Analía le miró asustada, el elevador se abrió para ella y Nathaniel se interpuso entre las puertas, la cargó hasta la habitación, la colocó sobre la cama sentada y le quitó la bolsa y él entre lazó sus dedos. Ninguno sabía si cometía un error, qué estaba pasando por sus cabezas o qué estaban esperando. Sus corazones se dieron el lujo de latir de una forma más fuerte, sus cuerpos estaban ardiendo y deseosos por cada una de las caricias que pudiesen obtener, sus ojos se negaban a cerrarse, se negaban a desconectarse de la mirada del otro, los labios estaban bastante calientes, suaves, e incluso dulces. Cada beso se sentí diferente, cada roce e incluso sus orgasmos fueron más fuertes. Los dos estaban en el auto en silencio, después de desayunar en el departamento de la joven y que ell