Despedida: Momento de fe

2135 Words
Kloe Woods. Aún recuerdo la última conversación que tuve con mi abuelo, justo antes de que cayera inconsciente en una cama del hospital, momentos previos de que su mente se fuera a navegar a aguas turbulentas sin retorno… –Señorita, otra vez aquí ¿está extraviada? –me preguntaba el hombre mayor. –Estoy un poco perdida, ¿podría hablarme nuevamente de esa nietecita suya? –le sonrío y tomo asiento en la hermosa y cálida terraza de esa magnífica cabaña, una sensación envuelve mí corazón. Él suspira y ordena sus ideas. –¡Mi hermosa Kloe! ¡Es la niña más bonita que he visto! ¡Es tan lista! Pero es insegura, necesita aprender a luchar aguerridamente por lo que ama. Mi hijo, su padre, es muy duro con ella, pero él no se ha dado cuenta que… su convicción es más fuerte que su sumisión…–afirmó, se escuchaba orgulloso de esa pequeña. Sus ojos brillaban y la emoción de su voz era mágica. Deseaba memorizar para siempre ese suave timbre de voz, que me arrullara para siempre en los momentos más oscuros. –¿La amas? –cuestioné. Hablaba de mí, pero por el tumor en su cabeza, no podía recordarme, su falta de memoria se lo impedía, estaba estancado en un bucle de su pasado, uno donde yo tenía trece años. Mi pregunta era absurda, innecesaria, se respondía con solo ver el semblante iluminado de ese buen hombre, pero me gustaba que dijera que me ama porque no muchas personas me aprecian en este mundo, él me hacía pensar que mi existencia tenía algún sentido. –Por supuesto que la amo, he hecho tantas cosas para protegerla de su padre… ella no lo sabe, pero tuve que hacer un acuerdo con él…–exclamó en un tono tan bajo de voz. –Y he hecho otras cosas, ella estará bien mientras yo viva, por eso tengo que permanecer con vida todo el tiempo posible, desearía llegar a tener más de cien años. –me sonrió. Hubiera deseado que el tiempo se detuviera en ese escenario de inmensísima felicidad… Quise que me explicara más de lo que pasaría cuando él muriera, sonaba alarmante, pero no logró recordarlo nunca, sus labios se habían sellado como una incorruptible tumba, y los secretos se habían ido con él y su mente perdida. James Parker. Tenía sed y hambre, la sensación de un hueco en mi estómago era algo constante y doloroso. Había calor, mucho calor. Las condiciones de este sitio te hacían desear estar muerto. Estaba aislado, en un cuarto oscuro, el espacio era reducido, con mucho trabajo podía acostarme en el piso, no había mucha luz, solo entraban un par de rayos que se colaban de la estructura mal conformada del techo. Apestaba a pudrición. No sé cuánto tiempo llevo aquí, he perdido la noción del tiempo. Tengo una mordaza en la boca. Ese asqueroso sabor se ha quedado en mi paladar. Es un trozo de tela podrido. Al principio sentía arcadas, ahora… me he acostumbrado a esa maldita sensación pestilente. No estoy seguro de donde estoy. Trato de poner atención a mi entorno para descubrirlo. El clima y los presos del lugar me ayudan. Hay un loco que, al ser torturado, siempre está recitando fragmentos del Corán. Habib es su nombre. Los celadores siempre lo están callando y golpeando cual perro, pero no parece rendirse. Es admirable. Comencé a rezar, cualquier Dios que me escuche está bien. Deseo salir de aquí, lo único que mantiene al filo mi juicio es mi hermosa “amazona”, Kloe Woods. Suspiro pesadamente, el olor inunda mis fosas nasales, pese a ese asqueroso trapo, sonrío al recordarla. Su hermosa sonrisa, la locura de su existencia son el mejor recuerdo cuando cierro los ojos o intento dormir. Me duele la boca, estoy seguro de que tengo laceraciones graves en los labios. Pero el recuerdo de esa hermosa mujer me hace querer mantenerme con vida, mi existencia le pertenece de todas formas, ella debe ser la única capacitada para arrancármela o mantenerla consigo si así lo desea. Nunca llegué a Turkmenistán, me interceptaron en el aeropuerto de Estados Unidos y me acusaron de crímenes que no cometí. Me sembraron ser un asesino a sueldo, un mercenario y traficante de drogas, un traidor en sí. Patrañas. No me dieron la opción de un abogado, ni la maldita llamada a la que tengo “derecho”. Me trasladaron drogado, y amarrado. No sé por cuanto tiempo estuve inconsciente. Perdí desde hacía mucho la percepción del tiempo que se suscitaba. Estoy seguro de quien es la persona con el poder y el dinero de hacer todo esto: “mi papi suegro”. Se rehúsa a permitir que me case con su hija Kloe, y aunque la trate mal y le importe muy poco, le preocupa su reputación a nivel nacional. Dar buena imagen y yo, soy un pobre diablo, acabo de graduarme de la facultad de veterinaria y lo único que tengo de valor es una vieja “Harley” y una derrumbada granja en un maldito pueblo perdido. No tengo ni donde caerme muerto. En cualquier momento pueden matarme. Soy una bomba de tiempo. Todos los días, un tipo grandulón se acerca a mí con un aparato similar a un teléfono, tiene otros artefactos pegados entre sí, estoy seguro de que de esa manera desvían la ubicación de mi paradero, me obligan a llamar a Kloe y mantenerla tranquila. Todo es un show bien elaborado: Un diálogo anticipado y mediocremente convincente, un cuchillo rozando mi yugular y un arma acariciándome la espalda. Me incitan a hablar con ella. Es el único y efímero contacto que tengo con la mujer de mi vida. Me amenazaron de no pasarme de “listo” y solo recitar mi guion. Los miro con odio y recelo y termino obedeciendo sus órdenes. Tengo más miedo por la seguridad de Kloe que por la mía. Me arde el alma. Su voz, cada vez se escucha más apagada y desesperada, seguramente debe estar viviendo un infierno y no estoy con ella para reconfortarla. Me apreto los párpados y siento como un cúmulo de ira se derrama en mi interior. Al menos, escucharla un par de segundos me ayuda a no perder el juicio de una vez por todas y despedir para siempre este mundo de mierda. A ese efímero momento que desearía prolongar una eternidad le digo: mi momento de fe, Kloe es un trago de esperanza que me reconforta en esta miserable situación. Al terminar la brevísima llamada, proceden a amordazarme de nuevo y lanzarme sin piedad a ese hueco maloliente. Mis comidas son escasas y de mal sabor. Me dan una especie de paté, es asqueroso, no sé si comerlo o vomitar encima y el agua tiene un fétido tinte, no puedo verla por la nula iluminación, pero de antemano sé, que esta turbia y sucia. Espero no morir de una septicemia en este pestilente lugar. Mi “amazona” me bautizó como como “Ares”, el Dios de la guerra, entonces, me veo en la obligación de hacerle honor a ese apelativo. Me vengaré. Trataré de salir de aquí y rescatar a mi hermosa Kloe o al menos, moriré en el intento, porque esto no se va a quedar así. Me lo prometo a mí mismo y a ella en secreto. ¿Me dejaré hundir por el odio? Probablemente ya estoy dentro de ese océano de emociones que se tornan deliberadamente brutales, un sentimiento de guerra se eleva dentro de mí. La venganza y el deseo de verla de nuevo serán mi mejor motor. Kloe Woods. El funeral había sido muy sencillo, pero había ido mucha gente a despedirse de ese buen hombre. Había sido un excelente medico en vida y por ende, muchas personas en ese polvoriento pueblo de “Covington” le apreciaban. Mi familia, los “Woods” habían ido a despedirse de él de forma tan lejana y falta de emoción. Mi padre, George Woods, había estado ahí, no había derramado ni una sola lágrima, no cabía duda de que era un maldito monstruo sin sentimientos, parecía estar en el sitio solo para asegurarse de que el hombre estuviera bien muerto y enterrado. Lizzi mi hermanita, había llorado un poco, pero se recuperaría pronto, nada que una salida con sus amigas a un centro comercial no aliviara. Mi madre: Miriam, se veía un poco más afectada, ese hombre le había apreciado mucho en vida y estaba agradecida por ello; y Chuck, mi primo, se veía casi tan mal como yo. Chuck y yo, habíamos sido los más cercanos a mi abuelo, su partida era dolorosa, ardía. Nos haría tanta falta. Chuck me tomó de la mano con fuerza, contra mi voluntad. No pude más y me quebré, me apoyé de su pecho y un río de lágrimas descendió de mis mejillas. Odio tanto esto, Chuck me quiere, lo sé, pero termina haciendo lo que mi padre le pide siempre. Esta conmocionado como yo, él odia los funerales, sus padres murieron cuando era solo un niño y había quedado al cuidado de mi familia. Crecimos como hermanos, lo amo como uno, por eso me duele tanto que sea tan distante conmigo, tan gélido. Mi padre nos separaba, sus ideales eran diversos a los míos y Chuck era un seguidor de ese maldito corrupto. La despedida a Gregory Woods concluyó, enterraron el cuerpo en la misma lápida que su esposa, mi abuela, esa había sido su voluntad. Mis ojos estaban hinchados y ojerosos. Creo que me veo peor que nunca. En ese espacio despejado, observé una limosina acercarse, el reparto de actores se subió al lujoso auto n***o y con reparto me refiero a mi familia: George Woods, “mi padre”; Lizzi mi hermanita; Miriam, mi madre y Chuck mi primo y casi hermano. Son unos malditos hipócritas. Ninguno de ellos se acercó a darme las condolencias ni mucho menos a felicitarme por mi compromiso con James. Les importaba una mierda. Pero honestamente, así era mejor. –Kloe, la siguiente semana se leerá el testamento del abuelo. –afirmó Chuck antes de irse de ahí. –No puedes faltar. –aseguró con una contundente mirada. Yo asentí con la cabeza. No faltaría, pero que ganas tenía de ir a buscar a mi prometido, ahora más que nunca lo necesitaba. “Ares”, mi amado James. Te extraño tanto. La próxima vez que te vea, te besaré de una forma en la que nunca nadie ha besado jamás. Apenas habían pasado un par de días de la muerte de mi abuelo. Estaba muy deprimida, lloraba a grandes ratos bajo el techo de esa cabaña. Georgia intentaba consolarme, pero nada parecía dar resultado. La ausencia de mi abuelo y la falta que me hacía James me estaba enloqueciendo a grandes zancadas. James no me había llamado y ese maldito número al que yo intentaba hablar siempre estaba apagado. Entonces, de pronto, el celular comenzó a vibrar. Lo cogí enseguida. –¡James! –grité emocionada. –Mi abuelo acaba de morir. ¡Te necesito! ¿Cuándo vuelves? –hablé de prisa. –Kloe, escúchame con atención. –me calló de manera autoritaria. Se escuchaba en una situación de riesgo, tan diferente a como sonaba anteriormente, más real. –No sé dónde estoy, he estado encarcelado. Las cosas se pondrán feas. Kloe, no creo salir de esto, necesito que te olvides de mí y sigas con tu vida, no sientas remordimiento por nada. –me dijo de manera veloz, como si tuviera contado los milisegundos, luego… – Te amo Kloe Woods, más que ayer, pero menos que mañana. –afirmó, su maravilloso y varonil timbre se escuchaba quebrado. Conozco a James, sé que esta conteniéndose, intenta sonar fuerte y valeroso como el “Dios griego” que es. El cúmulo de información es realmente abrumador, como una fuerte agitación, un abismal golpe, un choque de emociones inexplicables. Una voz al fondo se escuchó, como si lo hubieran atrapado haciendo una fechoría, un lastimero grito suyo resonó. Posiblemente se las había ingeniado para robar un celular y lograr contactarse conmigo. –¡James! –alcanzo a gritar y entonces, la llamada se cortó de un sopetón. Grite como si eso pudiera ayudarlo en algo. Mi corazón echó una terrible carrera. Mi cuerpo comenzó a sudar frío, lágrimas comenzaron a descender de mis ojos. Intento marcar nuevamente a ese número, pero mis esfuerzos son inútiles. –Esto no puede estar pasando. ¡Maldita sea! –grité iracunda. –¡Cálmate Kloe, necesitas pensar! –me reprendí a mí misma mientras limpiaba las lágrimas de mis ojos. La integridad del hombre que amo está en riesgo, no debo perder más tiempo…
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