—Es un niño descubriendo el sexo, ya déjalo en paz. Me sorprendo y sin poder evitarlo me carcajeo, mientras que mamá se indigna y lo deja saber con un grito. —¡Mamá! —exclama mi madre. Por pedido de mi abuela me encuentro otro día más a la hora del almuerzo. Es que no puedo decirle que no a esa sonrisa compradora que tiene esta señora. Mi abuela le resta importancia y se engancha a mi brazo para caminar adentrándonos a la casa. —Cuéntame, muchachito, ¿cómo estás? Acaricio su mano, ya algo arrugada, producto de tantos años. —¿Cómo crees que sería la vida de un famoso? —le cuestiono. Ella lo piensa unos segundos y suspira. —Algo alocada, y también cansina. —Exactamente así es, abuelita —sonrío. Al llegar al patio, toma asiento en la hamaca de madera y me invita a imitarla. —Pero