Capitulo Seis

885 Words
—Bien, si voy a morir ahora quiero decirte Micaela que adoro verte en bikini y que me gustan los bucles de tu cabello— suelta Carlos sin mirar a la castaña. Los tres chicos bajan del auto con las manos en alto, todos siguen de cerca sus movimientos, mientras avanzan hacia los guardias pueden ver puntos rojos sobre sus cuerpos, están apuntándoles y seguramente son francotiradores bien entrenados y que jamás fallan.  Misael observa a Carlos por el rabillo del ojo, el moreno está tenso pero no deja que se le note, ambos comparten miradas cómplices y sonríen, si pudieron escapar antes pueden hacerlo ahora después de todo ellos son metahumanos. Carlos agita sus manos en dirección a los guardias y éstos son levantados por el aire hasta que caen al suelo produciendo sonidos nada agradables. Misael hace que sus manos se mueven aún más rápido que la misma luz provocando energía en ellas, así sólo tiene que tocar el suelo con ellas y dicha energía se propaga por la tierra dando potentes descargas a los hombres de n***o ya que cargan con artefactos de metal que intensifican su poder. Micaela se encuentra detrás de ellos, los observa asombrada por lo que son capaces de hacer pero no quiere intervenir, tiene miedo de hacerles daño en el proceso o producir una catástrofe natural. Los disparos no se hacen esperar, el trío de jóvenes comienza a correr en dirección contraria resguardándose cada que pueden entre los automóviles abandonados de ciudadanos marplatenses asustados por lo que ocurre. —Por favor, díganme que tienen una buena idea— dice Carlos. —Yo sí, crea una pared de arena otra vez y escapemos — idea Misael esquivando un par de balas. —Aquí no hay la cantidad necesaria como para que nos cubra, sólo nos estorbara la vista— responde el chico. —Micaela, ¿Cuál es tu poder?— pregunta Misael a la joven. —Tengo influencia en la tierra pero no voy a usar mis habilidades, lo siento— la chica desvía la mirada. — ¡Mujer! ¡Vamos a morir!— grita Carlos — ¿¡Acaso quieres morir virgen?! —Por favor somos todos adultos ya. Deja de hablar estupideces por lo menos cuando nuestra muerte está cerca— Misael observa a los soldados acercarse.— Ya no hay tiempo, escuchen yo los voy a distraer y ustedes corren. Carlos ya sabes dónde nos espera el chofer, váyanse y encuentra a los demás. —Ni de pendejo te abandono aquí — dice el mexicano. —Esa es la misión, salvar a los metahumanos o quién sabe qué quieren éstos locos con nosotros— responde poniéndose de pie. El pelinegro comienza su carrera, inclina su anatomía hacia adelante para que el aire no cree fricción en su cuerpo y lo vuelva aún más veloz de lo que ya es, su velocidad aumenta descomunalmente al igual que sus latidos cardíacos. Por todo su cuerpo comienza a viajar la estática producida por semejante carrera y para cuándo quiere acordar ya estáenvuelto en energía. Chispas y rayos son liberados de él mismo  y con ellos comienza a defenderse de los soldados; debe darles el tiempo suficiente a Carlos y a Micaela para que puedan huir de allí sin ser vistos. Los tanques ubicados algunos metros atrás de los soldados comienzan a disparar balas especiales, son de titanio y atraviesan todo lo que alcanzan. Una de ellas es disparada a gran velocidad y con gran potencia interponiéndose en el camino del joven ruso hiriéndolo en una de sus piernas, la herida hace que trastabille, caiga y ruede por el asfalto obteniendo varios rasguños en su rostro y cuerpo. Ovillado en plena carretera no puede evitar quejarse por el dolor, Carlos corre en su auxilio intentando hacer retroceder las máquinas pero el pánico lo invade y no es capaz de concentrarse lo suficiente como para poder crear las ráfagas necesarias. Micaela, al borde de las lágrimas y el colapso por lo que sucede hace vibrar la tierra. De repente las placas tectónicas bajo sus pies rugen, el bramido es ensordecedor y el movimiento tectónico desestabiliza por completo todo a su alrededor en un radio de diez kilómetros a la redonda. Una profunda y enorme g****a se abre camino justo a la mitad de la zona dejando a los soldados lo suficientemente alejados como para que no los lastimen, la castaña toma una posición más fuerte y levanta con sus propias manos un muro de roca de unos veinte metros de altura aproximadamente y sus acompañantes sólo la observan con la boca abierta, atónitos de semejante poder. —Impresionante— Misael se pone de pie y es ayudado por Carlos. —Rápido, debemos irnos, antes de que se les ocurra algo más— ordena Micaela ayudando a su nuevo amigo. —Eres asombrosa— susurra Carlos mirando y sonriendo a la chica. Carlos y Micaela entablan una pequeña conexión con sus miradas y siguen en la dura tarea de ayudar a Misael, tiene una pierna herida y no saben hasta qué punto podrán hacerla sanar.  Muchas preguntas invaden la mente del líder, ¿Quiénes son éstos soldados? ¿Cómo es que saben exactamente dónde estarán? ¿Por qué los atacan? ¿Para quienes trabajan y cuál es su objetivo? Demasiadas preguntas peligrosas sin una respuesta coherente. Está seguro de que en el cuartel general le deben algunas explicaciones, si todo es cómo él lo piensa será mejor encontrar a los otros tres metahumanos restantes antes de que los asesinen, si es que ya no los han encontrado otros soldados.
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