~•⊰ Mike ⊱•~
Escuché a mis espaldas como la chica pelirroja quedó refunfuñando, pero la ignoré y continué observando a mí alrededor.
Éramos un grupo de aproximadamente veinte personas. La gran mayoría eran parejas o grupos de amigos. Así que al parecer, era uno de los pocos que venía sólo, aunque precisamente era lo que necesitaba.
—¡Nos pondremos en marcha! —anunció Román, llamando la atención de todos—. Estamos a una pocas cuadras de nuestro primer destino, así que iremos caminando, mientras les comento algunas reseñas históricas.
Comenzamos el recorrido, mientras entre Xavier y Román nos iban contando algunas reseñas de las calles, la antigüedad de la ciudad y enseñándonos algunos lugares más icónicos o con alguna historia detrás.
—¡Bienvenidos a la plaza del Duomo de Milán! —exclamó Xavier, girando con sus brazos extendidos—. La antesala de nuestro primer destino —agregó, señalando la famosísima catedral.
Mientras caminábamos hacia la entrada, nos comentaban sobre los datos históricos de la catedral, como por ejemplo, que su construcción es de estilo gótico y que tardó en construirse casi seiscientos años.
—No olviden que este es un recinto religioso, por lo que deben silenciar sus celulares y quienes lleven gorras, por favor, deben quitárselas —señaló Román—. La catedral está dividida en dos zonas: la izquierda es para los feligreses que vienen a tener un momento de introspección y rezo —comentó—. En esa zona, no pueden estar turisteando y mucho menos, tomar fotografías —agregó.
—La otra zona, es la del lado derecho, donde podremos recorrer el lugar sin interrumpir a nadie, por lo que pueden tomar fotografías y mirar el lugar, siempre con el respeto que este lugar amerita —explicó Xavier—. Nos reuniremos en veinte minutos aquí mismo, para llevarlos a un lugar increíble dentro del Duomo —Pidió, haciéndonos pasar, señalando el lado derecho para que comencemos a recorrer.
Por supuesto, la catedral por fuera es alucinante, pero el interior no se queda atrás. Está construido con grandes placas de mármol oscurecido, donde es posible admirar su estilo estilizado y amplio, con largas columnas de mármol y estatuas talladas que llegan hasta el techo, además de poseer unos enormes y preciosos vitrales de colores.
Me siento un momento en una de las hileras de bancas, para meditar. Cuando termino de recorrer lo suficiente del interior, me junto con Xavier y Román, que se encuentran con algunos integrantes del grupo.
Pasado unos minutos, nos guían por unas escaleras, para llevarnos a la mayor atracción que posee esta catedral, que son sus preciosos miradores en la azotea de ésta, desde donde se puede tener una panorámica increíble de toda Milán, sin olvidar que se pueden admirar de cerca los detalles, estatuas y formas del Duomo.
Veinte minutos más, es lo que tardé en recorrer los balcones de la azotea, tomar muchísimas fotografías y apreciar el paisaje que me rodeaba, hasta que me reúno una vez más con los muchachos, en la entrada de la catedral, como lo habíamos acordado.
—¿¡Tienen hambre!? —cuestionó Román con entusiasmo, una vez que ya estamos todos abajo. Asentimos y respondimos a coro con un rotundo sí—. Me parece estupendo, pues ahora llegó la mejor parte del recorrido —dijo, sobándose el vientre.
—¡Sígannos! —exclamó Xavier, por lo que comenzamos a seguirlos, mientras nos iban enseñando algunos otros lugares típicos—. Ya que estamos en Italia, no podemos iniciar este tour, sin probar unas deliciosas pizzas, por lo que los llevaremos a comer a uno de los lugares más reconocidos, en este tipo de preparación —mencionó, por lo que mi estómago comenzó a rugir por el sólo hecho de escuchar la palabra pizza.
Caminamos tan solo unas cuadras, hasta llegar a “POMET by Pasquale Pometto”, una pizzería muy pintoresca y acogedora.
Nos sentamos en una mesa alargada donde pedimos de todas las pizzas de la casa, para que cada uno fuera probando las deliciosas mezclas.
—Lo que diferencia esta pizzería a cualquier otra de Milán, es que, tanto el local como el servicio, son muy especiales y diferentes —menciona Román—. Las pizzas, también son algo distintas, ya que las presentan cortadas en cuatro porciones, le añaden rúcula, aceitunas, mozzarela y porque, además, son en formato “Calzone” —explica, justo en el momento en que comenzaron a ponerlas en el centro de la mesa.
—Speriamo che ti piacciano (esperamos que las disfruten) —dijo el muchacho que nos atendió.
—A mangiare! (¡a comer!) —exclamó Xavier.
(…)
Regresamos al hotel, tras haber comido esas deliciosas pizzas y recorrer la “Galleria Vittorio Emanuele II”, con la que quedé encantado por su arquitectura, los mosaicos en el suelo, además de encontrar tiendas de lujo, cafeterías históricas y varios restaurantes con terraza, convirtiéndose en un punto importante de la capital.
Me di una ducha rápida y me recosté un rato sobre la cama para dormir un poco, puesto que por la noche, nos esperan para conocer la Milán joven y bohemia.
Dos horas más tarde, estaba terminando de vestirme, para salir al encuentro con el grupo. Me había puesto un pantalón n***o, una camiseta manga larga y cuello, de color bordó a rayas negras y unos zapatos urbanos, bastante cómodos, por si teníamos que caminar.
Bajo a la primera planta y no tardo en localizar a algunas de las parejas que están en el grupo, además de un grupo de chicos, que esperan entusiastas la llegada de Román y Xavier.
Volteo a mirar, por si han llegado los muchachos y veo a la pelirroja que conversa animadamente con uno de los matrimonios que nos acompañan. Revoleé los ojos y me acerqué a conversar con una pareja mayor, que observan todo a su alrededor.
Los señores Sherewood, Geoffrey y Heather, son del sur de Londres y han venido a celebrar que Geoffrey, al fin se ha retirado, después de cuarenta y ocho años trabajando. Además, dentro de dos meses, cumplirían sus bodas de oro y este viaje era la mejor forma de festejarlo.
—¡Buenas noches, grupo! —saludaron animados, Xavier y Román.
—¿Están preparados para una noche al estilo Milanés? —cuestionó Xavier.
Después del rotundo sí, caminamos un par de cuadras hasta llegar al teatro “La Scala”, construido en el sigo XVIII, que es uno de los más famosos del mundo por la innumerable cantidad de cantantes de ópera que ha pasado por aquel lugar.
Andamos unos metros más y llegamos al “Quadrilatero d´Oro” que está formado por cuatro calles: Corso Venecia, Vía della Spiga, Vía Alessandro Manzoni y Vía Monte Napoleone, en las que se encuentran las tiendas más lujosas de las firmas de moda italiana más famosas, así que, mientras nos comentan sobre los edificios históricos que hay aquí, nos explican el porqué, Milán es conocida como la ciudad de la moda.
Según lo que los chicos nos iban relatando, caminamos hacia el distrito de Brera, una zona bohemia de Milán, llenas de galerías de arte, teatros, museos y exposiciones, además, de algunos bares, restaurantes y antros, los cuales podríamos visitar.
Tras caminar por entre las calles, galerías y muchos puestos de artesanías, llegamos a una zona donde hay más restaurantes y bares, así que entramos a uno donde al parecer, nos estaban esperando.
—Benvenuto! (¡Bienvenidos!) —Nos hicieron pasar y una vez más, nos sentaron en una mesa alargada.
La especialidad del lugar, eran las tapas, así que entre cócteles, cervezas y comida, Xavier y Román decidieron conocer al grupo, haciendo rondas de preguntas genéricas a cada uno, para conocernos más.
—Ellos son Chad, Ismael, Stacy, Maggie, Ryan y yo, Andrea —Quien presentó a su grupo, mientras agitaban sus manos a medida que los iba mencionando—. Somos amigos de toda la vida y desde hace un tiempo, hemos estado ahorrando para viajar juntos y conocer lugares como esté —dijo la chica, designada vocera oficial de su grupo.
—¡Eso es genial! —exclamó Xavier—. Ya quisiera yo, haber tenido su edad y hacer un viaje como este —dijo arrogante, lo que nos hizo reír a todos—. ¿Y tú? —Me señaló.
—Bueno, mi nombre es Mike y después de muchísimo tiempo, he decidido cumplir un sueño y hacer este viaje —respondí, por lo que la mayoría asiente y sonríe.
—Nunca hay que dejar de soñar —agregó Román. Le preguntó a otros matrimonios y parejas del grupo, quienes contestaron de igual forma.
—¿Y tú? Fuiste nuestra última pasajera —señaló Xavier, dirigiéndose a la pelirroja.
—Mi nombre es Sandy —respondió segura—. Actualmente, vivo en Cambridge y vine a este viaje a despejar la mente y encontrar inspiración —agregó.
—No tienes acento británico —agregó Heather, sonriéndole.
—Soy americana, mis padres viven en New York —respondió.
—¡Qué bonito grupo! —exclamó Xavier, cortando la presentación de Sandy—. Deberíamos hacer un brindis por los sueños, las celebraciones, las vacaciones y la inspiración —propuso.
—¡Salud! —exclamó Román, por lo que todos alzamos nuestros vasos y brindamos.
La noche fue transcurriendo entre conversaciones mezcladas con todos. En un momento comenzó a sonar música y algunos se animaron en salir a bailar, por lo que el grupo se disgregó. Chad e Ismael, me acompañaron en la barra, mientras nos tomamos algo, aunque también había otras parejas y la pelirroja, que estaba junto a Stacy, bebiendo cocteles.
Por supuesto, había mucha gente en el lugar y en algún punto de la noche, se llenó aún más. Me estoy riendo con una de las anécdotas que ha comentado Chad y me doy cuenta que un grupo de chicos, está acosando a las dos chicas, que están un poco trastocadas por el alcohol.
—Deberías ir a buscar a Stacy —Insinuó Chad a Ismael, que la miraba con el ceño fruncido.
—No me habla… —Se queja el castaño.
Me pongo de pie en el instante que uno de los tipos, está forcejeando con Sandy, por lo que me acerco junto a Ismael, para ayudar a las chicas.
—¡Que me deeejes! —exclamó la pelirroja, arrastrando las palabras.
—¡Ha dicho que la dejes! —gruñí al lado del rubio, que intentaba persuadirla—. No viene sola, está conmigo —agregué, dejándolo sin motivos para que continúe hostigándola.
Le pasé el brazo por los hombros a Sandy y la acerqué a mí.
—¿Estás bien? —pregunté, mirándola a los ojos. Asintió con sus mejillas sonrojadas y unas luminosas pecas, decorándole la nariz. Sus ojos se achinaron, seguramente, tratando de enfocarme—. Creo que se te ha pasado la mano con el alcohol —comenté.
—¡Ups! —Se encogió de hombros y arrugó la nariz, lo que me hizo negar y bufar a la vez.
Miré por sobre mi hombro y los tipos se habían devuelto a su mesa. Stacy lloraba entre los brazos de Ismael y Chad se había ido a bailar con sus otros amigos.
¿Qué hago con esta chica ahora? Apenas se puede mantener en pie… —Pensé.
Caminé con Sandy hacia la mesa, donde Xavier y Román continuaban conversando con los matrimonios mayores.
—¿Qué sucedió? —preguntó Román.
—Creo que se le pasaron un poco las copas… —respondí—. ¿Será que alguien quiera volver al hotel y así aprovecho de dejarla en su habitación? —cuestioné.
Después de que varios del grupo quisieran volver al hotel con nosotros, Xavier y Román, nos tenían una Van, cerca del bar, en la que nos llevaron de vuelta.
Al llegar, logré preguntarle a la pelirroja en qué piso estaba su habitación, señalándome el séptimo y el número de su habitación.
—Niiii pieen-ses que te dejaaaaré entrar, William —Canturreó—. ¡Tú y yo, hemos teeer-minado! —exclamó, levantando el dedo índice, con el que me apuntó directo al pecho. Sonreí, ante lo graciosa que es la escena.
—Te prometo que no me quedaré, sólo te dejaré en la cama y me iré —respondí y se me quedó mirando, como estudiando mi cara.
—Túúú… ¡No eresss ese desgraciado! —exclamó y negué.
—No lo soy.
—¿Por quééée eres taaaan guapo? —preguntó, haciendo un puchero—. Y tambiééén, enojón —No pude evitar reírme, por lo que ladeó su cabeza y me miró.
El “ding” avisando que hemos llegado a su piso, me hizo dejar de mirar en su dirección y aferrarla a mí, para caminar con ella a su habitación.
—¡Eeeesta! ¡Esta eees! —señaló.
Buscó la llave en su cangurera y le quité la tarjeta de las manos para abrir la puerta, pues si esperaba que lo hiciera ella, estaríamos hasta mañana.
Me aseguré de dejarla sobre la cama, donde cayó rendida como un costal de papas. Su cabello le cubrió la mitad del rostro y el resto, se desparramó sobre la almohada. Verla así, era como ver en vivo “El nacimiento de Venus”, el famoso cuadro de Botticelli.
No pienses estupideces, Mike —Me regañé.
—Buenas noches —Me despedí, sabiendo que no me contestaría. Caminé hacia la puerta y salí de su habitación, esperando poder dormir, para volver a iniciar mañana, con un nuevo día.