CAPÍTULO 5

1469 Words
POV ARIA 2 años después Pongo las manos en su pecho para mantener algo de espacio entre nosotros mientras pienso. —¿Ocurrió algo? —pregunta, estudiando mi rostro cuando guardo silencio demasiado tiempo. Algo que probablemente traduzco erróneamente como preocupación arruga su frente perfectamente lisa. Empuja su cabello hacia atrás. Siempre cae sobre su rostro. Me dedica esa sonrisa con hoyuelos que lo hace parecer tan inocente, tan distinto a los demás. Y admito que hay una parte de mí que no quiere creer lo que ha escuchado. No quiero creer que sea verdad porque pensaba que Jason y yo éramos amigos en algún nivel, al menos. Por mucho que odie admitirlo, hay una parte de mí que quiere un amigo. Alguien que amortigüe la soledad. Un grupo de sus amigos pasa ruidosamente, uno empuja el hombro de Jason mientras emite un silbido al pasar. Jason sonríe, con un brillo en los ojos cuando los mira. Y ahí es cuando lo entiendo. Lo veo. Jane no mentía. Fuerzo una sonrisa cuando gira hacia mí. Enderezo un poco más mi espalda. Requiere esfuerzo, pero lo hago. —No, todo está bien. De hecho, te estaba buscando. Estoy muy contenta de estar aquí contigo. —afirmo, vomitando un poco en mi boca al hacerlo. Me acerco a él, pongo un dedo en sus labios e inclino la cabeza, sacando pecho. Este vestido definitivamente muestra mis pechos en su mejor ángulo. Tal vez Jane tenía razón. Puede que esté tratando de conseguir ese tipo de atención. Jason parece ansioso mientras arrastra de nuevo su mirada hacia la mía. —Deberíamos ir a algún lugar privado —dice mirando la pista de baile, donde puedo ver a Jane mirándonos, disparando puñales a través de sus ojos. —Sí, hagámoslo —digo, aún sin estar segura de mi plan. ¿Quizá seducirlo y hacer que se desnude para luego desaparecer con su ropa? Mientras lo pienso, se me ocurre la idea perfecta, porque necesito hacer algo. Necesito enviar mi propio mensaje, y ellos necesitan ser castigados. Así que agarro su corbata y dirijo el camino a través del gimnasio, en dirección a la salida que nos llevará a las aulas. Me aseguro de escabullirme entre las sombras, consciente de dónde están todos los chaperones por el gimnasio. Cambio mi agarre a su mano cuando choca contra una de las mesas de comida. ¿Cuánto bebió? Casi siento pena por él. Casi. Con una mirada general, abro una de las puertas laterales y me escabullo del gimnasio al pasillo poco iluminado. Un par de chicos merodean por allí, besándose en las sombras. —¿Adónde vamos? —pregunta Jason, tirando de mí hacia él y apretando mi trasero. Sonrío y subo sus brazos hasta mi cintura. —A un sitio más privado —digo mientras atravieso la puerta que da a la escalera. —Me gusta cómo suena eso. Jason me sigue escaleras arriba como un buen cachorro. Una vez que llegamos a la sala de ciencias, se ralentiza. —Estarán cerradas —dice. Tiro de él. —No. Sé dónde guarda Henderson la llave. —El Sr. Henderson es un alcohólico. A cada uno lo suyo, pero soy bastante observadora y sé que una vez que cierra, mete la llave en la parte superior del marco de la puerta. —Buena chica —dice Jason mientras me pongo de puntillas para recuperarla, luego desbloqueo y abro la puerta. —Después de ti —digo, tragándome mí disgusto de que me llamen buena chica. ¿Son todos los hombres unos imbéciles? Mi hermano no lo es. Al menos, no para mí. Papá, sí, entra fácilmente en esa categoría. Todos los de la escuela también. Jason acaba de confirmarlo. Así que tal vez es cierto y mi hermano es la rara excepción. Entramos al laboratorio y cierro la puerta tras nosotros. Me tomo un momento para asegurarme de que nadie nos ha seguido antes de cerrar la pequeña cortina de la ventana. Jason es muy hábil cuando lo empujo hacia nuestra mesa. Sus labios están asquerosamente húmedos y consigo girar la cabeza fuera del camino de sus besos. No es tan difícil, y casi siento pena por él. Por lo que voy a hacerle. —Tomemos una foto. —dice, sacando el móvil y levantándolo por encima de la cabeza. —No —digo, pero es demasiado tarde. Ha tomado una, aunque soy un borrón oscuro cuando giro la cabeza hacia otro lado. —Vamos. Estamos haciendo recuerdos, ¿verdad? Sonrío, tomo su teléfono y lo dejo a un lado. Se quita la chaqueta y la tira mientras yo le quito la corbata. La deslizo a su alrededor para atarle las manos a la espalda. —Después —digo mientras tiro de la corbata alrededor de sus muñecas y su sonrisa se vuelve tan grande que es casi cegadora. —Pervertida. Me gusta. Hago un nudo. Estoy segura de que puede librarse de él si quiere, pero me permite desabrochar su camisa. No es tarea fácil mientras intento esquivar sus besos húmedos. En serio, ¿es por esto por lo que Jane quería humillarme? ¿Tan celosa está de que este chico, y sus amigos, me hayan mirado demasiado a menudo? Patético. Empujo su camisa por sus hombros y la dejo colgar allí antes de alcanzar su cinturón. —Espera, espera. Déjame verte. Quítate tú vestido. —Todavía no —digo, desabrochando su cinturón, bajando sus pantalones por sus tobillos antes de tomar su teléfono y girarlo para que el identificador facial lo desbloquee—. Vamos a tomar una foto primero. —¡Oye! ¿Qué...? El flash es momentáneamente cegador y es difícil reprimir mi sonrisa cuando veo su aspecto con los pantalones por los tobillos, su erección presionando contra sus calzoncillos ajustados. —¡Ooh! —pongo una expresión avergonzada—. No es tan impresionante como esperaba. —Retrocedo para estudiarlo, mordiendo mi labio en fingida concentración—. Es una pequeña cosa triste. —Oye —dice, muy serio, mientras se endereza y saca las muñecas de la corbata. Doy un paso atrás para tomarle otra foto y se tropieza con los pantalones al intentar llegar hasta mí—. Detente. ¿Qué haces? —Se agacha para subir sus pantalones, abrocha el botón y obtengo una foto más antes de que agarre bruscamente mi muñeca y me quite la cámara—. ¿Qué diablos, Maddy? —Te dije que no me llames así —espeto. Agarra con fuerza mi muñeca y veo cómo borra las fotos. Una vez hecho esto, tira de mí hacia una mesa de laboratorio. —¿Te gustan las fotos sucias? —pregunta, cambiando su agarre a mi brazo y sujetándome fuerte mientras me toma una—. A mí también me gustan las fotos sucias. —Me aprisiona contra la mesa con su pecho, un maldito mariscal de campo con ciento diez kilos contra mí, el sonríe. Aprieta su pequeña polla contra mí. —Suéltame, imbécil. —¿Qué dijiste? ¿No es impresionante? Se sentirá bastante impresionante cuando esté dentro de ti, maldita Mad Elena. Deja el teléfono detrás de mí y agarra mi trasero, amasando mis mejillas con fuerza. —Tienen razón al llamarte así, ¿sabes? Eres un maldito bicho raro. —¡Vete a la mierda! Quítate de encima o te arrepentirás. —¿Me arrepentiré? ¿Cómo es eso? ¿Qué vas a hacer aparte de ponerte de rodillas y darme lo que quiero mientras lo grabo todo en un vídeo para la posteridad? —Desplaza una mano hacia mi hombro y agarra su teléfono con la otra. —No lo creo, imbécil —digo y subo mi rodilla con fuerza y rapidez entre sus piernas. Hay un instante de silencio, un momento pesado. Observo su rostro mientras registra el dolor y siento cómo sus dedos se clavan en mi hombro. —Maldita. Perra. —sisea mientras su rostro se pone rojo como la remolacha. Se encoge un poco, sin soltarme mientras procesa el dolor. Intento empujarlo, pero él sólo consigue agarrarme más fuerte y utilizar su corpulencia para mantenerme inmovilizada. —¡Suéltame! —grito cuando se endereza, con una mirada oscura y furiosa. Es mucho más grande que yo. Mucho más fuerte. Y por la forma en que quiere hacerme daño ahora, no es sólo para humillarme. Es peor. Mucho peor. —¿O qué? —pregunta con los dientes apretados. —O te las verás conmigo, imbécil —dice una voz que conozco. Una voz que hace que el tiempo se detenga y me da escalofríos. Una voz que no he escuchado en dos años, pero que nunca olvidaré. Una voz más oscura, violenta y poderosa que la del patético Jason Cole.
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