C4:

2452 Words
Dante Vivaldi. Viajar en primera clase algunas veces suele ser reconfortante, también suele calmar un poco la ansiedad y cualquier de los problemas que suelo cargar de manera interna en mi. Aún así no quita que el viaje haya sido más complicado, no soy muy amante a la mayoría de las personas y menos cuando no dejan de masticar como orangutanes, incluyendo también la mirada intensa y lujuriosa de una señora de unos cuarenta años que casi me hace lanzarle mi decimocuarta copa de whisky. —Tenemos algunas reuniones importantes y por supuesto los proveedores están teniendo presente la mayoría de las... La pelinegra interactúa colmando mi paciencia recordándome las mil responsabilidades que trae concebir mucho dinero y ser una de las personas más reconocidas en todo el mundo. —Hola disculpe. Detengo mi caminar cruzando mis orbes con el cuerpo menudo de una niña de cabellos rojos y pecas en su tabique que no tarda en sonreírme. —¿Que quieres niña? Mi tono es brusco, frivolo y aburrido, mientras la fila se hace un poco más extensa de lo que me gustaría donde la infante no hace más que mirarle fascinada con su peluche de Willlie Poo en sus brazos sonriendo. —¿Por que tiene cara de amargado? Frunzo mi entrecejo sonriendo un poco por la dirección de sus palabras. —¡Ariadna! ¿Que te he dicho de decir esas cosas? —¡Es que tiene cara de amargado, mamá! —Lo siento mucho señor, de verdad. Arrugo mi rostro poniéndome de rodillas con la clara intención de estar a la misma distancia de la infante que no tarda en alzar su mentón sin importarle lo que sea que le vaya a decir. —No soy un gruñón, pero debes aprender que la verdad es mejor que mentir. Entrecierra sus ojos azules mirándome de una extraña manera que me fuerza a carraspear algo nervioso. —Solo... Se una buena chica. Le doy un billete de mil euros alejándome con la incomodidad plasmándose en mis fracciones. —No.me.lo.creo... —¡No hables tanto y camina! Ignoro el tono de sorpresa en la pelinegra saliendo a una velocidad corriendo del concurrido aeropuerto queriendo apartarme del bullicio. «Definitivamente nunca tendré hijos» —¿En serio ese de allí eras tú? Le lanzo una mirada que basta para que alce sus manos en paz y guarde silencio... —Serías un padre maravilloso. Golpea con suaves palmaditas mi espalda curvando mis labios en una sonrisa. —No creo que... —¡Calla! Yo seré la tía cool que los mimara. —Puedes dejar de... —Te dirán amargado y les daré condones para que estén preparados. Sonrió por sus ocurrencias ignorando sus palabras, reconociendo muy en lo profundo que a veces tener una buena amiga es siempre lo que más puede coaccionar las tormentas que sostenemos dentro. Cruzo miradas con una mujer mayor que no tarda en guiñarme el ojo von coquetería. No es que no me llamen la atención las mujeres maduras, porque cuando de coños se trata muchas funcionan; sin embargo, las operaciones más hechas y maquillajes excesivos no son mucho lo mío, aunque la azafata de cabellos rojos llamó bastante mi atención, incluso con su forma tan suave de mencionar mi nombre en irlandés aumentó mi lívido, provocando que le ofreciera la mejor follada de su vida en el baño del avión. Todavía recuerdo sus gemidos mientras mis cojones se estrechaban con su suave y rojiza vulva que no dejaba de liberar jugos, los cuales gustoso lamí, succioné y degusté después de disfrutar como sus paredes vaginales envolvían a mi m*****o casi tragándoselo sin ningún inconveniente, excepto las contracciones que enviaba a la cabeza de mi glande. No deje que sus labios tocaran los míos, pero al menos sí pudo degustar otras partes de mi figura escultural. Recordando esas imágenes termino relamiendo mis labios con el recuerdo también de la rubia justo cuando baje del aeropuerto, su última advertencia fue suficiente para lanzarme en dirección a ese plan maquiavélico que ya estaba tomando fuerza en mis dos cabezas perversas. Conocía que dentro de poco tendría una entrevista con una nueva empresa de publicidad que deseaba mi rostro para promocionar algunos proyectos que tendríamos en conjunto, incluso soy conocedor de que esa compañía es nada más y nada menos de mi hermano menor. __________ Ajusto mi musculosa complexión atlética y fuerte, con mejor comodidad en la lujosa silla giratoria de mi escritorio mientras reviso algunos documentos sobre las nuevas propuestas a ofrecer al nuevo público, junto a algunos contratos de millones de dólares y unos que otros de libras esterlinas. Trago manteniendo mi atención por completo en los papeles que descansan en mis manos, revisando los nombres, puntos claves y como siempre las letras pequeñas. Una sonrisa petulante se alza entre las comisuras de mis labios al rememorar la conversación con Darla; esa rubia tiene la misma cantidad de cojones que un hombre. Flashback: —¿Por qué no me puedo meter con ella? —inquiero burlón mientras la rubia se desespera. —Porque nos conocemos y terminarás jugando con ella —asegura con irritación. —Hasta ahora no te había importado eso, ¿Qué la hace tan diferente? —poso mis antebrazos en mis muslos, acomodando mi anatomía en el sofá con almohadones, apreciando como la rubia prepara algo de comer. —Es demasiado buena para alguien como tú —las palabras del castaño solo me llevan a sonreír internamente con las millones de cosas que haré. —Igual según me cuentas es una niñita inmadura, no son mi tipo. —Eso espero. Fin del Flashback. No soy un hombre que acate órdenes, y mientras más peligroso y prohibido es algo, más deseo hincarle el diente. Me arreglo las mangas de la camisa blanca, dejando ver mis vigorosos brazos cubiertos por diversos tatuajes que solo mantienen mi imagen peligrosa y perversa mucho más activa, junto a mi piel medio morena por el intenso sol de Roma. Diviso por el rabillo del ojo la fuerte ventisca que obliga a la mayoría de los canadienses a cubrirse con gabanes, abrigos de piel, jeans ajustados o conjuntos de terciopelo que los protegen del gélido frío que se instala en esta época del año, donde las familias son amantes a pasar tiempo juntos, los niños esperando los regalos de Santa Claus, los villancicos, los muñecos de nieve, noche buena, y otra diversidad de festividades que me importan bastante poco. El frío no se adentra por la fachendosa estancia con cristales templados, una atractiva lámpara que me ofrece la luz suficiente, junto a los faroles que adornan las calles de Vancouver. Realmente no me puedo quejar del tan buen trabajo hecho por la pelinegra, haber elegido a uno de los mejores arquitectos conocidos "Amos y Amos" los cuales han referenciado muebles y almacenes históricos para el interior de este edificio moderno. Diseñados por la agencia de innovación AKQA; mostrando los espacios abiertos, pocos muros y mucha luz en una buena distribución que permite la mejor movilidad, junto a las puertas de abeto alemán, escritorios de abdul blanco, sillas cómodas, suelos lustrados, ventanas con cortinas, colores vivos y no tan llamativos, superficies impecables; junto a algunos cuadros en cada pared de los corredores y una inmensa pecera en la recepción que ofrece calma a los clientes que esperan. Libero un agotado suspiro apreciando el reloj que está en mi mano derecha, notando el movimiento lento de las manecillas. 10:00 P. M. Deslizar mis manos por mis hebras castañas, mordiendo mi labio inferior en combinación tensando mis músculos, permitiendo que Mónica, mi secretaria, desvíe su mirada a estos sonrojando sus mejillas al darse cuenta de que ha sido captada por mis ojos. Se adentra en la estancia con su buena figura, moviendo sus caderas con nerviosismo. Escaneo desde sus bien peinados cabellos castaños sueltos con algunas ondas, junto a sus ojos cobrizos cubiertos por unas largas pestañas rizadas, una nariz fina que combina con su rostro en forma de corazón, unos labios cubiertos por un pequeño y casi escaso labial rosa, unos pendientes de argolla en su oído, una jadeíta en su cuello que se ve de maravilla junto a su escote marcado por los tirantes de su blusa púrpura con círculos blancos, unos pantalones de tiro alto ajustados a sus caderas, junto a unos tacones no tan altos que le dan la confianza que parece no tener al sentir la fuerza de mi mirada. —Señor —hago un asentimiento para que se acerque un poco más, volviendo a poner mi expresión neutral—, aquí le envía Marco, el director de marketing. Elevo una de mis cejas, mientras ella mantiene su mirada en el suelo de mi oficina. —No soy estúpido señorita Méndez, sé quiénes son mis trabajadores. Mi tono burlón, pero mordaz provoca que los nervios que parecía tener controlados se fueran a la mierda, volviéndose completamente inestable. Extiende sus manos temblorosas con un folio n***o, manteniendo su mirada en el suelo, sin siquiera tener el valor de alzar la mirada. —Señorita Méndez —la llamo tratando de captar su atención, solo que realiza un asentimiento de cabeza como queriendo demostrar que me está escuchando—, debe mirarme cuando hablemos cara a cara. Vuelvo a retomar mi faceta cruda y fría, demostrando que los sentimientos no son algo con lo que me sienta muy familiarizado, soy más amante a las sensaciones de placer, lujuria y deseo. —Señor es que yo... —comienza a balbucear casi activando mi irritación de una forma que tengo que apretar los puños a cada lado de mi cuerpo al sentir el hervir de mi sangre. —¡Me da igual lo que pienses o digas! —espeto colérico, deseando enseñarle cómo se debe tratar a un superior de la manera que más las enloquece—, si yo doy una orden debes cumplirla así que, a partir de ahora me miraras a los ojos como debe ser. Respiro, calmando mi repentino ataque de ira, a la vez que ella lentamente comienza a alzar la mirada. —Lo siento, señor —se disculpa, con sus ojos casi empañados en lágrimas. La incomodidad se instala en mí, llevándome a retorcer los dedos en mis zapatos, recogiendo los papeles que me estaba ofreciendo. —No debes disculparte, solo acata mis órdenes y todo estará bien. Tomo suaves bocanadas de aire queriendo apaciguar el descontrol de mis hormonas y el cansancio en mis hombros que solo me descompensa un poco más con la tensión que se suma a mis músculos con la reconocida presencia de una de las personas que menos deseo ver. —¿Que haces aquí? Sonríe como si nada ignorando mi pregunta tomando asiento en el extenso sofá cerca de mi escritorio. —Me retiro, señor —asevera, dándome la espalda caminando hacia la puerta— recuerde la cita en el restaurante italiano "La Bounitique" a las once con los nuevos accionistas de la marca Radford. Sale dejándome solo y agotado con uno de los seres mas peligrosos a solo unos pasos de mi delineando cada rincón de mi burbuja de paz. —¿Acaso no puedo venir a visitar a mi hijo? Relamo mis labios despeinando mis cabellos con mi mirada gélida fija en sus ojos igual de grises que los de Romeo. —No, no puedes venir cuando no eres bienvenido. Acentúa su sonrisa, remarcando sus fracciones europeas y su porte correcto con su impoluto traje resaltando en su cuerpo aún mantenido a pesar de la edad que carga encima. —¡Hay querido Dante! No puedes olvidar que todo lo que tienes es gracias a mi. Tensó mi mandíbula ajustando mi chaqueta con la rabia concentrándose en mis puños apretados. —No hay nada aquí que te deba, ni mucho menos que te pertenezca. Me pongo de pie queriendo sacarlo lo antes posible de aquí, haciendo que repita mi acción. —Vete, tengo una reunión importante de negocios. Sonríe por décimo quinta vez acentuando sus fracciones. —Hay Dante Vivaldi Harrison, recuerda que el reloj avanza y hay una deuda que debes pagar. La tensión me envuelve contrayendo mis músculos. —Vete o llamaré a Nikolai, sabes que pueden destruirte y lo mucho que quieren capturarte. Acorta la distancia. —No tienes los huevos, pero recuerda que yo si... —¿De que ha...? Me quedo a medio hablar cuando le pelinegra se adentra en la estancia sin tocar recibiendo un balazo en el mismo centro de su cabeza esparciendo sus sesos por todo el sofá y el alfombrado del suelo. Seré la tía cool que te ayudará... Su voz reverbera en mi cabeza, causando mil estragos en mi sistema con el mal sabor a hiel sosteniéndose en mi cavidad bucal. Los ojos se me empañan en lágrimas, aún así hago hasta lo imposible por mantenerme impetreo. —¡Juro que te voy a...! Limpia su traje por las gotas de sangre que le salpicaron, despeinando un poco su canoso cabello. Yo en cambio no puedo dejar de mirar el cuerpo inerte de la pelinegra en el suelo con el alma destruida. —No jures si ni siquiera eres capaz de cumplir las promesas. Me da la espalda deteniéndose a solo dos pasos de la puerta. —Limpia este desastre y recuerda que el tiempo corre, mi paciencia es escasa. Se marcha tranquilo dejándome con mi mundo deconstruyéndose por otra vida inocente que no hace más que constarme mi pecho, provocando que llame a mi secretaria con expresión desolada. —Señor, ¿me necesita...? Se queda sin palabras y horrorizada con la imagen tenebrosa que profesa. —¿Que ha pasado? Estoy en shock, ya que en lo único que puedo pensar es en cómo ese ser es capaz de matar todo lo que está cerca de mi. —Señor debemos llamar a una ambulancia tal vez... Escucho un leve zumbido en mis oídos con la lagrima que se escapa sin permiso, mientras mi secretaria se mueve de un lado a otro como desquiciada. Fijo mi vista en mi reloj cubriendo mi rostro por la máscara de frialdad que controla mayormente mi vida como un robot automático contando los cuarenta y cinco minutos que tengo para finalizar todo, además de preparar las estrategias mejoradas para que ellos no tengan ni siquiera la idea de echarse hacia atrás en un negocio donde es obvio que solo se reportaran muchas ganancias. —Haz que limpien esto, me voy para la reunión. —Pero señor... —Entenderé si deseas márchate, aún así aumentare tu suelo y concrétame una reunión con Delaila Morrow Connor. Asiente después de salir de la estancia con su teléfono en el oído.
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