1. Eros

1094 Words
*Saludos. Si te ha interesado esta novela y quieres leerla completa, te invito a mi grupo de f******k: Lectores de Herón. Ahí te estaré dando la información necesaria de cómo hacerlo. * EROS “El más bello de los dioses inmortales, que quiebra los miembros y que, tanto a dioses como a los mortales doma el corazón y la prudente voluntad”. Hesíodo en la Teogonía. Los sonidos de sus pasos resonaban a través del pasillo a medida que se acercaba a la habitación que se le había sido entregada desde el momento en que empezó este trabajo. Su expresión era seria y su mirada fría e imponente a pesar de solo tener veinticuatro años. Él era alguien de alta templanza, era la gracia que lo distinguía, por eso era el mejor en la ocupación que desempeñaba. Parecía ser una persona que no se inmutaba ante nada, pero su gran atractivo era algo que ni siquiera el antifaz que llevaba puesto lograba ocultar. Eros Macmillan tenía unos penetrantes ojos color verde claro, como dos hechizantes esmeraldas que brillaban con luz propia y que harían perder a cualquier mujer en el encanto de su mirada. Su cabello liso era castaño rubio con un corte a la moda; un flequillo texturizado con hebras que se le acomodaban hasta las cejas y además tenía un trabajado y entrenado físico. Nada de lo que era ahora lo había obtenido por regalo; durante muchos años fue preparado por su maestra; la mujer a la que tanto respetaba o más bien, idolatraba. Poseía un cuerpo atlético y tonificado, brazos musculosos, pero no de forma exagerada, la perfecta para su estatura. Sin embargo, eso era algo que quedaba en segundo lugar, pues su inigualable cualidad, sin ninguna duda, era su precioso rostro. Así como en diferentes historias se narraba la belleza masculina, tanto divina como mortal: Paris, el Narciso y Apolo; había uno que se encontraba por encima de todos: Eros. Eros era más fuerte que Ares; el dios de guerra, y más poderoso que Zeus; el mismo rey del olimpo, pues él podía doblegar la voluntad y el corazón de los humanos e incluso el de las deidades, y a esto se le agregaba que era el más bello, no tenía rival alguno. Le hacía honor a su nombre. Solo bastaban unas simples palabras y cualquier mujer caería ante él, siendo cautiva del deseo y la atracción por el encantador castaño. Eros encarnaba a la perfección el significado de su nombre: el dios de la atracción, el deseo, el placer y el amor. No era un joven cualquiera, fue entrenado y criado para dar placer a una mujer: joven o adulta, alta o baja, delgada o de talla extra, morena o rubia, no tenía restricción ni límite. Aunque claro, esto era un privilegio para la más ricas y pertenecientes a la elite de la elite. En un fino y ágil movimiento Eros sacó una tarjeta negra. Esta tenía el dibujo de un colibrí de platino en la parte superior izquierda; el grafico del ave parecía brillar debido a las luces del corredor y en el centro de la tarjeta se podía leer su nombre de cuatros letras. La deslizó de forma vertical por un moderno sistema de seguridad y una pequeña pantalla se ilumino de verde con unas letras que decían: puerta desbloqueada. El acceso al cuarto solo se podía hacer con dos tarjetas, la de él era una y la otra de la mujer con el antifaz que había ganado en la subasta, ahora ellos dos estarían solos. Si ella ganó, era porque era la más adinerada de la noche. La habitación era grande y era iluminada por una luz tenue de dos lámparas plateadas que se ubicaban a ambos lados de la cabecera del lecho acolchonado, su alumbrado no era muy alto ni tan bajo, lo que permitía ver con claridad los elementos que se encontraban en la ostentosa estancia: una cama enorme forrada y decorada con finas sabanas de tela suave, dos sillones rojos y una mesa redonda entre los dos anteriores, en la que se encontraba una botella de vino, todo lo que había allí era costoso. Las amplias ventanas otorgaban una envidiable vista a la ciudad; estaban cubiertas por lisas y gruesas cortinas de seda roja que se observaban recogidas, el rojo predominaba en el cuarto, pues ese era el color da la seducción, pasión, energía y el amor. —Buenas noches mi hermosa flor. Soy Eros, el colibrí de platino y esta noche la complaceré en la forma que quiera. Así que, ¿cuál es su deseo mi señora? —dijo él, haciendo una reverencia “eshaku”, propia de la cultura japonesa, tal como le había enseñado su maestra. La cual consistía en inclinar su cuerpo con exactitud quince grados hacia adelante, mientras deja su brazo izquierdo al costado y su mano derecha la pegaba en su pecho. La mujer alta, de cabello oscuro, ojos azules y labios pintado en rojo, que estaba sentada sobre uno de los lados de la costosa y lujosa cama forrada de un fino juego de sabanas color escarlata y encima un edredón de este mismo color. Se colocó de pie sostenida por sus grandes tacones. —Quiero que llenes mi libido, y he escuchado, que eres el mejor. Una sonrisa lujuriosa se formó en los labios de la flor, mientras dejaba caer su vestido al piso, quedando desnuda y mostrando su piel blanca y sus atributos que correspondían a los de una señora de su edad y restando solo cubierto su rostro por el antifaz n***o, que se quitaría solo si ella quisiera hacerlo. —Será un placer —respondió él con su voz grave y ronca. Eros comenzó a quitarse el saco da lana n***o que tenía puesto, aflojó la corbata que le había sido atada en su cuello para poder sacarse el chaleco y la camisa de igual color que cubrían su cuerpo en la parte superior, impidiendo que la dama que tenía enfrente pudiera apreciar por lo que había pagado. Quedando a la vista su abdomen marcado, su pectoral tonificado y sus brazos musculosos. Su piel blanca, sin mancha ni tatuajes, limpia de impurezas como un verdadero dios. —¿Cómo debo llamarla mi señora? —preguntó acercándose a ella y le rodeo la cintura con sus brazos y percibió la suavidad de su cuidada piel, mientras que la mujer colocó sus manos en la nuca del joven. —Verónica, así puedes decirme. —Volvió a expresar una sonrisa llena de malicia.
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