Deslumbrado

1766 Words
Tres semanas después San Francisco, California, EEUU Edward Como se lo manifesté a Lily, al día siguiente viaje a Belfast donde casi cinco días después pude embarcarme en un barco rumbo a la tierra prometida, claro que tuve que compartir el camarote con otros pasajeros varones, al menos era una manera de distraerme para no pensar en ella, los días los transcurría recorriendo la cubierta del barco, viendo como las parejas adineradas se paseaban para ir al salón exclusivo de ellos, lo que menos me importaban eran las miradas de las mujeres, todas me parecían frígidas, demasiadas engreídas para mi gusto, por lo menos las noches eran diferentes donde todos los pasajeros de la tercera clase se reunían para cantar y bailar, la música contagiaba a todos y se divertían, mientras yo solo miraba mientras bebía un par de cervezas. A pesar de todo los días transcurrieron y logramos llegar a nuestro destino al puerto de San Francisco, logrando poner un pie en tierra, para mi sorpresa era muy diferente a mi país, era un movimiento impresionante ver a muchos siendo esperados por algún familiar, mientras que los aristócratas desfilaban con una infinidad de equipaje, daba la impresión que hubieran guardado todas las pertenencias de una casa, en cambio yo apenas tenía un par de mudas de ropa en un saco que llevaba a cuesta. Lo primero que hice fue buscar un hotel para pasar la noche porque al día siguiente tomaría un tren para un pueblo llamado Alameda, porque uno de los compañeros de viaje me contó que allí se escucha que el oro lo encuentras prácticamente a tu paso. Fui así que tras un viaje de un par de horas en tren arribé a la estación del pueblo de Alameda, de inmediato me dispuse a recorrer el pueblo y hallé un pequeño hotel donde ahora pregunto sobre las noticias que llegaron a mis oídos sobre la fiebre del oro. –Amigo ¿Es verdad todo lo que dicen? Puedo encontrar oro a cada paso que doy. –Forastero se encuentran unas cuantas pepitas, pero la verdad hay tanto inmigrante peleándose por esa porquería de metal que aquí nosotros vivimos de nuestros negocios, yo por ejemplo me mantengo con lo que me da mi hotel– me explica el hombre. –Me puedes decir ¿Dónde puedo comprar provisiones y un buen caballo? –Amigo al final de esta cuadra hay una tienda, le pertenece a James Burkle, él tiene todo lo que necesitas, dile que vas de parte de Samuel Brannan, te dará un buen descuento, te lo garantizo– me asegura. Le agradezco mientras las dudas por encontrar suficiente oro me consumen, aunque mi subconsciente me reclama, basta Edward no has llegado hasta aquí para irte con las manos vacías, en fin, sin darme cuenta mis pasos me han traído a la tienda de James Burkle. Admiro un momento el lugar desde afuera hasta que la silueta de una mujer me llama la atención, solo la sigo con la mirada, pero me interrumpe la voz de un hombre mayor. –Buenos días forastero ¿Por qué no entra? Tal vez encuentre lo que necesita– me dice el hombre. –Buenos días señor busco al propietario del lugar, me envía Samuel Brannan, el dueño del hotel– le explico. –Soy James Burkle el propietario del lugar, ¿Qué necesita amigo? –Necesito abastecerme de provisiones y un buen caballo– le explico. –Padre ¿Has visto mis libros? No logro encontrarlos– dice una mujer joven de unos 20 años. –Elizabeth revisa aquel estante, deben estar allí…– le sugiere James. –Amigo ¿Es nuevo en el pueblo? No lo había visto antes por aquí ¿Verdad? –me dice James con curiosidad. –Sí, acabo de llegar de Irlanda, vine porque escuche las noticias sobre la fiebre del oro, espero poder correr con algo de suerte y encontrar, aunque sea unas cuantas pepitas de oro– le explico. –¡Un irlandés…! Amigo usted me agrada y lo voy a ayudar, tengo un mapa de un lugar nuevo donde hace días se encontró muchas pepitas de oro. –Si encontraron muchas pepitas de oro ¿Por qué usted no va a buscarlas? –pregunto desconfiado. –Amigo en realidad a mí no me interesa estar todo el día haciendo ese tipo de trabajo, además no me hace falta dinero, me explico. –Está bien me convenció, véndame el mapa, espero poder encontrar oro. –Deme un minuto que voy a buscarlo– me pide. –Lo espero no se preocupe, vaya a buscarlo con calma– le digo mientras miro a su hija que sigue buscando sus libros en los estantes que hay. Me he quedado como un tonto mirando a Elizabeth, no logro quitarle los ojos de encima, la verdad es que es demasiada hermosa para mi mal, ¿Sera que alguien como ella podrá fijarse en mí? Debería invitarla a dar una caminata conmigo, aunque tendría que comprarme algo de ropa decente, no puedo salir con ella en estos harapos con los que estoy vestido ahora. En un minuto siento que ella me habla haciendo palpitar mi corazón a mil por hora, me he quedado paralizado, pero enseguida me abofeteo mentalmente y presto atención a lo que me pide. –Disculpe señor ¿Podría alcanzarme lo que está en aquel estante?   –Encantado te ayudo, toma aquí tienes los libros Elizabeth y por favor no me digas señor…–le digo mientras sonrío como un tonto. –Le agradezco señor– me dice mirándome con desdén mientras agarra los libros con las yemas de sus dedos. Intento disimular que me ha hecho semejante desaire y sigo sin quitarle la vista a Elizabeth hasta que soy interrumpido por su padre que regresa con el mapa de lugar donde está el oro. Horas más tarde Elizabeth Otra noche aburrida en este maldito pueblo, es que aún no logro entender porque mi padre insiste en quedarnos aquí, yo preferiría vivir en San Francisco una ciudad moderna donde puedo convivir con gente de mi clase social no con unos malditos pueblerinos además de soportar las miradas de esos donnadies de los extranjeros, incluso hoy tuve que soportar las miraditas del imbécil del irlandés, ni estando loca me fijaría en un tipo como él, un harapiento que no tiene donde caerse muerto. En fin, solo espero que el imbécil de Brannan se haya ido, hoy no estoy de humor para aguantar sus insinuaciones, muchos menos sus regalos miserables, bueno Elizabeth bajemos y salgamos de dudas me reclama mi subconsciente, apenas voy bajando de la escalera escucho la voz de imbécil, ahora me toca armarme de paciencia y sonreírle falsamente. –Buenas noches Brannan ¿No te parece que llego la hora que te marches? –le afirmo apenas lo veo. –¡Elizabeth! No trates así a nuestro invitado, incluso mira lo que te trajo Samuel– me pide mi padre. –¡Unas miseras rosas! Guárdatelas Brannan– le afirmo molesta. –James deja en paz a Elizabeth, ella tiene razón son unas miseras rosas, una mujer como ella merece el mundo a sus pies– dice Brannan. –Ves papá por lo menos Samuel acepta que no puede conquistarme siendo un tacaño, pero eso no quita que te vuelva a repetir que nunca me interesaría en un viejo decrepitó como tú, recuérdalo Samuel. –Elizabeth vete a tu habitación y no salgas de ella sino para pedirle disculpas a Samuel. –Váyanse al infierno los dos, sobre mi cadáver le pediría disculpa a este hombre– afirmo furiosa mientras me retiro. Hasta cuando mi padre me quiere meter por los ojos a este hombre que muy bien podría ser mi padre, él día que me case será con un hombre que yo considere alguien digno de mí, además de amarme y tenerme como una reina. Un rato más James No puedo creer lo que Elizabeth me hace pasar y lo reconozco ha sido mi culpa por haberla malcriado desde que murió su madre, parece que ningún hombre es capaz de domar a mi pequeña fiera, a pesar de todo sigo aquí en mi casa reunido con Brannan revisando los detalles de nuestro plan porque tenemos una nueva víctima en la mira. –James ¿Cuándo ponemos en marcha el plan? Solo espero tu señal– me pregunta ansioso. –Samuel esperemos unos días, primero quiero ver si el irlandés lograr conseguir algo de oro, además que no estoy seguro de cuánto dinero tiene, tú debiste encargarte de ese punto y no lo hiciste. –James me encargué, claro que el tipo no me va a decir cuánto dinero tiene encima, pero me aseguro que había vendido sus tierras y su casa para venir de Irlanda, entonces dalo por hecho que tiene que tener una buena suma de dinero, no es una fortuna, pero nos servirá. –Está bien Samuel voy a confiar en ti, vamos a robarle todo al imbécil del irlandés, no le quedaran ganas de quedarse en el pueblo. –James esperemos que tu plan funcione– me dice incrédulo.    –Samuel nuestros hombres nunca fallan y esta vez no será la excepción– le afirmo. Edward Todavía parezco un tonto recordando a Elizabeth es que es inevitable sentirme atraído por ella, con esos labios carnosos, sus ojos azules que me hechizaron, su cabello rubio y esa piel tan blanca como la nieve con 1,65 cm de altura, en realidad no hay manera de no quererme perder con ella. Aunque me miro con desdén, ¿Cómo conquisto a una mujer como ella? No tengo una fortuna solo unos cuantos dólares que nunca serán suficientes para poner el mundo a sus pies, pero no me voy a dar por vencido, hallare oro con el mapa que me vendió su padre, estoy seguro que será suficiente para convertirme el hombre digno de ella., bueno Edward ahora intenta descansar porque dentro de unas horas tu vida cambiará por completo y te convertirás en un hombre diferente me asegura mi subconsciente. A pesar de todo cuanta falta me hace mi país, mis padres y en especial añoro ver a Lily, es que me bastaba con verla sonreír para que me derritiera por ella y también extraño las bromas de mi amigo John, pero la vida es así y uno debe continuar su camino para cumplir sus sueños, aunque deba alejarse de todo lo que algún día le importo, pues yo lo hice y espero nunca arrepentirme de la decisión que tomé.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD