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1298 Words
Dolió. Admito que me dolió como no tienen idea ver a Kayler besando a esa chica, era alguien que me parecía conocida, estaba de espaldas así que no pude ver de quien se trataba. —Kayler no pierde tiempo —me dice Gadreel. —No me importa, es libre, puede estar con quien quiera y hacer lo que quiera —me puse de pie. —Pues entonces deberías de hacer lo mismo —me dice. —No te confundas —me crucé de brazos, mirando como la chica y el se apartaban— yo no necesito a nadie para sentirme bien, estoy segura de mi misma ahora y no me siento sola como para matar mis ratos de soledad con alguien. Cuando decida estar con alguien será porque yo quiera, no por despecho —me sorprendieron mis propias palabras, es que oírme hablar así era tan diferente pero me gustaba. Me gustaba la nueva Carolina: fuerte, decidida. Cuando la chica volteó me di cuenta de algo. Era Piper, la chica de la Academia y hermana gemela de Paige, la que quiso matarme en el pozo de lava ardiente. Y Kayler estaba con ella. La besó. Qué decepción. Mirar a Piper Parker era cómo mirar a la mismísima Paige, y eso me daba escalofríos. —La chica me parece conocida —me comenta Gadreel de brazos cruzados, aún estaba en paños menores. —¿Ah si? —Si, no sé pero la he visto en algún lado. —Pues es hermana de la ex novia de Kayler. Tenía una gemela que se llamaba Paige. Pero ella... murió. —Ya decía yo. Paige era más... rebelde. Lo miro de inmediato. —¿Como conoces a Paige? Dudó en decirme. —Tanto así como conocer no... hace mucho que me la encontré nada más —se sacudió el pelo haciendo que me pringase de agua. Lo miré mal. Gadreel conoció a Paige y eso me pareció algo sospechoso, ¿que tenía que ver él con ella? ¿Por qué se puso medio nervioso cuando le hablé de Paige? En fin, años atrás estaría ansiosa por averiguar cosas del pasado pero ahora simplemente no me dan ganas. No me quiero estresar por cosas que ya no van conmigo. —Entiendo. Bueno, iré a cambiarme, si te vas a ir vete, yo tengo que seguir plantando unos girasoles y lavar algo de ropa. Mañana tendré que empezar a trabajar —le quería dar la noticia a mamá ya de que conseguí un empleo. Nada más que tendría que ver en qué irme y en qué venirme. Quizás me preste su auto. —¿No quieres que te acompañe? —cuestiona detrás de mi. —No, y no es bueno que andes en paños menores por aquí. Mamá puede venir en cualquier momento. O Mike. Si, mi atención tenía que estar en cualquier lado, cómo hacer cosas de la casa, plantar flores para no estar pensando en Kayler y en el dolor que siento muy en el fondo de que besó a otra chica. ¿Es normal sentir que me fue infiel? Porque él y yo no somos nada. Pero el fantasma de su ex siempre logra estar presente. —¿Quien es Mike? Y me gastaría conocer a tu mamá, ¿por qué no? Así voy conociendo mejor a mi suegra —bromeó. Rodé los ojos ante su broma de mal gusto mientras llegaba a la entrada de mi casa. Gadreel se había puesto el pantalón. Pero iba sin camisa. Mi mirada se desvió a su abdomen súper plano. No estaba nada mal. —Mike es el novio de mamá y ¿suegra? Deja tus bromas para después. Nos vemos, Gadreel —me giré, abriendo la puerta y con intención de meterme a la casa pero su mano me detuvo. —Si necesitas vengarte de Kayler Brown no dudes en decírmelo —me guiña un ojo modo sensual— estoy dispuesto a todo—se acercó peligrosamente a mi. Era más alto que yo. Su mano, que estaba en mi brazo, pasó a mi abdomen. Su dedo índice lo recorría de arriba a abajo. Su toque era cálido a pesar de haber estado en el agua minutos antes. Y entonces un pensamiento me recorrió la mente. Fue una imagen vaga que se perdió en el mismo momento en que apareció. —Alas —dije sin pensar. ¿Por qué dije eso? Gadreel se alejó y frunció el ceño. —¿Qué? —No sé por qué dije eso —dije nerviosa. —Si lo dijiste fue por algo. —No, te juro que hablé sin pensar. Es que... olvídalo —me giré. —No, Carolina, dime por qué dijiste eso —me volvió a detener. Ma zafe de su agarre. —Olvídalo, Gadreel, ahora si me disculpas tengo frío y quiero darme una ducha con agua caliente. Te veo después. —pase dentro de casa y cerré la puerta tras de mi. No entendía el comportamiento de Gadreel y menos que se pase de listo conmigo. Necesito bañarme. • KAYLER ¡Maldita sea! Estoy que ardo por dentro, necesito ir allí y partirle la cara a ese imbecil que se quiere pasar de listo con Carolina. ¡Mierda! —Kayler, ¿que tienes? ¿Estás así por la idiota esa? —Piper, que sea la última vez que hablas así de Carolina, ¿entiendes? —mi tono fue duro. Dudó. —Tranquílate, ¿ves cómo te pones cuando te mencionamos a... Carolina? Debes de aceptar que lo tuyo con ella se terminó y aunque sea tu mate no perdonaras una infidelidad, ¿o si? Me puse de pie de un salto y golpeé lo primero que encontré. Fuerte. Con mi puño. Era la parrilla que ahora estaba en dos. Todos se quedaron en silencio, observándome. El tipo ese llamado Gadreel ya se había ido y Carolina estaba dentro de la casa. Salí de allí, montándome a mi coche y manejando. Necesitaba tenerla cerca. Necesitaba respuestas. Necesitaba saber por qué. Necesitaba comprender. Conoces a Carolina La voz de Connor resonó en mi mente. Sabes cómo es ella, ¿crees que te traicionaría? —Lo dices porque eres su amigo —espeté. —Lo digo porque igual la conozco —dijo— pero ambos conocemos a Rafael y lo que es capaz de hacer. —Se acostó con el, Connor, ¿sabes lo grave que es? El solo hecho de imaginar a Carolina con Rafael se me revuelve el estómago y me hierve la sangre. Quiero matarlo. —Necesito matarlo, Connor, necesito matar a Rafael. Esto se paga con sangre. —No estás pensando con claridad. —Necesito irme. No puedo estar aquí cerca de ella. —Carolina, está devastada, no tenía idea de esa noche. Dice que no lo recuerda. —Porque no le conviene. —Te equivocas. Yo le creo. Carolina te necesita. No la dejes. O después será demasiado tarde. Salí de mis pensamientos en el momento en que estaba de pie frente a la casa de Carolina. Avancé, abrí la puerta y pase. Todo estaba igual. Sentía ese olor hogareño como la primera vez. Esta casa algún día fue la casa de Scott también. ¿Que estoy haciendo aquí? ¿Por qué vine? Solo fue un impulso. Subí las escaleras con cuidado y llegué a su cuarto. Ella no estaba. Pero escuché la ducha. Esa ducha que alguna vez usé con ella. Abrí la puerta y me adentré. Ella no podía verme por la cortina casi transparente que nos separaba. Pero estaba allí, mi Carolina, tan cerca pero tan lejos a la vez. Deseaba tanto entrar allí y hacerla mía. Elevé la mano dispuesto a correr la cortina con la esperanza de poder sentir su cuerpo junto al mío otra vez.
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