Cuando supe que ya regresaban, me fui a su casa para esperarlos. Quería ver a Millie, saber como estaba mi hermano y poder brindarle apoyo con lo que había pasado allí. —Al fin llegan.—dije mientras salía de mi habitación al escucharlos llegar. Aquella pequeña y preciosa niña soltó todo y vino corriendo hacia mí, cosa que me alegró, porque parecía estar bien si se podía mover tan rápido. Colocó sus manos en mi cara y me llenó de besos. Me alegraba mucho de verla luego de saber al peligro al que ambos estuvieron expuestos.—¿Cómo estás, tesoro mío? —¡Estás aquí!—estaba muy feliz. Sus ojos brillaban tanto como los míos al verla. La acurruqué en mi pecho y sus cortos brazos también me abrazaban. —¿Acaso no te dijo tu padre que vendría antes de la competencia?—Alaric entró a la habitación.