C5:

2128 Words
Maratón 1/3 Pía Melina. El difuso trayecto del aeropuerto al apartamento fue todo lo mal que imaginé que sería, aunque desde un punto de vista... No. Fue muchísimo peor de lo que imaginé, es imposible que es dibuje una realidad alterna cuando la única verdad es que mis músculos no dejaron de estar tensos en todo el corto trayecto en donde lo único que quería era colocarme mis auriculares—Si no se me hubieran roto días antes—para aislarme del jodido mundo que me rodea, es lo que usualmente me encantaba hacer para no estar ahí en ese extraño momento. Entre los cotilleos de la pareja altamente empalagosa a mi espalda que no deja de restregarme practica y exclusivamente su perfecto amor con besos incluidos—De los que suenan sin que te sea posible escapar—, los chismes bastante sexistas del conductor regordete, incluso los molestos correos que mi jefe me enviaba pidiendo que se los entregara mañana a primera hora... Terminaron convirtiéndose en una bomba que me tenía a punto de entrar en combustión espontánea. En resumidas cuentas... Tengo los sentimientos a flor de piel con las ganas de llorar atormentándome, el nudo en la garganta acopiándose en mi garganta, la opresión en mi pecho y los terribles deseos de que ser succionada por la tierra se transformaron en las circunstancias que me tenían mordiendo mi labio inferior y jugando con el dobladillo de mi gabán. —Usted no puede creer que... Suspire como por decimotercera vez, admirando mi aliento empañar la ventana del asiento del copiloto mientras nos deteníamos en un semáforo guardando silencio por un extraño momento el donde no pude dejar de observar la hermosa luna apoderándose del oscuro y estrellado cielo nocturno, instalando una fuerte nostalgia en mi pecho. «Te extraño mami» Relamo mis labios concentrándome en poder controlar los factibles y febriles latidos de mi corazón estrellándose contra mis costillas con fuerza. —Pia, hablemos de cómo van tus proyectos. Dos golpecitos más en mi hombro llaman mi atención, llevando a que el conductor y yo crucemos miradas disimuladas. —¿Segura? Los ojos azules de la rubia se centraron por completo en mi con sus labios surcando una sonrisa sincera. —Por supuesto, quiero saber todo de ti, según tengo entendido tu sueño es ser una buena publicista en una agencia propia, ¿no es cierto? Entreabro los labios sorprendida. —¿Como...? —Ethan me lo contó. Mi corazón se me detuvo en el pecho cruzando miradas con el castaño que solo me mira con más atención de la necesaria. «¿Que piensas Ethan?». «¿Que es lo que quieres de mi?» Guardo silencio solo asintiendo a las palabras de Darla ignorando de alguna forma su parloteo. El frío no se ha colado lo suficiente en mis huesos, pero aún así me mantiene los labios morados y agrietados, las mejillas sonrojadas, junto a mis vellos erizados. Dibujo un pequeño corazón partido en dos en la empañada ventanilla cuando mi teléfono vibra. Rebusco en el bolsillo de mi abrigo, recibiendo la calidez que este me ofrece a la vez que diviso con mis órbitas verdosas el nombre del pelirrojo en la notificación. Mi curiosidad se activa, impulsándome a desbloquear mi celular. Diviso el fondo rosa con pequeños brillitos y una goto de mi madre junto a mi sonriendo. «La extraño demasiado» Abro la aplicación, percibiendo el latido de mi corazón cuando descubro el mensaje completo, enfatizando en mis ojos ese brillo junto al nerviosismo que se torna efusivo con esa sensación de estarle siendo infiel a alguien que solo me ve como una amiga; sin embargo, una pequeña voz en mi cabeza me impulsa a cuestionarme si aceptar o no. No sé por cuántos minutos o segundos permanezco admirando el curioso mensaje de Peter, mientras el conductor detiene el auto justo delante de mi edificio. —Bueno, ya llegamos. Abro la puerta, bajando a la par con la pareja; hallando los jardines cubiertos por blanca nieve, las guirnaldas colgando de los balcones, y al joven portero en la consejería con sus audífonos de siempre, junto a su traje blanco con uno que otro adorno n***o. Fijo mis ojos en el conductor que me muestra su dentadura no tan perfecta con algunos alumnos faltantes en ella. Me preparo para pagar, sosteniendo mi pequeña billetera con una media sonrisa emotiva en mis labios. Sin embargo, una mano en encima de la mía me impide mover el broche, enviando unas sensaciones que estoy segura llevo años sin sentir desde su partida. Desvío mi mirada encontrando los ojos de la rubia encima de mí con un atisbo de envidia o algo que no comprendo. —Déjanos a nosotros. Trato de refutar, pero con la suave mirada y esa sonrisa carismática desconecta mi cerebro con mi cuerpo. Trago en seco, queriendo desaparecer los nervios que se vuelven a apoderar de mí, arreglo mi abrigo acercándome a Darla con una expresión que no evidencie lo mucho que me duele el no tener a quien quiero por su culpa. «Solemos culpar a las personas externas por nuestras desgracias siendo injustos en saber si fue nuestra culpa o la del otro, tal ves no estaba en el destino» —¿Te ayudo con las maletas! Sus labios se alzan en una sonrisa, dejando ver algunas arrugas en las esquinas de sus ojos tan azules que me envían demasiadas buenas vibras de las que honestamente solo me ocasionan una sensación de confianza y familiaridad. —No me molestaría, viajar es muy agotador. La punzada en mi pecho vuelve a hacer acto de aparición, provocando que, como toda gallina, sostenga la maleta encaminándome al edificio donde Valeria me debe estar esperando casi preparándose para suicidarse con papel dental. —Hola. —¿Qué tal? Ok, estamos de los mismos ánimos. Me preparo mentalmente para subir los escalones de la edificación, hasta el tercer piso que es donde está el apartamento 208b; mi mediano refugio. —¿Jamás habías salido de tu país? Niega sonriendo nostálgica. —No he tenido el valor hasta Ethan. La maldita punzada vuelve. —Me he pasado la mayor parte de mi vida enfrascada en las cuatro paredes de la casa de mis padres y luego en mi departamento, creo que soy como una esnob sin salvación. Curvo mis labios en una sonrisa subiendo los escalones de dos en dos. —Suele suceder así, yo en cambio si alguna vez tuviera la oportunidad me encantaría poder viajar. —¿En serio? Asiento segura. —¿A que lugar exactamente? Me lo pienso por unos minutos en los que descarto algunos países que de verdad me gustaría ver pero solo con mi madre si la vida decide permitirlo. —Creo que a Paris, siempre he querido conocer la torre Eiffel. Bajo la mirada sonrojada. —Lo se, suelo ser algo básica la mayoría del tiempo. Se encoge de hombros deteniendo su mano en sobre la mía. —Que tengas los gustos parecidos a los de muchas personas no te hace básica... —¿Ah no? Niega. —Solo especial, cada uno tiene su criterio y se debe respetar. —sonrió odiando que sea tan buena—, además puede que puedas verla antes de cumplir los treinta. Libero un suspiro sabiendo que eso es casi imposible con las mil personas que dependen de mi. _______ Mi respiración está acelerada, mis latidos no son la excepción, incluyendo a las gotas de sudor que se deslizan por mi frente, y el medio de mis senos, junto a mis adoloridos dedos por sostener la más que pesada maleta. La rubia y el castaño me siguen a paso tranquilo, riendo e interactuando con tranquilidad sin ningún problema mientras yo estoy a punto de morirme. —No puedo creer lo que dijo. El clic avisa de que ya está hecho y solo eso basta para que gire el pomo, percibiendo los ladridos emocionados de Moffy, los gritos de molestia y frustración de la castaña, lindante al delicioso aroma del café. —¡Oh por Dios!, Necesito café. «Supongo que estar mucho tiempo con una dramática se le ha pegado» —¿Me dirás cuál es la sorpresa? Tomo la taza, dándole un sorbo al café; sintiendo como el líquido comienza a quemar mi garganta, relajando y haciendo que me olvide de mis sentimientos de dolor, o los dolores que eso me ha provocado. —Es... Emocionada se lanza a correr a los brazos de su primo querido, envolviéndolos en su cuello con posesión, besando su rostro cada dos por tres. —Te extrañe mucho, pendejo. Golpea el hombro del castaño con la rudeza que suele caracterizarla, liberando millones de carcajadas que aumentan por segundos. Dejo el equipaje en la esquina derecha del apartamento, donde se ve mi librero con algunos retratos de mi niñez, títulos o de días festivos. Tomo asiento en el sofá largo marrón caqui con un edredón y algunos almohadones que lo recubren. Sacudo mis botas cubiertas por nieve, y los pequeños copos de mi gabán, eliminando el exceso de ropa, posándolo en el colgador. —Hola... Ethan se encamina a dónde le espera su pareja, posando uno de sus brazos en su cintura, pegando sus cuerpos. —Te presento a mi prometida Darla Marinetti Connor. Desvío mi mirada al can que alza su cabecita con dureza, sacándome otra sonrisa a la vez que con descaro le muestro una de sus galletas con forma de animal favoritas. Solo eso basta para que se rinda, moviendo su colita peluda, sus orejas levantadas y su cuerpecito lleno de ese pelaje color canela. Se trepa en mi regazo, devorando las galletitas que le ofrezco sin problemas, admirando junto a mí, la mirada de odio que le envía la castaña sin importarle lo que esté pensando la rubia. —¿Cómo era que te llamabas? —Darla Marine... —Estoy hablando con ella. La interrupción causada a Ethan provoca algo de repercusión en la tensión del ambiente del que soy testigo. —Mejor me iré a dormir —un bostezo se escapa de mis labios—, estoy un poco agotada. Me encamino en dirección a mi habitación, avanzando por el pasillo donde se encuentran cuatro puertas; tres habitaciones y un no tan amplio baño más que organizado. Suelto mis hebras doradas, dándole la oportunidad de caer en cascada por toda mi espalda, agarrando mi celular para releer el mensaje de Peter con atención y el temblor de los nervios apoderándose de mí. Moffy ingresa en mi alcoba, asomando su cabecita lanuda y sus enormes ojitos negros, encogiendo mi pecho solo que tanta dulzura. —Ven aquí pequeñín. —Guafff... Sonrió dejando que lama mi rostro eufórico. Mantengo mi mirada en el dispositivo electrónico sin siquiera saber qué decisión debería tomar. —¿Cuál crees que sería la mejor decisión, Moffy? Pasamos unos minutos en los que no dejo de hacerle cosquillas, jugando, riendo y pasando un pequeño rato hasta que unos fuertes gritos provenientes del pasillo activan mis alarmas, provocando que me ponga de pie de un salto justo en el momento en que la castaña se adentra en la estancia más que furiosa. —¡La odio! —Ok, ok, relájate. —No puedo hacerlo, es muy injusto, tú deberías estar con él —de un golpe me levanto cubriendo su boca con mis manos, enviándole una mirada de odio por ser tan indiscreta. —Sh. calla, calla, que él no tiene ni idea y me propuse a qué siga siendo así. Se tranquiliza levantando sus brazos en son de paz, obligándome a alejar mis manos lentamente de su boca. —¿Pero ni siquiera te duele un poco? Bajo la mirada, retorciendo mis dedos en mi regazo, sintiendo esa sensación que quise hacer desaparecer, trayéndola a mi vida con mucha más intensidad. —Okay, ya lo entiendo. Pasamos unos minutos más hablando, dejando que me libere emocionalmente; llorando como llevaba años sin hacer, hasta que sus ojos divisan el mensaje del pelirrojo, haciendo que su emoción sea más que obvia, y como siempre termine haciendo de las suyas. Peter: ¿Te gustaría cenar conmigo mañana? Yergo mi espalda, con la vergüenza apoderándose de mis pómulos al descubrir la respuesta de la castaña. Pía: Por supuesto ;) Por más que deseo asesinarla me retracto, sabiendo que de cierta manera está es la decisión correcta; hay momentos en los que debemos dejar volar lo que más amamos a pesar de que no estemos de acuerdo con eso. Cubro mi cuerpo con la cobija dejando mis ilusiones detrás con las enormes ganas de escape que no tardan en consumirme, porque lo único que verdaderamente quiero es huir lo más lejos posible de mi realidad.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD