Ya era hora de irme de casa de Alaric, ya estaba bien, los medios estaban calmados y Becky estaba ansiosa porque no me comunicaba con ella, ya que creía que yo estaba pensando en una demanda. ¿Qué tenía esa mujer en la cabeza? ¿Qué ganaba yo con demandarla?
En fin, no le iba a dar más vueltas, ya casi le iba a avisar para que asistiera a los primeros entrenamientos.
Cuando terminé de hacer mi bolso, aquella personita lo tomó de mi mano hasta que cayó al piso, ella no podía con él, pero lo arrastró fuera de mi habitación para llevarlo a la suya.
Me había divertido con ella todos estos días, era muy agradable y yo amaba a esa miniatura de mi hermana, aunque era una súper mezcla de ella y de Alaric, entre otros rasgos que no eran de los Jackson, pero estar con Alaric le venía bien pues la pequeña absorbía todo lo bueno de él. Tenía muchas cosas buenas, menos mal, pero a veces me preocupaba que él se subestimara y no viera todo eso bueno que tenía, todo lo bueno que le brindaba a Millie.
Culparse se le daba muy bien, pero Millie lo ayudaba con sus demonios.
—No te vas.—infló sus cachetes y se cruzó de brazos.—No quiero que te vayas.
—Millie, sabíamos que su estadía aquí iba a ser temporal, te lo expliqué. Ya es hora de que se vaya. Está sano y volverá pronto, además de eso él necesita trabajar.—no siguió escuchando las palabras de Alaric y solo corrió a su habitación, para cuando salió ella arrastraba mi bolso y traía el suyo, lleno de cosas que echó allí al azar. En su mayoría eran juguetes.
—¿Y dejarás a tu padre solo?—le pregunté.
—Viene, vamos a tu casa.
Alaric soltó un suspiro y me dejó la situación a mi, como si yo pudiera hacer algo.
Tomé las cosas que ella arrastraba y me senté en el suelo, frente a ella.
—Millie, yo tengo que marcharme hoy, pero voy a regresar y seguiremos haciendo muchas cosas juntos.—llevó sus hermosas manos a sus ojos mientras comenzaba a llorar, era un llanto suave, el inicio del caos. La acerqué a mí, recostándola a mi hombro.—Millie, me vas a poner triste.
—Casi no vienes.—después de aquellas palabras fue cuando más su llanto se elevó y Alaric se nos unió otra vez.
—Es que viajo mucho por trabajo, dentro de nada tengo que ir a España y tú y papá me verán por la tele. Luego regresaré al país, te traeré un par de cosas de allí y me tendré que volver a ir. Así es mi trabajo.
—Déjalo o llévanos.—ella lo ponía muy fácil.
—Alaric también tiene que trabajar.
—Pero siempre regresamos a casa, tu tardas.
—Pequeña, tengo que irme y no me gustaría que te despidieras de mi con unas lágrimas, quiero una sonrisa de tu parte, quiero llevarme eso, para que me recibas de igual modo cuando te visite otra vez.
Se abrazó con fuerza a mi cuello.
—No te vayas.
No me gustaba verla así, me ponía muy triste. Es cierto, casi no nos veíamos pero…yo no contaba con mucho tiempo, tenía que viajar mucho, las preparaciones, carreras de prueba y un montón de cosas una vez que todo se ponía en marcha, era algo que nunca acababa y para cuando tenía tiempo, casi siempre estaba lejos de aquí.
Era triste no poderla ver con más frecuencia porque aunque siempre la extrañaba, cuando la veía no podía soltarla.
Amaba a esta pequeña tan tierna y adorable que iba creciendo en un pestañeo.
Ojalá pudiera estar cerca más tiempo, pero eso no era posible.
—Vamos, Millie, David se tiene que ir.—Alaric la levantó con ambas manos, retirándola de mi, pero ella quiso bajarse y así él lo hizo, me dio un beso, tomó su bolso y se encerró en su habitación. Esa sería la única despedida que yo obtendría. No me daría nada más.
—No me gusta, Alaric. No me gusta que se quede tan triste.—tomé mi bolso del suelo.—Odio ser la causa de que se ponga así, con lo alegre que es.
—¿Qué esperas? Apenas sí te ve. Es obvio que no quiere que te vayas.
—No cuento con tanto tiempo, Alaric, lo sabes.
—Pero eso ella no lo comprende, solo se alegra cuando te ve, la pasan bien por unos días y luego la dejas llorando. Espero que algún día se acostumbre o al menos lo entienda.
—Volveré, ahora tengo que prepararme, pero antes de irme a España volveré.
—No le diré nada, así le das la sorpresa.—más bien no se lo iba a decir por si yo no regresaba y así la pequeña no se desilusionaba.
—Dale otro beso de mi parte, dile que la quiero mucho.
—Hazlo tú, entra a su habitación y solo despídete de ella, querrá eso.
Me detuve ante su colorida puerta y toqué.
—Pequeña mía, ya me tengo que ir y necesito otro beso tuyo, podría ser que me de suerte para las carreras.—guardó silencio, no me respondió.—Si ese beso me hace ganar, cuando me entrevisten por mi triunfo diré que fue gracias al beso de la Reina Millie, la grandiosa y mágica Reina Millie.
Escuché sus pisadas suaves y la puerta se abrió, extendió sus brazos y yo la tomé entre los míos. Llenó mi cara de besos y me dio una sonrisa un poco más triste.
—Vas a ganar. Veremos la carrera, así que quiero escuchar mi nombre.
—Lo harás, diré tu nombre para que todo el mundo lo sepa, que fue gracias a ti que gané.—le di un beso en la frente y me despedí de ella.—Adiós, Millie. Te amo, preciosa.
Era lo único que nos quedaba de Arelis, algo que ella nos dejó de regalo antes de partir, una parte de ella.
Esa era Millie.