Cuando llegué a casa de madrugada, fue Millie quien me abrió la puerta al realizarle una llamada al celular de mi hermano. La tomé en brazos y le di un abrazo.
—¿Cómo estás, pequeña?
—Tengo sueño, pero tenía que esperarte.—volvió a abrazarme, recostada a mi hombro. Sentía que se iba a dormir allí.
—¿Adivina qué? Todo va estar bien y no me iré de aquí hasta que eso sea así. Tu papá va a estar bien, no te preocupes. Desde ahora yo me encargo, dame ese móvil y te dejaré en tu cama.
La llevé a su cama y la tapé, le di un beso, apagué las luces y salí, yendo hasta la habitación de Alaric.
Me senté en el borde de la cama, olía mucho a alcohol, ¿desde cuándo estaría tomando?
—Alaric, despierta.—moví su cuerpo en repetidas ocasiones. El olor a alcohol inundaba toda la habitación y no se había molestado ni en quitarse los zapatos.—¡Alaric!
—¿Queeeee? ¿Qué haces aquí?—levantó la cabeza.—¿David? ¿Eres tú?—encendí las luces.—¿Cuándo llegaste?—tapó sus ojos con sus manos ante la reciente luz.
—Hace poco, aún es de madrugada, Millie me llamó.
—¡¿Qué?!—se incorporó de una vez al escuchar aquello.
—¡Millie me llamó diciendo que su padre no estaba bien!—Me sentía…enojado, pero tenía que escuchar el motivo de la actual situación de mi hermano.— Aquí estoy, viniendo preocupado solo para encontrarte borracho como un perro. Cuéntame, ¿qué diablos pasa? ¿Por qué la asustas así, Alaric?
Se paró de la cama y yo comencé a desnudarlo, le retiré los zapatos, la camiseta y el pantalón, lo ayudé a ponerse de pie, necesitaría una ducha. Caminamos al baño mientras mi hermano pasaba una mano por mi hombro para apoyarse en mí.
—No quiero el agua caliente, tampoco fría. Templada, por favor.—me pidió en voz baja.
Comencé a regular el agua antes de entrarlo.
—Creo que así está bien, Alaric.
Entró una mano antes de meterse a la ducha, parece que le gustó la temperatura a la que estaba el agua.
—Gracias.
—Por favor, dime qué pasa.
—Yo…—el agua bajaba por su rostro, llevando su cabello hacia su frente y dejándolo aplastado allí. Me eché hacia atrás al ver que algunas gotas salpicaban en mi pantalón.—Mañana tengo que estar temprano en la oficina. Hablaré con Valeria Mckenzie. Después de todo no me queda la menor duda de que sí es una Mckenzie.
—¡Oye…! Te dije que te olvidaras de ella, está casada y tiene una hija con Adrien Mckenzie. Claro que es una Mckenzie.
—Pero…no pensé que…—¿estaba llorando?
—Alaric, apenas te gustaba, no vale la pena darle espacio para el sufrimiento. Está bien que no hayas tenido muchas relaciones pero no es para tanto, tan bella no puede ser.
—¡No es eso! ¡Estaba emocionado! ¡Llegué a emocionarme como un maldito idiota!
—¡Está casada! ¿Por qué no lo entiendes? Es la esposa de Adrien Mckenzie.
—¡No es por Valeria!—pasó ambas manos por su cabello húmedo, llevándolo hacia atrás.— Es el trabajo, resulta que es una Butcher, hija del dueño, hermana de la mente maestra y…me han pedido abandonar la empresa.—aquello último lo dijo de una forma que parecía muy dolorosa para él.
—¡¿Qué?!—No me lo podía creer, ¿cómo podían pedirle que abandonara?— ¡¿Cómo es eso posible?! ¡Ha sido esa maldita bruja de Janet.—no me quedaba la menor duda.—¡Niégate! No te vayas, no van a desplazarte de cada maldito lugar donde estés, no le cedas tu lugar solo por darle gusto a los malditos Mckenzie.
¡Siempre eran ellos!
Con Arelis, con Alaric, siempre ellos.
No corrí con la mala suerte de que ellos fueran una pierda de tropiezo directa en mi vida, pero…sí tuve que ver a mis hermanos sufrir por ellos.
—Es ella otra vez.—las lágrimas de mi hermano se mezclaban con el agua que caía en su rostro, su mirada perdida, con la espalda recostada a la pared. Otra vez sufría, había estado emocionado con ese proyecto y como cosa del demonio, Janet Mckenzie aparecía cada vez que él parecía estar en su mejor momento. Ahora habían usado como arma a Valeria, la esposa de Adrien y una mujer que al parecer era cruel, insensible y a mi hermano le gustaba ella, justo ella.
Debió de ser un golpe bajo y al parecer no se lo esperaba.
Pobre Alaric.
—Quiero darle lo mejor a Millie, pero…ni siquiera estoy bien. Siento que mis pies están en el aire y solo voy cayendo y cayendo en ese enorme vacío, la caída vuelve a ser eterna cuando pensaba que ya mis pies estaban en la tierra. Y ahora…solo sigo cayendo hacia el abismo. Lo siento, David. Soy lo único que tienen y solo soy esto. ¿Puedo ser más patético?
—¡¿Por qué tienes que hablar con esa mujer?!—grité enojado, sintiendo mis manos atadas al ver a mi hermano así. ¿Qué se sentía que te destruyan tantas veces a pesar de tus intentos por reconstruirte? ¿Qué se sentía creer que ya habías tocado fondo solo para darte cuenta que aún te faltaba caída?
Yo no tenía la más mínima idea de qué se sentía, todas mis penas se esfumaban con la velocidad y la adrenalina que eso daba a mi cuerpo, era capaz de esfumar todo solo con eso, sin necesidad de llorar o sentir que sufría, mientras el acelerador estuviera debajo de mi pie, yo estaba bien.
El riesgo, la competencia y ver mi velocidad en aumento, aquello era como un remedio instantáneo que era capaz de convertirse en mi droga.
En ausencia de Alaric, carreras.
Mientras Arelis agonizaba, carreras.
Cuando Millie nació, carreras.
Tenía siempre un salvavidas y este era correr, sentirme tras el volante y olvidarme todo aunque sea por ese momento.
Pero mi hermano sí sabía qué se sentía, él sabía el dolor de la destrucción.
Había conocido esa sensación desde muy temprana edad y…la seguía sintiendo.
A veces miraba su rostro y me preguntaba cómo es que aún puede sonreír.
—Porque tiene que saber que me está destruyendo, aún sin motivo alguno. Por eso voy hablar con ella y será un adiós para mi relación con los Butcher. Tengo que recomponerme lo antes posible, empezar otra vez de cero. Creo que incluso ya se me anda dando bien, ¿no lo crees?
—Alaric, esto es serio. Los Mckenzie no pueden estar pisoteándote cada vez que quieran, hay que hacer algo.
—Es mi pelea, tu no te preocupes.—decía eso una y otra vez.
—¡Esto nunca ha sido una pelea! Solo una masacre, donde ellos pasan por encima tuyo cada vez que quieren.—le ofrecí una toalla y él salió de la ducha. Parecía ahora más entero.
—Lo siento, David. De verdad, esta vez sí lo resolveré.
—Solo vas a huir, otra vez.—Alaric no me respondió. Se acercó a su armario al salir del baño y buscó un calzoncillo, dejó la toalla junto a la cama y se acostó.
—Todo acabará, te lo prometo. Mañana quédate con Millie, regresaré pronto a casa.
Pero yo no me quedaría de brazos cruzados.
Mañana, desde que Alaric se marchara, tomaría a Millie, recogeríamos a Becky y de allí iríamos a la empresa de Adrien Mckenzie.
Alaric sabía platicar, pero yo no.