"Novateada": Guerra a puño seco

1828 Words
Lizzie Woods. Bajé del auto n***o que me había traído al campus. Es el primer día en mi segundo año en la Universidad de Chicago. Desde niña me han programado para prepararme mentalmente a que mi formación profesional sería estudiar leyes. De tanto que me lo han repetido, me siento convencida de que esa es la mejor opción para mí, no hay más posibilidades en el catálogo de ofertas dentro de mí cabeza. Leyes es y leyes será. Mi padre, es irrefutable, y yo, soy la princesa de papá. Me da lo que le pido a cambio de seguir sus órdenes. Entré a esta universidad por sus influencias, es un hombre poderoso y adinerado. Consigue lo que quiere al chasquido de sus dedos. No hay nadie o casi nadie en todo el campus que no me conozca. Y así mismo, ninguno de mis compañeros está dispuesto a meterse conmigo, saben que los destruiría en un instante. Me aliso la falda y me arreglo el cabello rubio. Le puse la alarma a mi precioso auto, un impecable y elegante “BMW” fue mi regalo por ingresar a la universidad. Va totalmente con mi personalidad. Me encamino a mi primera clase, llegar tarde es mi mayor atributo, pero incluso los profesores evitan tener riñas conmigo, así que, me dejan ingresar sin reprimendas o sermones innecesarios. Soy implacable, una verdadera reina y así quiero que siga siendo por siempre, cueste lo que cueste. –Lizzi. –me llama Elizabeth, mi mejor amiga. –Hoy es la fiesta de bienvenida de los novatos. ¿Iremos? –me cuestiona. –Por supuesto que sí. Somos las reinas y todos deben saberlo. Además, necesito despejarme, la muerte de mi abuelo aún me tiene un poco afectada –afirmé. Elizabeth Agnew, ha estado conmigo desde que tengo memoria. Nuestros padres se llevan excelentemente bien, nuestros caminos son similares. Nos hemos apoyado la una a la otra en los peores momentos. Llegamos a la fiesta de bienvenida, era en casa de uno de los de último año. Era una lujosa morada con piscina y bebidas alcohólicas en todas partes. Casi no me gusta asomarme a este tipo de eventos porque termina con gente ridículamente ebria y todo se vuelve un desastre. Pero deben saber quién manda en esta universidad, no importa si soy de segundo año, ni los mayores se meten conmigo, porque estadísticamente, mi familia es más poderosa y adinerada que la de cualquiera en el campus. Como sea, solo estaríamos aquí un rato para marcar territorio y luego nos iremos a otra fiesta. Una que va con nuestra clase y estatus. –Lizzi, qué bueno verte, te ves muy bien. –me halagó Leo. Es un chico con el que salí algunas veces, solo fue para divertirme un poco, pero somos como el agua y el aceite: incompatibles. Es guapo, pero ser atractivo no es suficiente para mí. –Ahora no Leo, me espantarás los pretendientes. –afirmé con dureza y le hice un feo gesto. –Vamos Lizzi, me quedé esperando tu llamada…–afirmó, intentando tocarme. Hice un gesto de disgusto y lo alejé de mí. –Y la seguirás esperando porque te llamaré cuando el infierno se congele mil veces. –agregué haciendo una expresión de asco. –Eres tan fría y superficial, te quedarás sola. –me reclamó y se dio la vuelta para salir de ahí. No me importó demasiado, me han dicho peores cosas. Seguí platicando con mi amiga, mientras veíamos la tortura que le hacían los mayores a los novatos. Me había entrometido un poco, me encantaba emborracharlos con alcohol de mala calidad y obligarlos a hacer videos ridículos que serían subidos a mi cuenta personal. Por suerte y por mis influencias, a mí no me habían tocado ni un solo cabello rubio cuando recién ingresé a la carrera. Según las reglas, el que se saltara la iniciación era “novato por siempre” y no tenía derecho a torturar a los de nuevo ingreso en años venideros, pero conmigo, habían hecho una excepción; mi apellido y fortuna pesaba más que cualquier tonto requisito. Además, los había amenazado a todos con que si me “novateaban” estarían metidos en graves problemas con mí papi. Nadie se atrevió a llevarme la contraria, así libramos Elizabeth y yo, ese odioso ritual en donde quedas ebrio con alcohol barato, humillado e incluso con el cabello o la cara pintados. No podía parar de reír, uno de los nuevos se había vomitado en la piscina de manera abrupta y tan graciosa, entonces, fue cuando pasó… visualicé una hermosa figura varonil que me robó el aliento por completo. ¿Quién era ese atractivo chico de cabello despeinado color marrón y ojos en tono oliva, el cual, por cierto, atormentaba a otros chicos? ¡Un rey! Y yo… soy una reina, debíamos unirnos. Llevaba una chamarra del equipo de futbol americano de la universidad y nos vaqueros que le quedaban increíbles ¿cómo podía haber pasado desapercibido a mis conquistadores ojos? Sonreí de manera despiadada, él me correspondió el gesto, le guiñé el ojo. Ahora, sabía cuál era el aperitivo que deseaba saborearme esa noche. Nos estuvimos coqueteando con la mirada por un largo rato, pero yo soy una mujer con iniciativa, si quiero algo lo consigo. Así es la ley de mi vida. Mi padre siempre me dice eso y mi madre siempre me lo reafirma. Dejé a mi amiga Elizabeth sola, y una vez que me había ajustado el escote y retocado el maquillaje, decidí emprender la ruta hacia ese galán. Cuando estaba a unos cuantos metros de mí, le alcé la mano en señal de saludo, él se disponía a aproximarse, pero algo lo detuvo, yo quedé sorprendida ¿tenía algo en la cara? ¿mi peinado era un desastre? ¿qué estaba mal? Imposible, me había mirado al espejo y había encontrado que lucía fenomenal. Ese atractivo chico tenía un gesto despavorido, como si estuviera viendo al mismísimo diablo en persona. ¿Qué estaba pasando? Decidí girar la mirada… De pronto, mis sentidos se congelaron al cubo de cerveza que habían derramado sobre mi atuendo de diseñador. –¡Pero qué demonios! –grité encolerizada y enfoqué el semblante hacia el grupo de chicos que me había saboteado la conquista. –¡¿Quién rayos se creen que son?! ¡Son unos estúpidos! ¡¿No saben quién soy?! ¡Lizzi Woods! –demandé cabreada, mientras intentaba limpiarme la cara para enfocarlos mejor. –Sí, sí, todos sabemos quién eres, pero no puedes “novatear” sin haber sido “novateada” esas son las reglas, “princesa”. –me echó en cara una voz masculina, el tono se escuchaba pedante y retador. Él era el maldito líder, el idiota que se había atrevido a burlarse de mí. Yo no soy una princesa, yo soy una reina, hay mucha diferencia en los términos y poderíos. –Esto no se va a quedar así. Me voy a vengar. –afirmé y me acerqué a él. –Quiero verlo, “princesa” –se cruzó de brazos mientras me declaraba la guerra con sus funestos ojos. Nos acercamos demasiado, le sostuve la mirada, mis hermosos ojos miel echaban fuego contra sus cuencas verdes. Ese hombre, me llevaba al menos una cabeza de altura, y, aun así, se había atrevido a meterse conmigo. Lo pagaría caro, diez veces más costoso. Rompí la tensión de nuestras miradas y exprimí mi cabello empapado con sucia cerveza sobre sus zapatos de diseñador, él abrió los ojos llenos de sorpresa ante mi respuesta tan grosera. Sonreí y caminé de manera digna hacia la puerta de ese lugar. –¡Guerra quieres, guerra tendrás! –afirmé a mi espalda mientras extendía mi dedo índice hacia el cielo. Mi salida fue espectacular, épica. –¡Ohhhh! –exclamaron esos chismosos que nos rodeaban, la fiesta se había detenido y nosotros éramos el centro de atención en ese instante. Dijo algo más, pero no logré escucharlo. –Lizzi. –me alcanzó Elizabeth mientras caminaba de prisa detrás de mí. Estaba intentando contener su risa. –¡Tonta, no te burles! –reclamé mientras la empujaba del hombro. –Salgamos de aquí, huelo asqueroso, necesito darme un baño. –expresé. –¿Quién es ese idiota que se atrevió a retarme? Lo destruiré a él y todo lo que ama. –afirmé mientras aporreaba las manos sobre el volante de mi lujoso auto, después tendría que enviarlo a lavar, esta conformación de mezcla que me echaron tiene un pestilente aroma, es una verdadera hazaña el hecho de que no me vomitara, porque regurgitar sobre los pantalones de ese imbécil hubiera sido increíble, pero no soy tan vulgar para emprender un gesto tan grotesco. –Oh Lizzi…–susurró Elizabeth. –¿No sabes quién es? –me miró con sus ojos asustados. –Un imbécil. –afirmé. Ella negó con la cabeza. ¿Por qué se veía tan preocupada? –No…–masculló. –¡Bueno, dime entonces quien es! ¡Tienes un gesto tan pálido, no es propio de ti! –blasfemé alterada. Tengo que admitir que tengo un humor de los mil infiernos, es una suerte que Elizabeth me soporte. –Donovan Wills. El hijo menor del senador Lester Wills. –me informó. –Acaba de volver del extranjero, estudió un período en Inglaterra, esta semana retornó. –explicó mientras sacaba el celular y lo buscaba en las r************* para enseñarme más de él. –No puede ser…–susurré. Ella afirmó con la cabeza. Los “Wills” son enemigos naturales de mi familia, políticamente hablando, Lester Wills es del partido contrario que el de mí padre, las disputas son habituales, es una guerra de poderes entre ambos políticos. Son como veneno para nosotros, verdadera sarna. Mi padre, siempre tiene contiendas con él en el senado, son como perros y gatos. Es un odio heredado. –No me importa. –afirmé. –Me vengaré. No involucraré a mi padre y estoy segura de que él tampoco involucrará al suyo. Será una guerra a puño seco. –sonreí. Tiene mucho tiempo que no me divertía tanto. Un rival digno para esta reina. Estábamos al mismo nivel en fortuna y poderío. Sería nuestro ingenio el que se encargaría de anunciar al vencedor, al más astuto. ¡Qué empiece la guerra! Elizabeth se veía muy preocupada. –¿Policía de Chicago? Hay un grupo de universitarios locos en la avenida cincuenta y ocho. Están consumiendo drogas y hay menores de edad. Están causando disturbios a los vecinos. Gracias. –colgué la llamada y miré a Elizabeth, se veía terriblemente conmocionada. ¿Pero que espera que haga? ¡Me conoce perfectamente! Además, esto no se puede quedar así, nadie puede mofarse de mí de esa forma en mis narices, eso no va con la educación que me han inculcado, tengo que tomar riendas sobre este asunto.
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