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Bastian's POV
La fama es tan contradictoria.
Me encanta ser famoso. No voy a engañar a nadie.
Amo cenar en restaurantes de lujo sin tener que ver el precio de los platillos; obtener ropa o zapatillas de marcas mega famosas por el simple hecho de subir una foto con alguna de sus prendas; amo tener fans que me sigan a todas partes, aunque a veces sean extremistas y super extraños; poder ir a algún alejado sitio con solo el chasquido de mis dedos porque sé que si quiero ir a Bali, simplemente levanto el tubo y el piloto de mi avión privado va a tener organizado el vuelo mucho antes de poder organizar mi maleta. Amo el poder que tengo por solo tener mucho dinero y algo de poder en este mundillo.
¡Realmente amaba la fama! Hasta que al día siguiente amaneces, y ves tu rostro en todos los portales de prensa rosa y canales de chismes. Allí se esfuma el amor.
¿Era demasiado pedir que no me fotografíen cuando a duras penas puedo llegar a mi auto de tanto alcohol en mi sistema?
¡Ellos no querían fotografías bonitas de mi! Odio los periodistas. Excepto aquella rubia con quien pasé una gran noche hace una semana.
Era realmente exasperante vivir con la incógnita de saber si hoy van a perseguirte en el centro comercial para fotografiarte sacándote un moco, o si ya encontraron otro imbécil que pueda figurar en exclusiva.
Aunque eso no me impide hacer lo que me da la regalada gana. Claro que eso luego me trae muchos problemas a mi y muchos dolores de cabeza a mi mánager.
—¿Por qué twitteaste eso? —casi que exclama Kyle al entrar por la puerta de mi casa.
Levanto la mirada de mi libreto, junto con mis cejas, con una clara pregunta en mis ojos.
—¿De qué mierda hablas?
El pelinegro resopla y sacude su iPhone en mi dirección.
—¿Y qué es eso de seguir a este perfil de una academia de baile? —levanta la vista de la pantalla—. ¿Hay algo que no me estás diciendo?
Frunzo el ceño, comenzando a enojarme. Tengo poca paciencia.
—¿Comenzaste clases de baile o algo así? —pregunta confundido.
Este hombre tiene naturaleza de periodista, sino no se entiende.
—No, Kyle. No comencé baile, simplemente quise seguir un perfil y ya —Resoplo—. ¿Acaso eso es un problema?
Kyle abre los ojos, sorprendido.
—Pues sí.
Me levanto del sillón, enojado. Ya han arruinado mi mañana.
—¡Oh, no me jodas, maldita sea! ¿Cómo eso puede influir en mi imagen? —espeto, acariciando mi cuello, ahora tenso.
Kyle busca su segundo iphone entre las cosas de su mochila y lo sacude en mi dirección, como diciendo "acá tengo evidencia para inculparte".
Como mánager, una de sus tantas tareas es tener un control minucioso de mis r************* y por eso es que tiene un segundo móvil pero con un duplicado exacto al mío. Todo lo que hago, lo que busco y lo que recibo, pasa antes por el móvil que tiene él. ¿Algo agobiante? No. Yo vivo abiertamente, no me interesa nada de eso.
Observo que guarda las cosas nuevamente en su mochila y toma asiento frente a mi. Kyle es un mánager muy desestructurado y fue esa soltura y tranquilidad lo que me hizo contratarlo. Eso y que llevó a muchos actores de pueblo a triunfar en las grandes compañías de cine. Aunque veo que la tranquilidad últimamente no rodea su aura.
—Según el historial, seguiste a esta academia de, ¿qué es esto, hip hop? —levanta una ceja, confundido—. Como sea. Luego, merodeaste en sus publicaciones por una hora hasta que encontraste un vídeo. ¿Quieres decírmelo tú o lo descubro yo?
De repente los nervios aparecen y no entiendo porqué. Kyle actúa como mi madre, controladora e histérica. Ya no soporto esta inútil situación.
—Quería ver si una bailarina tenía i********: y ya —respondo intentando quitarle hierro al asunto.
Kyle resopla con una sonrisa victoriosa.
—Y la encontraste. Aquí dice que... —detiene su habladuría y frunce el ceño—. ¿Acaso ella es tu próxima víctima?
Ruedo los ojos y camino hacia la cocina para alejarme de toda la tensión que trae encima ese hombre.
—Respóndeme, Bastian. ¿Por qué quieres saber de ella? —exige siguiendo mis pasos.
Maldita sea. ¿Si prendo fuego a mi mánager saldré en las noticias? Bufo. Mejor no, ya no quiero verme en la tv con escándalos que no involucren nenas en un antro.
—¿Cuál es el verdadero problema, Kyle? —pregunto cansado de tanta charla, intento llevar el punto a otro tema.
No voy a negar que esa mujer va a ser mi próxima víctima, y tampoco voy a afirmarlo.
—Estuve pensando en organizar una conveniente relación con Bárbara —baja la mirada a la pantalla y se pierde mi mirada fulminante—. Eso sería buena publicidad para ti y para la serie, todos ganan.
Apoyo ambas manos sobre el mármol y lo enfrento.
—Todos no, yo no gano. No quiero ni pienso soportarla. Si quieres publicidad, puedo darles más fotos ebrio —me encojo de hombros, seriamente.
Kyle rueda sus ojos, fastidiado.
—Primero, no parecías no soportarla hace unas noches; y segundo, quiero buena publicidad, no de esas que solo hacen que piensen que vas a terminar como Britney Spears.
¿Britney? Yo no consumo drogas. Únicamente vivo mis hormonas públicamente. Y tampoco planeo terminar calvo, me encanta mi cabello.
—Busca otra alternativa, no me interesa —sentencio.
Paso por su lado y subo las escaleras hacia mi habitación.
—No olvides que tienes un almuerzo con tu madre en una hora —recuerda inútilmente porque ya lo sabía. Esa había sido la razón por la que me levanté medianamente temprano.
A los pocos minutos escucho un motor encenderse, por lo que entiendo que Kyle entendió la indirecta y se marchó.
Luego de ducharme, ponerme guapo para mi madre y hablar con el jefe de mi seguridad, me pongo en camino a ese almuerzo familiar.
Las rejas de la residencia de mis padres se cierran finalmente y mi cuerpo entero junto con los guardaespaldas en el otro automóvil, se relajan.
Al bajar y dirigirme a la entrada puedo escuchar sonidos de cámaras pero no me preocupo. No lo hago cuando se supone que hago cosas para menores de edad, mucho menos lo haré ahora que estoy siendo buen hijo.
—Hola, cariño —saluda mamá al recibirme en mi hogar.
Sonrío de lado y beso su frente luego de abrazarla. Mi sonrisa aumenta al ver su felicidad por verme el día en que prometí venir a visitarlos.
—Miren nada más, si es mi niño.
Volteo y me sorprendo al ver a mi abuela unos pasos detrás de mamá.
—Abuelita —susurro.
Inmediatamente sé, por la sonrisa de mi abuela, que he quedado embobado al verla. Siempre ocurre lo mismo; mis ojos se suavizan junto con mi voz y mi sonrisa se agranda con ternura. Eso y mucho más dentro de mi corazón me produce esta anciana de cabello corto y azabache, de voz estridente y sonrisa contagiosa.
—Te extrañé mucho, niño travieso —dice cuando me tiene atrapado en sus brazos.
Quiero reír pero me contengo por cierta persona histérica detrás de mi trasero.
—Niño travieso no sería un calificativo para este libertino.
Mi abuela chasquea su lengua, quitándole importancia al asunto. Sonrío divertido, siempre va a defenderme.
—Pasemos a la sala mientras la comida termina de hacerse.
Mamá pasa frente a nosotros para guiarnos a los sillones.
Tomo asiento junto a mi madre y mi abuela se sienta frente a nosotros en un sofá individual.
—¿Y papá? —pregunto pasando el brazo por los hombros de mamá para atraerla en un abrazo.
—Tiene una sesión con el fisioterapeuta.
Comprendo y me alegro por eso, espero que luego no se queje de sus dolores musculares, ya no es joven.
—¿Cómo estás tú, mi niño?
Llevo la mirada a mi abuela y sonrío. Estoy en la tranquilidad de mi hogar con las dos mujeres que más amo en este mundo, voy a disfrutar esta charla que pocas veces se da.
A veces me cuesta recordarlo pero la familia está por encima de todo en la lista de ocupaciones en mi vida.
El tiempo corre y no perdona a nadie. Los momentos vividos son los recuerdos más atesorados y esos a los que se puede volver una y otra vez.
Los momentos que paso con mi familia y amigos cercanos, valen más que cualquier otra cosa.