C2:

2027 Words
Dante Vivaldi. Estoy visiblemente agotado de tanto trabajar, la verdad es que ni siquiera puedo evitar sentirme con mis párpados pesados, mis músculos tensos con el mensaje que hace mi móvil vibrar mostrando el nombre de mi progenitor. Il tempo sta per scadere, figliolo*El tiempo de agota, hijo. Ignoro las palabras que aceleran mis latidos trayendo recuerdos innecesarios que carcomen mi cabeza más de lo necesariamente estipulado. Estoy cargado de tensión, aprieto la mandíbula con fuerza tratando de estabilizar mis latidos, pero el recuerdo de lo que le sucedió hace unos años a Fiorella me carcome la cabeza consecutivamente porque se muy bien que la culpa es mía, quise huir del infierno, pero el diablo lo tiene prohibido. Estoy tan contaminado de mierda hasta en cuello que terminó llevándome conmigo a todo el que cree que puede ayudarme, prefiero alejarme de los caminos escabrosos que no tengo ni mínima idea de cómo pueden terminar. Mi cabeza me azota con una idea arrrbatadora que solo despido sabiendo más que bien lo complicada e imposible que es esta situación en la que la única forma de salir es aceptando un pacto que firme a los dieciséis años cuando solo era un tonto crió buscando acaparar la atención de un padre que era todo menos eso. Mi frustración aumenta más de lo que me gustaría costándome centrarme en lo que debo que es terminar de quitarme el olor a sexo que destilo por mis poros. Paso mis manos por mi rostro, despertándome de mí estupido letarho, para después limpiar el empañado espejo de mi cuarto de baño, percibiendo por cómo sudo el potente vapor de la ducha concentrándose en todo el entorno. La luz del sol se cuela por la pequeña ventana de cristal que se encuentra a mi izquierda dejando entrever el cielo perfectamente despejado que me espera afuera. La pequeña lámpara que cuelga del techo con forma de espiral negra y blanca es la combinación que resalta la elegancia. Algunas gotas de agua se desplazan por mi robusta espalda cubierta de algunos tatuajes, junto a las gotas que liberan algunos de mis mechones castaños entorpeciendo mi vista por unos segundos en los que me aferro con potencia al borde del lavabo. Mis nudillos se tornan blancos cuando el móvil suena sacándome de mi estado de estupor, encontrándome con la pantalla iluminada mostrando el nombre de... «Mierda» ... Cuelgo centrando mi atención por segunda vez en lo importante que es salir de este hoyo profundo. Finalizo la tarea de lavar mis dientes admirando mi reflejo en el enorme espejo del cuarto de baño, apreciando mis ojos marrones llenos de ese brillo de maldad; mis carnosos labios; mi cabello castaño despeinado, y a los tatuajes que recubren mi fuerte figura con mi piel morena por el intenso sol que se perpetua en Cerdeña, mi país natal. El sabor mentolado de la pasta bucal llena mi boca en segundos, mientras elimino ese sabor mañanero que desprecio; cuidando mis dientes blancos e impecables, parecidos a los de un comercial. Me tomo mi tiempo para después prepararme para enjuagar mis dientes con el agua de la pileta. El fuerte chorro frío quita la espuma blanca que recubre mi boca, a la vez que mojo mi rostro un poco haciendo que el sueño que aún permanece en mí, pase a un segundo plano. Lavo mi cepillo, lo coloco en el pequeño compartimiento donde preservo algunos objetos de uso personal; moviendo mi cuello para sin más preámbulos encaminarme a la puerta de la habitación, sintiendo el frío colarse por la planta de mis pies descalzos debido a las losas de ónix, las cuales recubren las paredes y algunas superficies del baño. Salgo del cuarto de baño con una toalla blanca alrededor de mi cintura, mientras algunas gotas de agua caen de mi cabello húmedo y despeinado. Levanto mi mirada encontrando los ojos verdes de la pelinegra admirándome con deseo y perversión, llevándome a rememorar los acontecimientos de la noche anterior. Nuestros atuendos están esparcidos por todo el suelo de la alcoba, junto a los almohadones grises que nos estorbaron en el momento de la acción. Vuelvo mi vista a la mujer que con una sonrisa maliciosa en sus labios se pone de pie mostrando cada uno de sus voluminosos atributos que sin previo aviso alzan mi prominente m*****o, preparándolo para otra oportunidad. Los poros de mi piel se abren, mis latidos se aceleran, y enviando sangre a mi segunda cabeza de tal manera que las ganas de destrozar su apetecible coño me abordan. Desvío mi mirada a cada una de las curvaturas de su anatomía, deteniendo mis ojos en las pequeñas marcas que continúan intactas en su piel debido a mi rudeza, a la vez que disfruto ver su monte de Venus con escasez de vello junto a esos labios hinchados, deseosos de ser lamidos por mi lengua. —Pensavi di partire senza salutare?*¿Acaso pensabas irte sin decir adiós?* Alzo las comisuras de mis labios en una sonrisa pervertida, al conocer los malos pensamientos que se están acomodando en su cabecita. —Devo chiederti il permesso di andare?*¿Acaso debo pedirte permiso para irme?* Detiene su caminar cuando se encuentra a solo unos centímetros de mí, enrollando sus manos en mi cuello, dejando pequeños besos en esa zona activando mi lado salvaje y destructor. —No, ma dovresti almeno darmi la mia buona parte di sesso mattutino, sono sicuro di meritarmelo; o no?*No, pero al menos deberías darme mi buena ración de sexo mañanero, estoy segura de que me la merezco, ¿o no?* De un solo movimiento coloco su anatomía en cuatro, exponiendo su vulva ya húmeda, deleitándome con una vista panorámica de su delicioso y más que prominente trasero moreno, sus abundantes pechos y su n***o cabello cubriendo el tatuaje de mariposa que recubre la mitad de su espalda. Un jadeo se escapa de sus labios por la fuerza de la acción, perpetuando en mi interior ese calor avasallador que me pide a gritos ser liberado, siendo esto evidente en los latidos apresurados de mi corazón, y mi respiración desbocada. —Sei sicuro di meritarlo? Sei stata una brava ragazza? Perché sai già cosa succede alle cattive ragazze*¿Estás segura de que te lo mereces?, ¿Has sido una buena niña?, porque ya sabes lo que le pasa a las chicas malas* Con rudeza envuelvo mi mano en su suave y enredado cabello color n***o, obligándola a que arquee un poco más la espalda, entretanto con mi mano libre pellizco uno de sus erectos y sensible pezones, magreando mi dura entrepierna en su palpitante coño. Trago en seco, moviendo mi manzana de Adán por las ganas explosivas que me embargan, pidiendo a gritos entrar en las apretadas paredes vaginales de Mara, enloqueciendo con los gemidos, los suspiros y las palpitaciones que emiten las paredes vaginales de la pelinegra, contrastando con el silencio de la alcoba. —Ti piace il modo in cui strofino il mio cazzo nella tua figa?*¿Te gusta como restriego mi polla en tú coño?* El ambiente se convierte en puro fuego, llevándome a que cada día más sea amante a estos juegos perversos que nos envuelven en ese aire de lujuria. —¡RIBATTERE!*¡RESPONDE!* —Eh sí, Dante!*¡Oh sí, Dante!* Su agarre se intensifica, moviendo su mano para adelante y atrás, con movimientos que aceleran el flujo sanguíneo de mi m*****o erecto, mostrando mis venas a punto de explotar con las ganas de empotrarla sin ninguna pizca de pudor. Cierro mis ojos con fuerza, a la vez que volteo la anatomía de la pelinegra, posicionándome entre sus abiertas piernas, golpeando con mi intimidad su monte de Venus. Sus ojos verdes continúan cada vez con más fuerza mostrando ese brillo que me ínsita a destrozar el envoltorio de un preservativo que ella misma me muestra con esa sonrisa perversa en sus labios, remarcando sus hoyuelos, junto a las gotas de sudor que se desplazan por entre el medio de sus pechos erguidos y deseosos de que los lama, magree y muerda como tanto le fascina. Aproximo mi rostro a ellos, agarrando uno, introduciéndolo en mi boca, mientras sin ningún cuidado la penetro de una sola estocada, liberando un gruñido que es ahogado debido al pecho que mantengo chupando, lamiendo, succionando, mordiendo y halando, a la vez que acelero mis movimientos sin ninguna piedad. Mis bolas se estrellan contra la parte baja de su vulva mientras realizo movimientos circulares en el clítoris, estremeciendo cada parte de su ser. ___________ Una hora después de aquella tan liberadora faena, volví a introducir mi cuerpo dentro de la ducha caliente, percibiendo el agua mojar mis músculos para eliminar el sudor y ese olor a sexo que se reconoce a millones de kilómetros. Unto un poco de champú en mi cabello, tratando de mantener la suavidad que caracteriza a mis hebras castañas. Enjuago y repito el proceso, pero esta vez con el acondicionador a juego. Esparzo el jabón líquido por mis músculos, piernas, abdomen y entrepierna, con la espuma llevándose las capas de sudor que se acentuaron en mis poros. Minutos después, enrollo por segunda vez la toalla en mi cintura, dejando entrever la uve, junto a mi abdomen marcado y bien definido. Sequé mi cabello con suavidad, eliminando las últimas gotas de agua que aún destilaban mis hebras castañas. Abrí la puerta de la habitación, recibiendo el entorno completamente desierto y la tranquilidad que tanto me fascinaba después de una buena sesión de sexo. La pelinegra como siempre había acatado nuestro acuerdo de sexo por un día y más nada. ¿Quién dice que las mujeres no pueden aprovechar esa oportunidad de disfrutar su sexualidad con quien sea? El machismo y la sociedad son uno de esos factores; yo en cambio, estoy de acuerdo de que los dos sexos somos iguales en algunos sentidos y este es uno de ellos, siempre y cuando estés al tanto de que los sentimientos se quitan con la ropa. Desenrollé la toalla adentrando mi anatomía en mi vestidor, abriendo una de las gavetas del lado derecho donde guardaba mis bóxer Calvin Klein, todos de diferentes colores. Me calce unos grises que se ajustan a mis caderas, a la vez que comenzaba a rebuscar entre mis trajes uno azul Prusia. Un tiempo después terminé de prepararme, arreglando algunos botones de mi camisa blanca, dejando entrever uno de mis tatuajes: un águila. Arreglé los gemelos de mi chaqueta, mientras despeinaba mi cabello un poco más de lo debido. Mirarme en el espejo no era uno de mis hobbies favoritos, ¿Para qué ver mi belleza, si estoy bastante seguro de ella? Recogí mi teléfono celular repleto de llamadas de mi hermano y madre, junto a algunos correos que seguro tendría que firmar. Emprendí mi camino hacia la sala del apartamento, presenciando el delicioso desayuno que ya me esperaba en la encimera de la cocina. Me apresuré a tomar mi café, junto a uno que otro bollo que sin problemas disfruté. Fijé mi vista en el enorme ventanal, percatándome de la suave nieve que caía en las calles de Roma, perpetuando que el final del año ya estaba más que próximo y honestamente mi vida continuaba siendo la misma de siempre, pero no me quejo de nada. Dejé los trastes en el lavaplatos, encendiendo mi celular con una llamada en curso mientras entraba en el elevador de aquel edificio de veinte plantas. —Jefe —Necesito un vuelo para Canadá, específicamente para Vancouver —demando, con voz fuerte y dura—, estoy seguro de que en ese lugar me espera una muy buena aventura. Una risa burlona se escapa de sus labios, contagiándome. —¿Está seguro señor? —bromea. Elevo las comisuras de mis carnosos labios en una sonrisa segura. —Molto di più*Mucho más que eso* Concentró mi atención en el paisaje reconociendo perfectamente todo lo que se viene, al menos lo que mi mente alocada se está creando con locura.
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