–¿Dónde está su cuerpo? –le cuestioné al beduino de largas barbas. Estaba histérica y llorosa y este hombre parecía ser el único que tenía información sobre James. –¡¿Dónde está?! –exclamé mientras le gritaba y lo agitaba de su ropa sucia pestilente. Clark me sostuvo del hombro, debía calmarme, ese pobre hombre estaba asustado, deshidratado y hambriento, técnicamente es un milagro que siga respirando. Sin embargo, pese a su relato, yo me negaba a creer que James haya perecido, debía ver su cuerpo inerte para poder estar en paz y aceptarlo, mientras tanto, seguiría buscando. –Dice que luego, vino una tormenta de arena y que seguramente fue devorado bajo la arena. –afirmó Clark después de traducir lo que susurraba ese hombre de labios resecos. –¿En qué parte? ¿En dónde? –chillé descontrol