Deseos de venganza: Declaración de guerra

2000 Words
–Kloe querida, ¿Pasó algo? –era Rosaline, la madre de James que iba entrando a la cabaña con leche fresca y queso de la granja que le pertenecía. Lágrimas que no podía controlar emergieron de mis ojos. No quería decirle nada, solo la asustaría y su salud también era delicada. Me arremetí mis palabras. Cuando logré calmarme, me subí a la motocicleta de James, esa hermosa “Harley” que había comprado de medio uso con los ahorros de toda su vida, me la había dejado, por suerte, lo había obligado a enseñarme a manejarla tiempo atrás. No pensaba con claridad. ¿A dónde debía ir? Quería subirme a un avión e ir a su rescate, pero… no sabía dónde estaba, entonces, realizar una hazaña de ese tipo sería una completa estupidez. Sin embargo, de lo que sí estaba segura era de dos cosas: la primera, era de quién estaba detrás de todo esto; y la segunda, James seguía con vida, lo sé porque esa persona no le conviene hacerle daño o yo no haría lo que él me pida. ¿Pero por cuánto tiempo sería así? Necesitaba apurarme, aceleré la motocicleta, estaba manejando a ciento noventa kilómetros por hora, estaba haciendo lo que justamente “Ares” (así me refería a él, a James) me había dicho que no hiciera. Yo rompería las reglas por él. Un fuerte sonido, abatió la recepción del despacho de ese prestigioso y poderoso político. El hombre, quien dialogaba con sus demonios internos y su perturbaba conciencia, se vio en la terrible necesidad de interrumpir sus cavilaciones por el alboroto. –¡George Woods! –chillé de manera precipitada cuando al fin conseguí ingresar a su oficina a la fuerza. El alzó la mirada y mis ojos verdes, se toparon con los suyos. Una batalla de miradas se desplegó. Algo me dice que, me estaba esperando. –Hola, “hija”. “Hija”, ese denominativo me causaba más disgusto que satisfacción, me hacía recordar que su sangre corría a través de mis venas, ese maldito apellido que tanto desprecio. No me importaba ser su “hija”, ni su amor, ni nada que tuviera que ver con nuestra rota e irreparable relación. George, sonrió de manera filosa, no se veía nada complacido de verme, pero estaba en una junta, había ojos ajenos a su alrededor, no debía dejar ver su verdadera cara bajo ese maravilloso papel de actuación, ante la sociedad, éramos una familia perfecta. Yo era su brillante hija que había estudiado ingeniería y ganado premios nacionales de natación, pero en realidad, él no tenía sentimientos amorosos hacía mí. Sus intenciones fraternales siempre eran falacias para guardar las apariencias. –George, ¿dónde está James, mi prometido? –le pregunté de manera directa y desesperada. Posé ambas manos en su escritorio y le sostuve la mirada. –¿Quién? –se atrevió a cuestionar mi “padre”, era un excelente actor. El hombre, me echó una dura mirada, un gesto de piedra, helado y tenso, de esas que usaba para intimidarme cuando era una niña. Pero yo ya no era una chiquilla y mis deseos de defender a James eran más grandes que el miedo que me enfundaba con sus fríos ojos. Le sostuve el gesto. –Mi prometido, James Parker, ¿Dónde está? –cuestioné, estaba intentando no perder la paciencia. –¿Te comprometiste, hija? –exclamó con una voz llena de sorpresa, pero en el fondo, tenía matices de ironía. –Así es George, voy a casarme con James Parker –afirmé mientras agitaba el anillo de compromiso. Cuando pronuncié ese nombre y el prohibido apellido, logré percatarme de la expresión que se tornó en su rostro: desagrado, asco. Me sujetó de la mano. –Qué feo anillo te ha dado. No hay ninguna piedra preciosa en el. –replicó al sujetarme con fuerza de la muñeca para echar un vistazo a la sortija, me desprendí de su agarre de manera tosca, sus manos eran frías y rudas, además, me cabreaba que hiciera de menos esa pieza de metal. –No sé dónde está tu prometido, Kloe. –afirmó ese maldito mentiroso, es político, mentir se le da bien. –Quizás huyó. De esa familia, nada bueno puede esperarse –asintió con la cabeza. Lo miré con recelo. Respiré profundo. Había mucha gente alrededor, debía ser más inteligente, estaba agotada e histérica, y él no iba a cooperar, lo maldije. Me acerqué lo suficiente para que solo George pudiera escuchar lo que iba a decirle… –Espero que esté bien, porque si no, yo misma haré arder este lugar. –le susurré al oído, después de haberlo amenazado, me di la media vuelta para salir de ahí, él… ¿sonreía? Estaba segura de que lo había tomado como una declaración de guerra. Esas cosas le divierten a su mente enferma. Camine de prisa a la salida del edificio, mi cuerpo se sentía caliente, estaba furiosa. Quería meterle un golpe en la cara y obligarlo a hablar. Es obvio que él ha sido el causante de esta desaparición. Algo está tramando. Pero honestamente, no estoy pensando con claridad, estoy sumamente desesperada. Una idea me vino a la cabeza, me apuré a concretarla. Me monté nuevamente en la motocicleta y la arranqué con apuro. El motor bramó con fuerza. Entonces aceleré, ahora tenía otro destino. Llegué a mi antigua universidad. Tiré el casco y mal estacioné ese vehículo de dos ruedas. Corrí desquiciada. –¡Mr. O´conner! –chillé mientras lo interrumpía en su cubículo. –Kloe Woods, de mis estudiantes más brillantes. –me quiso saludar, pero yo debía dejar la cordialidad para después. –Necesito un inmenso favor, ¿podría ayudarme a rastrear la ubicación de una llamada? –le mostré el celular, no me había percatado, pero mis manos temblaban despavoridas, no podía mantener el pulso, se agitaban por sí solas, estaba muy nerviosa, desesperada. El hombre abrió los ojos expectantes. Yo sabía que había trabajado para el gobierno antes, se decía que había sido parte de la policía cibernética del país, y era muy bueno en lo que hacía, él había ayudado a mí primo Charles a rastrear a Jenny cuando fue secuestrada por un pervertido. Mr. O´conner, era un verdadero genio, sin embargo, se había retirado a dar clases de programación, deseaba llevar una vida más tranquila. –Kloe yo…–quiso evitarme. –Por favor, por favor, se lo suplico. Mi prometido está en peligro. –agregué desesperada. El hombre me sujetó del brazo y me llevó a una zona más íntima, sin los curiosos ojos de sus colegas. –Déjame ver…–afirmó mientras conectaba el celular a su computadora. Yo estaba nerviosa. Rezaba en mis adentros, deseaba con todas mis fuerzas que pudiera apoyarme. Después de un largo rato, me miró fijamente, su rostro sudaba y sus ojos estaban expectantes. –Bagdad. –me susurró con mucha seriedad. –Está en Bagdad. –afirmó y se quitó los lentes. –¡¿Bagdad?! –cuestioné aterrada. ¡¿Qué hace “Ares” en Bagdad?! Una despavorida sensación recorrió mi espalda. El hombre asintió con la cabeza. –Existen “prisiones” confeccionadas por mafiosos para encerrar y torturar gente que se ha metido de manera equivocada con personas peligrosas e influyentes. Pocos hombres tienen el dinero y poder suficiente para enviar a alguien de manera clandestina a un país tan lejano y bélico. –me explicó. Mis piernas estaban temblando de miedo, mi corazón… ¿estaba en pausa o terriblemente acelerado? –Creo que sabes quién es la persona con suficiente dinero y poder para hacer esto…–me insinuó con la mirada. Asentí, ya no me quedaban dudas. –Gracias. –exclamé, después de tomar las coordenadas del lugar en donde se supone que está James. –Ten cuidado Kloe, esto se ve muy peligroso. –me advirtió ese buen hombre. –Gracias Mr. O´conner. Lo tendré en cuenta. –le sonreí levemente y salí de ahí. Al hacerlo, en la entrada, choqué con alguien, un exquisito perfume inundó de manera repentina mis fosas nasales. –¿Kloe? –me cuestionó la voz masculina, mis sentidos se pusieron alerta. Me reincorporé y fijé la mirada en esas cuencas. –Vincent. –susurré al toparme de manera fija con sus ojos en tonalidad zafiro. Era mi antiguo “crush”. Ese hombre me había tenido loca por él durante muchos años, y si no hubiera conocido a James seguramente seríamos pareja, pero ahora no es momento para explicar amores del pasado. –¿Cómo has estado? ¿Todo está bien? –me cuestionó con un gesto desesperado. –Lo siento. Ahora no puedo hablar. –recalcé y corrí fuera de ese lugar. De la forma en la que estaba vestida, manejé hasta el aeropuerto internacional de Washington, por suerte, había tomado conmigo mis papeles y pasaporte. Así que, con el poco dinero que tenía, me las apañé y compré un boleto rumbo a Bagdad, Irak; había costado una fortuna. No tenía idea de cómo llegar a James y mucho menos de cómo está él. Mi mente estaba totalmente nublada. El hecho de pensar que algo malo puede sucederle, me devora el alma. Es una ansiedad absurda y terrible la que siento. “Pasajeros del vuelo 688 con destino a Bagdad favor de acercarse a la puerta de abordar 1” Escuché el alto parlante, esa era mi señal. Me puse de pie y estaba nerviosa, ni siquiera sabía que haría al llegar ahí. –Buen día, ¿me permite su pasaporte? –me cuestionó el amable hombre del departamento de migración. –Sí, claro. –lo saqué de prisa. Tecleó en una computadora, de pronto, me miró asustado. Yo quebré la ceja ante ese ese escrutinio. Hizo una rápida llamada y me sonrió nervioso. –¿Algo está mal? –pregunté alarmada, este parecía rehusarse a contestarme. –Señorita Woods, ¿podría acompañarme? –me llamó un hombre en saco que apareció detrás del primero que me atendía. Por su facha, parecía policía. No tuve remedio, lo seguí. Mi sentido de emergencia estaba totalmente inquieto y a la deriva. Comencé a mirar a los lados, no había donde escapar. Esto me olía tan raro. Mi intuición me decía que huyera. Pero si salía disparada corriendo, solo generaría más tempestad. Mi corazón bombeaba con júbilo. Traté de calmarme. Era imposible. ‹‹Maldición›› pensé. Llegamos a una zona reclusa, íntima, con cámaras y cerrada, olía a limpio y las paredes eran grises. –Kloe Woods. –llamó la voz de un par de hombres que emergieron detrás de mí. Seguía físicamente agotada, mis reflejos eran un asco. –Queda arrestada por posesión y tráfico de drogas. Tiene derecho a guardar silencio…– la letanía acostumbrada se desplegó de los labios de ese oficial. –¡¿Qué?! –un martillo retumbó mi cabeza –¡¿Pero que carajos?! ¡Esto es un error! –chillé mientras intentaba safarme. Sabía de “kick boxing” podía darles una buena batalla, pero eso complicaría todo. Bueno, intenté ser racional, pero estaba muy agotada para pensar con claridad, así que, si terminé forcejeando y tirando buenos golpes, una dosis de adrenalina que se había disipado y corría estrepitosamente por mi corriente sanguíneo me respaldó a esta locura, está de más decir que, lograron controlarme y justo como lo imaginé, empeoré las cosas. ‹‹Maldito seas George Woods. ›› cavilé mientras acorralaban mi rostro y mi cuerpo contra la pared de manera agresiva y me apretaban con unas esposas las muñecas de forma lastimera. Mi mandíbula se tensó, me llené de ira y solo me limité a apretarme el labio inferior, la fuerza fue tan grande que provoqué que sangrara, un grito quería escaparse de mis fauces, mis músculos estaban muy tesos. Me vengaré de esto, lo juro.
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