—¡Buenos días, Millie! ¡Vamos a desayunar!—corrí a la cocina y ella me siguió, llena de energías. Eso era bueno, estaba de buen humor y se veía feliz.—¿Dormiste bien?—Había dormido poco, pues se durmió luego de que yo llegué.
—Papá no está, ¿por qué lo dejaste ir?—preguntó con tristeza.
—Porque ya está bien. Tiene que ir a resolver algo en su trabajo y listo, volverá. Puede que ustedes tengan nuevos planes, es agradable hacer planes, ir de un lado a otro y hasta mudarse.
—Yo no me quiero mudar.—dejó en claro la señorita.
—Bueno…eso ya es cosa de ustedes.
Luego del desayuno, le busqué ropa, quedándose ella de brazos cruzados, pues la pequeña le gustaba elegir a ella sus atuendos. Y las combinaciones que hacía eran muy certeras, mejor que las mías, tanto que hasta yo confiaba en su buen gusto.
Obviamente no estuvo de acuerdo con lo que yo le busqué e hizo algunos cambios.
—¿A dónde vamos?
—Tengo que practicar, prepararme, así que ahora tengo a una asistente o algo así. ¿Recuerdas a la mujer que vimos cuando fuimos a comer helado?
—¡¿La que salió corriendo?!—preguntó con sorpresa, abriendo mucho sus azules ojos.
—Esa misma, ahora trabajaremos juntos, por lo que tenemos que pasar por ella, pero para ir a otro lugar y luego sí que nos vamos a trabajar.
—¡Iré contigo al trabajo!
—¡Eso mismo!—tomamos las llaves de la casa y del coche, le marqué a Becky en el camino y la recogimos como a tres esquinas de su casa.
—¡Guau! Está esa niña allí atrás.—se sorprendió de volver a ver a Millie.—¿Hoy haré de niñera?
—Soy Millie, tu eres la asistente, no mi niñera. No necesito una, mi tío me cuida.
—Okey.—dijo Becky, se ajustó el cinturón y yo conduje hasta la empresa de Adrien Mckenzie.
Cuando me aparqué, la pequeña se quitó el cinturón y tocó mi hombro desde atrás, apoyándose en mi asiento.
—¿Qué hacemos aquí? Aquí he venido muchas veces con mi papá. ¿Ahora vas a trabajar aquí?
—No, Millie. Esta es la empresa de Adrien Mckenzie. Entraré a saludar y saldré en unos minutos. Te quedas con Becky y no le darás problemas. Regresaré enseguida y luego nos vamos para practicar.
—Está bien.—regresó a su asiento y pareció quedarse tranquila, sé que volvería loca a Becky desde que yo saliera de su vista.
Salí del coche y fui del lado de Becky, le abrí la puerta para que ella saliera.
Sé que luego de la discusión de anoche ella no había dicho nada al respecto porque estaba Millie, pero a saber qué me esperaba después.
—Oye, pase lo que pase no la dejes salir del coche, solo es una niña, contrólala, puede que las cosas se pongan un poco…agresivas, así que no dejes que ella vea nada.
—¡Oye, oye!
—¡Shh!
—¿Qué piensas hacer? ¿Es ilegal estar aquí o algo? ¡No me quiero meter en problemas.
—¡Dios, no! ¡Me tocó una cobarde!
—¡¿Y qué esperas?! ¿Que me digas que vas a pelear o hacer algo malo y yo solo diga que sí y te apoye de manera incondicional?
—Justo eso, hermosa Becky.
—Créeme, lo haría. Sería la primera en hacerlo, pero no te conozco de nada y no me quemaré por ti.
—Ya veremos, nena. Aquí están las llaves del coche, por si a la primera quieres huir y dejarme aquí.—levantó sus cejas y luego rodó los ojos antes de entrar al coche.
Caminé con tranquilidad hacia la entrada, habían dos guardias de seguridad que parecían de adorno, por lo que solo entré a la empresa, como todos los demás que iban entrando, pero dentro observé todo y me di cuenta que a menos que preguntara dónde estaba su oficina, no podría encontrarla.
Me acerqué a donde dos jóvenes que estaban detrás de unos escritorios justo al entrar, me sorprendió un poco la cantidad de teléfonos que tenían frente a ellas.
—Buenos días.
—Buenos días, caballero, ¿en qué podemos ayudarlo?—me atendió una de ellas.
—Vengo a ver a Adrien Mckenzie, ¿podrían indicarme dónde se encuentra su oficina?—cuando dije su nombre, ambas se miraron
Bien, admito que no tenía un atuendo muy respetable, es decir, estaba en una super empresa, vestido con ropa deportiva, ¿qué podían esperar de mí?
—¿Tiene usted cita con el señor Mckenzie?—abrió inmediato una agenda para buscar mi nombre en caso de tener cita.
¿Para qué mentir?
—Temo que no, pero necesito hablar con él.—aunque hablar no era exactamente la palabra correcta.
—En ese caso no puede ir a la oficina del señor Mckenzie.—me alejé de ellas y observé hacia arriba, solo tenía que ir a la oficina más grande, ¿no?
Caminé hacia el ascensor y una de ellas me gritó algo, no sé qué porque tampoco les hice caso, al ver que el ascensor no llegaba, miré hacia atrás y se aproximaban los dos guardias, supongo que la pelea tendría que empezar antes.
Ubiqué las escaleras y corría hacia ellas, viniendo ellos detrás de mí, no me dejaron subir.
—¡Tiene que salir ahora mismo de la empresa!
—O tendremos que sacarlo.
—No saldré.—dije con los brazos levantados, por lo que les tocaba hacer lo segundo.
Sacarme o al menos intentarlo.
Dejemos algo claro, les estaba dejando ganar para ver si armábamos un gran alboroto y eso llamaba la atención de Adrien, me ahorra el buscarlo y así él aparecería más rápido. Por ahora solo habían intentado sacarme, sin hacerme daño, dado que yo no les hacía daño a ellos, pero…pasó algo que no me lo esperaba.
Cuando puse un pie fuera de la empresa, haciendo poca resistencia contra ellos, quise volver a entrar y ahí fue cuando se volvieron agresivos, no vi venir que solo querían sacarme para golpearme fuera de las instalaciones.
Vi mis labios con sangre al pasar mi mano por ellos, manchando así mis dedos.
Intenté hacer las cosas relativamente por las “buenas” pero…parece que eso no iba a servir de mucho en este caso y de aquí no me iría sin ver a Adrien maldito Mckenzie.
Arremetí contra el que me golpeó, derribándolo al suelo y subiéndome sobre él, golpeando su rostro mientras agarraba su camisa por el cuello de esta, el otro tiró de mi cabello con fuerza y me quitó de encima de su compañero, desde el suelo pateé su estómago y su rodilla, haciendo que cayera torcido por la patada en el estómago, el otro limpiaba su cara mientras venía hacia mí, logré incorporarme antes de que el se acercara y entonces me posicioné con mis puños cerrados, para el primero que se acercara.
El que estaba en el suelo sacó una especie de vara de metal que alargó unos cuantos centímetros hasta parecer del largo de un brazo, la agitó en el aire y arrojó un golpe hacia mí, cosa que cubrí con mi brazo.
¡Aquella mierda dolía mucho!
Ambos me cayeron a la vez, logrando derribarme.
Escuché un grito y luego alguien se abalanzó sobre ellos.
¡Era Becky!
¡Maldición!