿Qué me hiciste? – Sophie se dejó caer en los brazos de la mujer. – Es solo un sedante que te hará dormir por unas horas. – Ivana detuvo a James con una mirada. – Voy a matar a James y a ti te voy a pegar una paliza. – arrastro las palabras luchando por no quedarse dormida. – ¿Me vas a lanzar una maceta? – pregunto divertida viéndola quedarse profundamente dormida – Ven por ella, es pequeña, pero está un poco pesadita. – vio a James acercarse. – Mañana va a estar hecha una fiera y si antes no me mando al demonio ahora si lo hará. – dijo una vez la tuvo en sus brazos. – Puedes manipularla con las fotos donde está hablando con Kadir para que no se vaya. – Ivana se encogió de hombros. James la llevo a una de las camionetas y con mucho cuidado la acostó en el asiento de atrás, la cubrió con su gabardina y le encargo a Víctor que se la llevara al aeropuerto ya que él todavía tenía un par de cosas que hacer en compañía de los hermanos Giuseppe ya que Ivana no quiso acompañarlos, estaba más desesperada por encontrarse con sus hijos en el aeropuerto que en hacer presencia con la familia Quintana.
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